Marta Torres durante la entrevista en 'Bona Nit Entrevistes'. | TEF

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La pintora Marta Torres repasa sus inicios en el mundo del arte y habla de su vida en el programa de la TEF, 'Bona nit entrevistes'.

-Debe ser una responsabilidad y un orgullo ver sus cuadros en importantes espacios.

-Es una satisfacción y un reto tras otro porque siempre quiero hacer algo más sorprendente; sorprenderme a mí misma y, sobre todo, no perder la ilusión. Siempre que hago un trabajo nuevo es muy gratificante.

-Esos trabajos que se ven en lugares públicos como bancos, ¿ellos piden o le dejan hacer?

-Ellos piden, pero después yo hago lo que quiero. Siempre hay un acuerdo porque ellos tienen unas ideas y proponen temas, pero me dejan a mi aire porque no podría hacer algo muy encajado y preciso. No puede ser porque ni un artista sabe qué surgirá de un proceso creativo.

-¿Le gusta visitar obras clásicas en museos?

-Me encanta, porque son un referente y debemos aprender de ellas, artistas y no artistas. Aportan riqueza interior porque, no sólo te enseñan historia o arte, sino también sentimientos y sensaciones y aprendes a mirar en tu interior. Es importantísimo el arte clásico. Si hablamos de Miguel Ángel, era un genio. Eran personalidades casi de otro mundo. Yo tenía maestros de escultura que intentaban aproximarse a los clásicos y era muy difícil. Eran personalidades que han superado cualquier expectativa y, más, en mármol.

-¿Ha coqueteado con la escultura?

-He tenido que hacerlo, sobre todo con piedra. Cuando estudié Bellas Artes, me dí cuenta de que había otras disciplinas que debía probar. Me matriculé en Escultura y el primer año tenía una amplia gama de técnicas y debías probar con distintos materiales. Comencé con la escayola y no tenía ni idea. Me dieron montones de escayola. Siempre me ha gustado trabajar a lo grande y empecé a abrir sacos pensando que lo controlaba. Comencé por los pies a crear una figura, pero se me iba desproporcionando y la tuve que ir creciendo. Las proporciones se me fueron y me quedó un monstruo gigante. Nos dijeron que debíamos llevarnos los trabajos y no sabía ni moverlo. Me dijo una compañera que tenía dos opciones: o desmontar la figura o abrir el ventanal y tirarla por ahí. Al principio, me costó mucho. Tuve que trabajar la piedra y la madera, pero me sirvió para aplicarlo al tipo de pintura que hago ahora.

-¿Dónde nace Marta Torres?

-En Ibiza, en Vara de Rey. Tengo cuatro hermanos y he sido muy feliz cuando era pequeña. Hemos sido una familia muy unida y nos queremos mucho, aunque mi padre ya no está con nosotros. Mi familia no tenía nada que ver con el arte, más bien con asuntos derivados del turismo y algunas empresas, pero yo sentía locura con todo lo que era dibujo o arte. Me gustaba mucho el teatro o el cine, todas las artes que siempre me han despertado algo muy especial.

-¿Ha probado con otros tipos de pintura u otras disciplinas?

-Ahora estoy experimentando con la escultura y estoy haciendo unas piezas que son unos gatos que las hago en arcilla y las paso al mármol, aunque yo trabajo el barro y una marmolería me hace la pieza en mármol. Son piezas únicas, muy especiales, y los gatos se enredan en los que son mis buganvillas fetiche, también en mis limoneros, todo lo que tiene que ver con mi sello personal.

-¿Es difícil hacerse un hueco en el mundo del arte?


-Yo nunca he pretendido eso. Desde que era niña sabía que lo único que me absorbía y me hacía feliz era estar en mi taller, en mi pequeño estudio, y recuerdo que lo tenía lleno de fotos de artistas clásicos. Era mi locura. Siempre estaba en mi mundo creativo y allí pasaba muchas horas. También jugaba en la calle. He sido muy de disfrutar con todo y me gusta la playa, la ciudad, la montaña.. Hay muchas cosas que me gustan. De niña, jugaba en Vara de Rey y estaba en todo.

-Ha vivido entonces la evolución de la ciudad de Ibiza.

