María Luisa Cava de Llano, minutos antes de la entrevista con ‘Periódico de Ibiza y Formentera’. | Irene Arango
María Luisa Cava de Llano (Barcelona, 1948), Maisy, acaba de ser galardonada con la Medalla de Oro de Baleares 2025, reconocimiento del que se siente «muy orgullosa y agradecida». Abogada de profesión e ibicenca de corazón, es la isleña que más lejos ha llegado en política. Empezó como teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Ibiza en 1987 y su carrera activa acabó en 2018 como miembro del Consejo de Estado, un organismo clave para la estructura institucional de España. Pero fue su paso por la Oficina del Defensor del Pueblo el que más ha marcado su vida, tanto en lo profesional como en lo personal. Sigue al pie del cañón ayudando en todo lo que le piden y observa cargada de orgullo cómo su hija, Marisina Marí, ha optado por seguir sus pasos en la solidaridad a través de la Fundación Conciencia.
—Usted ha tenido una trayectoria política apabullante.
—Yo he participado en política municipal, insular, autonómica y nacional. Eso me da una visión global de lo que es la política en España que me gusta mucho. Es una visión muy completa de la situación de España.
—Ha roto todos los techos de cristal que solemos encontrar las mujeres.
—Sí, yo empecé en el Ayuntamiento de Ibiza como teniente de alcalde. En el Consell y en el Parlament fue vicepresidenta primera. He sido diputada en el Congreso tres legislaturas y después fui adjunta al Defensor del Pueblo y Defensora del Pueblo. Y acabé en el Consejo de Estado.
—¿Qué consejo le daría hoy a la Maisy de los años 80, que es cuando usted entró en política activa?
—Que fuera poco a poco, que no avasalle, que no intente pisar a nadie. Y que deje que las cosas vayan fluyendo. Trabajar mucho, que vean que tienes auténtica vocación de servicio y que te ganes la confianza de la gente. Creo que no hay más.
—Usted empezó en política en 1987, ya era abogada. Había vivido la Transición, que estaba prácticamente culminada. Durante años hemos pensado que fue modélica pero hoy está muy cuestionada. ¿Qué opina de este cuestionamiento?
—Para mí es inconcebible. La Transición fue modélica y así lo dice todo el mundo a nivel internacional. Nos ha proporcionado muchísimos años de una España floreciente y tranquila, donde mejor se vivía, donde la gente podía ir subiendo poquito a poco. Ahora se quiere tirar todo esto por la borda y romper. No entiendo cuáles son las razones de fondo que pueden llevarles a querer hacer esto.
—Como diputada en el Congreso por el PP, usted coincide con el último Gobierno de Felipe González, cuando la corrupción campaba a sus anchas. ¿Aquello era como lo que estamos viviendo ahora?
—Yo creo que ahora es peor. Felipe González merecía el respeto de los españoles porque era un hombre de Estado. Y un hombre que tenía muy claro el bien de España. Con una concepción ideológica distinta a la que pudiera tener yo, sí. Con casos de corrupción que afloraron y que, por desgracia, afloran siempre en todos los partidos, sí. Pero nada que ver con la situación que estamos viviendo ahora.
—La corrupción puede que hoy sea el menor de los problemas.
—Exacto. A día de hoy, la situación es mucho peor. Se lo quieren cargar todo: la Transición, colonizar las instituciones de forma que todo sea para ellos y que, si ellos salen, lo tengan bien apuntalado. Mariano Rajoy merece alguna crítica, es verdad, porque, por ejemplo, en vez de renovar los cargos en el Consejo de Estado cuando vio que se acercaba una época turbulenta, no se movió. Y eso fue un error por su parte. Pero lo de ahora…
—Aquella legislatura de Rajoy estuvo muy marcada por el procés.
—Cierto pero después ha habido quien se ha ocupado de destrozarlo todo mucho más. Zapatero dijo que le daría a los catalanes todo lo que pidieran. Yo estaba en el Defensor del Pueblo e interpusimos recurso de inconstitucionalidad contra el Estatut de Catalunya por invasión de competencias del Estado y por la situación en la que pretendían quedarse, de independencia y de nación catalana.
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—Nada que ver con el actual Defensor del Pueblo, el socialista Ángel Gabilondo, que ha hecho suyos los argumentos de Sánchez para defender la controvertida Ley de Amnistía.
—Si yo hubiera sido Defensora del Pueblo, la hubiera recurrido. Pero cada uno hace su mandato de la forma que cree más oportuna.
—Pero es un buen ejemplo de esa colonización de las instituciones del Estado que usted mencionó antes. Creo que el ciudadano no es muy consciente de esto.
