J.JIMÉNEZ-J.F.MESTRE-P.MATAS
«Estaba maniatado; fue horrible». María Antonia Covas, la nieta del empresario asesinado, fue la primera persona en entrar en su casa y la que descubrió, ayer por la mañana, a eso de las diez, el crimen.

Su abuelo, a pesar de su avanzada edad, era exageradamente puntual y trabajador y siempre era él quién abría el garaje, a las ocho, y lo cerraba, a media tarde. Cuando ayer Pedro Estarellas no bajó a la calle saltó la alarma y su nieta, que acudió a su casa preocupada, fue quien pidió ayuda a gritos tras abrir la puerta. Joan, el dueño del Bar Mallorca, conocía personalmente al empresario, ya que tanto él como María Antonia acudían cada día al local a tomar un café. «Siempre venía a la misma hora, jugaba con las máquinas y luego tomaba algo. Era una persona muy educada y correcta y estamos todos muy afectados», señaló.

El comentario general ayer en la calle Ruiz de Alda era, sin embargo, la extrañeza por un crimen que se cometió a escasos 50 metros de la Jefatura de Policía y justo enfrente de la residencia de suboficiales, una zona fuertemente vigilada y en donde la presencia policial, como es lógico, es continúa. «Parece mentira que ocurra esto teniendo a la policía delante», manifestó Antoni, uno de los residentes.

Lo que parece claro es que el acaudalado empresario, que regentaba un negocio cada días más próspero y saneado, conocía a los dos individuos que acabaron brutalmente con su vida. Les abrió la puerta de la calle y cuando llegaron al rellano de su casa no dudó tampoco en franquearles el paso. La reacción de los agresores fue instantánea y en ese preciso momento ya le golpearon salvajemente para que no pudiera pedir ayuda. Los vecinos del inmueble escucharon ruidos antes de la medianoche y después oyeron fuertes pisadas de más de una persona. Ninguno de los residentes dio importancia a esta circunstancia hasta que por la mañana se descubrió el espeluznante crimen.