El cuerpo sin vida de Luis Alberto Ríos Cano, de 9 años de edad,
fue sacado anteayer tarde de un pozo de más de 30 metros de
profundidad cuya existencia era desconocida para muchos de los
vecinos de Puig den Valls. Ni los más próximos a la calle Diosa
Tanit, detrás de cuyos inmuebles se encuentra el pozo que le costó
la vida al pequeño, franqueado por varias paredes y sólo abordable
por un callejón sin ninguna protección, habían oído hablar de él.
Luis Alberto Ríos cayó al fondo del aljibe sobre las tres y media
de la tarde después de que cedieran las maderas que lo tapaban,
muchas de las cuales presentaban un estado de podredumbre evidente,
según explicaron varias fuentes del operativo que intervino en el
rescate del cadáver.
El pequeño jugaba en ese momento con otros dos niños de su misma
edad. Al parecer, la madre del fallecido, desconociendo también
totalmente el peligro que había, les había pedidos a todos minutos
antes del trágico accidente que tuvieran mucho cuidado. Entre otros
ruegos les dijo que se salieran de donde estaban no fuera a ocurrir
algo, según la información recogida por este periódico. Luis
Alberto se precipitó al vacío al ceder las maderas, que bajo sus
pies sólo estaba cubiertas por escasa hierba, después de realizar
unos saltos sobre las tablas. Los otros menores, en sus juegos,
también habían golpeado instantes antes inocentemente con un palo
los tablonesy los postes y los tres estuvieron subidos encima del
pozo, explicó el familiar de uno de ellos.
A Luis Alberto no le dio tiempo a nada, ni a intentar recuperar
el equilibrio para asirse a algo. Los mismos niños que siempre
jugaban con él y que presenciaron frente a ellos el accidente
corrieron a dar aviso a la familia. A partir de ese momento comenzó
una desesperada cuenta atrás para sacar a Luis Alberto, cuando aún
se creía que podía estar vivo. Los servicios de emergencia, sin
embargo, se encontraron con todos los elementos que invitaban al
pesimismo: un pozo de unos 30 metros de profundidad, cubierto en su
fondo por unos siete metros de agua fría y dificultado en su acceso
en distintas partes por las maderas que habían caído, posiblemente
durante el mismo accidente.
Los bomberos y el personal del 061 que acudió en los primeros
instantes hicieron todo lo posible en convertir en milagro lo que
era ya un imposible. De hecho, un técnico de ambulancias llegó a
sumergirse durante varios metros en las oscuras aguas sin
desprenderse de nada de lo que llevaba puesto intentado alcanzar en
balde el lugar donde podría estar Luis Alberto. El operativo de
rescate, por las dificultades existentes, se prorrogó durante más
de dos horas, mientras la madre del niño y su hermana era atendidas
a pocos metros por miembros de Cruz Roja, que les asistieron en las
numerosas crisis que sufrieron. Los momentos más dramáticos se
vivieron tras el hallazgo del cadáver cuando hubo que comunicar
oficialmente la defunción del pequeño, largos minutos en los que se
repitieron las escenas de dolor y de incredulidad.
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