-Recuperaría cosas, pero es verdad que ahora tenemos otras que nos aporta el tiempo actual. No soy de mirar atrás con tristeza. Hay cosas que recuerdo con cariño, pero la vida es así y no podemos pararla. Soy bastante práctica en este sentido e intento que mis hijos vean la Ibiza que todavía podemos conservar y disfrutar. Hay que respetar la naturaleza y es verdad que en Ibiza se ha construido mucho, pero queda mucha naturaleza y tenemos un paisaje magnífico al que debemos cuidar.

-El turismo, además, cada vez aprecia más estas cosas.

-Es lógico. Ahora, al viajar tanto, queremos más y esperamos que un viaje no nos ofrezca sólo sol y playa, sino una buena gastronomía o un gran hotel.

-De la niñez, ¿tiene algún paisaje, sabor u olor que recuerde?

-Cuando voy a Es Canar, donde incluso tengo películas grabadas de cuando era niña, siempre veo esa playa con ojos de niña. También en Cala Salada hay rincones que recuerdo mucho. Además, lo de la puesta de sol tengo recuerdos increíbles porque, a los 15 años, fuimos a Cala Comte a celebrar un cumpleaños y ya vimos la puesta de sol en un día increíble. Ahora todo ha cambiado mucho y se ha masificado.

-¿Cómo era usted de adolescente?

-Iba a todas las fiestas que podía, aunque mi padre era muy estricto y nos decía que a las nueve y media debíamos estar en casa. Había una sesión de tarde en el Glory´s y yo era la primera en entrar. Me iba allí con mis zapatillas de correr; después me cambiaba y me ponía los tacones y, a las nueve y cuarto, me volvía a poner las zapatillas y me iba corriendo. Doy gracias a Dios que no pillé la época de las parejas y de bailar lento porque a mí me gustaba mucho bailar música con ritmo, disfrutar bailando y no depender de que un chico te sacara. No sabía ligar porque era bastante tímida.

-¿Usted ha vuelto a ir a discotecas?

-He ido alguna vez, pero lógicamente no es lo mismo. Ya no me llevo las zapatillas, pero soy más tranquila en ese sentido.

-Volviendo al arte, ¿tiene protocolos para comenzar una obra?

-Me pongo música, pero debe ser tranquila. Me gustan los cantautores como Aute o Serrat. También, la música clásica. Es música que me tranquiliza y que deja fluir las ideas. Cuando entro en el estudio, ya sé si aquel día saldrá algo o no porque me influye la motivación. Si tengo una idea preconcebida, voy directa a buscar aquello. Es como el escritor que va a escribir sobre algo.

-¿Cuándo comenzó su coqueteo con limoneros o buganvillas?

-En 2007. Me pidieron una exposición en París sobre ventanas de la ciudad. Tenía que hacer unas ventanas elegantes, de los siglos XVIII o XIX, que se abrían y se veían lámparas o arañas de cristal. Eran cuadros muy elaborados y no pude tener tantos como me pedían. Tenía una obra de una casa payesa y una buganvilla y tuvo más impacto aquel cuadro de la casa ibicenca que lo francés. El director de la galería se quedó impactado y me dijo que mi buganvilla iluminaba la plaza de París donde estaba.

-¿Qué es lo más difícil a la hora de plasmar en un cuadro esa flor?

-Mis buganvillas han evolucionado mucho y, al principio, tenían un significado y poco a poco ya son parte de mí. Se han convertido un poco en una obsesión. Monet estaba obsesionado con su jardín japonés y me pasa un poco con la buganvilla porque creo que son como personas. Las moradas me sugieren las mujeres del campo. Son muy fuertes a pesar del tiempo y siguen floreciendo y están arraigadas a la tierra.

-¿Marta Torres ha pintado su mejor cuadro?

-No y estoy esperando siempre el gran encargo. Tengo clientes muy agradecidos en muchas partes del mundo. Siempre pienso que puedo dar mucho más y que lo mejor está por llegar. La ilusión, tengo la misma que al principio.

-¿Qué opina de las manifestaciones artísticas a través de la IA?

-Qué horror. Es un tema complicado porque el arte, cada vez, está más deshumanizado y se ha cambiado la creatividad por la provocación. El artista antes buscaba crear, ahora provocar. Al final, tratan de hacer publicidad de obras en las que el artista no necesita ni saber pintar como lo del plátano. En las pasarelas de moda también ocurre. El arte tecnológico está muy descontrolado y no sabemos hasta dónde nos llevará esto.

-¿Recuerda exposiciones especiales durante su trayectoria?

-En Londres, hice una espectacular y además vino mucha gente de Ibiza que en aquel momento estaba en Londres. También, la de París.