El fiscal solicita penas que suman 76 años de cárcel para una
organización formada por alemanes y españoles que se dedicaba a
robar barcos de lujo, cambiarles el nombre, modificar la
documentación y después venderlos. El «negocio» comenzó en Eivissa
y se trata de la operación más importante contra la venta ilegal de
yates robados que se ha realizado en Balears en los últimos años.
Los siete acusados son los alemanes Wolfgang K., Ulf S., Franck
P., Rudolf H. Martin Paul D. Richard Hermann K. y el español Juan
Carlos C. P. Algunos de ellos ya han sido condenados en Alemania
por los mismos hechos.
Los robos se cometieron entre 1990 y 1995 y se han podido hallar
indicios de trece embarcaciones que fueron sustraídas por la red,
cuyos imputados se sientan en el banquillo para responder de los
cargos de distinta manera. Muchos de los propietarios afectados han
sido indemnizados por la póliza de seguros, por lo que hay
compañías que también ejercen la acusación.
Uno de los acusados, Wolfgang K. conoció en Eivissa a Ulf S., un
especialista en la reparación de barcos. Se sospecha que tras este
encuentro se sustentaron las primeras bases para lo que vendría
luego, Wolfgang K. fijó su residencia posteriormente en Mallorca,
lugar donde contactó con Frank. P.
Ambos fundaron una empresa dedicada al mantenimiento y venta de
yates denominada «Pohlmar», que se estableció en el Club Náutico
Santa Ponça. El fiscal, en su escrito de acusación, establece que
en esta sociedad ya existen bastantes indicios para sospechar que
en realidad la empresa ocultaba la venta de yates de lujo
robados.
La red sustraía los barcos en puertos deportivos de la costa
norte de Alemania, así como en la Costa Brava y en Balears. Los
ladrones, a su vez, tenían medios y conocimientos para alterar las
características de la embarcación y para manipular la
documentación. De esta forma se evitaba que el dueño identificara
su barco y facilitaba la venta a terceros. De hecho varias de estas
embarcaciones se vendieron en Eivissa, al igual que ocurrió con
otras que fueron «comercializadas» en Mallorca.
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