Un juzgado de Eivissa, concretamente el de Instrucción número 5, está investigando la posibilidad de que un sepulturero que trabajaba para el Ayuntamiento de Eivissa hubiera incurrido en un presunto delito de cohecho. Todo ello, después de quedaran al descubierto supuestas irregularidades cometidas con la exhumación de unos restos en el antiguo cementerio de la ciudad, faena por la que se cree se cobraba dinero de manera ilegal y que pudo llevar algún tipo de falsificación. De la investigación judicial podrían derivarse indicios que llevaran a otras anomalías iguales.

Este es el segundo caso similar ocurrido en poco tiempo en la isla después de otro juzgado, el de Instrucción número 4, abriera diligencias contra un funcionario de Sant Joan tras una investigación de la Policía Judicial de la Guardia Civil. Esta, desarrollada a principios de este año, desveló que el entonces sepulturero de Sant Joan podría estar lucrándose con la venta de urnas funerarias usadas, hecho que ya adelantó este periódico.

El propio Ayuntamiento de Eivissa ha sido en este caso el que ha tomado directamente cartas en el asunto y ha llevado ante el juzgado las presuntas irregularidades. Dicha actuación se efectuó después de que un particular denunciara ante el Consistorio a principios del 2001 que el citado funcionario le había cobrado una pequeña cantidad por retirar unos restos de la tumba de un familiar dentro de una iniciativa que se llevaba a cabo para reutilizar dicha propiedad.

El particular y el enterrador habían llegado presumiblemente a un acuerdo para que el sepulturero hiciera esta tarea 'como favor' al margen de cualquier tasa municipal. Ello se produjo, al parecer, después de que se llevara a cabo la exhumación para mover los huesos y cráneos de al menos cinco cuerpos que irían al osario del cementerio hasta que se volviera a inhumarlos. Según fuentes municipales, los cráneos y restos óseos estaban perfectamente identificados y no se teme que se hayan producido situaciones irregulares que hagan dudar sobre su pertenencia, algo que, sin embargo, no sucedía en el caso del ex enterrador de Sant Joan.