Agentes de la Guardia Civil en una de las embarcaciones recuperadas.

J.F.M./ J.J.M. El escrito de acusación presentado por la Fiscalía en la Audiencia contra los supuestos miembros de una red alemana cuyo fin último era la venta de yates robados y cuya actividad no sólo se inició en Eivissa sino que se mantuvo desde 1990 a 1995 no deja lugar a dudas del grado de especialización de la organización. Su preparación era tal que durante este tiempo lograron, sin ser descubiertos, dar trece grandes golpes, siete de ellos directamente relacionados con Eivissa y la mayoría de ellos con el teatro de operaciones de Balears de fondo. Las trece embarcaciones sustraídas tenían en su conjunto un valor total que supera ampliamente los cien millones de pesetas.

Los integrantes de red, cada uno imputado por distintas facetas y con 76 años de cárcel en juego para los siete procesados, contaban con los medios necesarios no sólo para sustraer las embarcaciones sino para «convertirlas» en otras nuevas y llevar a cabo una rápida venta.

La Guardia Civil, cuerpo cuya investigación puso fin a estas actividades ilegales, reunió copioso material en toda Balears para aclarar el «modus operandi» de la organización. Los yates fueron robados con distintos medios de puertos de Alemania, la Costa Brava y Balears y generalmente las víctimas siempre eran de nacionalidad germana. Generalmente utilizaban una ventosa de cristalero para penetrar en las embarcaciones y luego instalaban cableado para realizar «puentes eléctricos». Sustraído el yate no sólo le cambiaban el nombres -incluso hasta varias veces-, sino que además falseaban sus características y su matrícula.

La Benemérita intervino varias máquinas de lijar, herramientas para troquelar, destornilladores, juegos de remaches y placas para grabar números. Varias de las pruebas fueron recogidas en Eivissa. El traslado de la embarcación al puerto donde se intentaba su venta no se hacía tampoco sin falsificar la documentación de los barcos. Dicho traslado se llegó a realizar en varios casos por tierra hasta un punto que sirviera de puente hasta llegar a otro amarre, lugar donde la embarcación ya presentaba otro aspecto y otro nombre.