—Cierto, le pasa totalmente desapercibido. El ciudadano no sabe lo que es el Consejo de Estado, ni la Comisión Nacional del Mercado de Valores, ni el Tribunal Constitucional, ni el Tribunal de Cuentas. En general, el ciudadano no sabe nada de estas instituciones y Sánchez se va metiendo en ellas. Está copando absolutamente todo.
—Hay también un ataque brutal al Poder Judicial, que solo habíamos visto por parte de los separatistas catalanes y su famoso lawfare.
—Sí, esto es para mí quizás lo peor que está haciendo este gobierno. Hacer dudar a los ciudadanos de la independencia del Poder Judicial y de la fe y el respeto a la Justicia. Cuando un juez dicta algún tipo de resolución que les perjudica, hay que denostarlo. Y eso es lo peor que puedes hacer en una democracia porque, si no tienes o no puedes confiar ni siquiera en el Poder Judicial, le garantizo que se acaba la democracia.
—Esta situación lleva a los extremos. Lo estamos viendo en EE.UU, Alemania, Francia…
—¿Por qué el auge de la extrema derecha? Por la forma de actuar de la izquierda. Tiene que haber un revulsivo, que diga hasta aquí. No es lo deseable, claro que no, porque hace falta una derecha más moderada.
—¿Usted cree que VOX es un partido de extrema derecha?
—A mí hay muchas cosas que no me gustan de ellos y otras me encantan. Pero es verdad que me gusta más un partido moderado, más equidistante, más de centro derecha, lo que es el PP. Pero es verdad que te ponen muy difícil mantener ese equilibrio.
—Pero el PP de momento no parece capaz de barrer a Sánchez. Lo lógico sería que intentara el acuerdo con VOX. Todas las encuestas dicen que juntos superarían la mayoría absoluta.
—Yo lo tengo clarísimo. A mí no me asusta pactar con VOX. Hay gente a la que le repele. Quiero que el PP tenga mayoría absoluta y pueda gobernar España. Pero quiero que Sánchez deje de gobernar España y la única solución es una coalición con VOX. A mí no me gusta la extrema derecha, pero VOX no me produce ningún pánico. Además, ¿cómo hay gente que se atreve a criticar este posible pacto con VOX, que no ha matado a nadie, y no les espanta coaligarse con Bildu que sí que ha matado? A partir de ahí… VOX no es el demonio. Tendrá una ideología más radical, pero no ha matado a nadie. Los que están ayudando a Sánchez sí.
—Muchos llaman hoy al PP la marca blanca del PSOE.
—Es muy difícil buscar un equilibrio y no ser ni extrema derecha ni izquierda. Ahí se mueve el PP. Yo quizás sería más dura.
—Yo la conozco desde hace muchos años y tengo la impresión de que donde más hemos visto a la Maisy real ha sido en la Oficina del Defensor del Pueblo. Además, usted llegó a ese cargo en virtud de un acuerdo entre el PSOE y el PP.
—¡Totalmente! Cuando a mí me eligieron estaba Enrique Múgica, que era un socialista importante. Y, además, me pusieron de segundo a otro socialista, Manuel Aguilar, que había sido presidente del Senado. Yo no sabía muy bien cómo iba a salir aquello (risas). Pero se convirtieron en dos amigos maravillosos, que por desgracia ya han fallecido. Los dos han venido a mi casa en verano con sus familias. Nunca tuvimos un problema. Nos conocíamos mucho, nos respetábamos mucho.
—Imagino que trabajar en la Oficina del Defensor del Pueblo hace que la ideología quede al margen.
—Claro. Yo, además, entré con la condición de poder trabajar para intentar que la Administración no avasalle. Todas las administraciones avasallan al ciudadano y el Defensor del Pueblo lo defiende. Y eso lo conseguimos. Ya le digo que con Enrique Múgica yo tuve una relación magnífica. Y me impliqué a fondo. Para mí es la institución más bonita que existe en España.
—En aquellos años es cuando realmente los ciudadanos empezaron realmente a ser conscientes de lo que era la figura del Defensor del Pueblo.
—Yo intentaba resolver los temas como fuera. Hace poco me encontré a un hombre que me paró en la calle aquí en Ibiza y me dio las gracias por lo que había hecho, pero realmente no me dijo qué hice por él. Es algo tan bonito. Yo ayudé a todo el mundo. No miré color, ni pregunté… simplemente, ayudé. Y ver que hay gente que te lo agradece, te da mucha satisfacción.
—Es el cargo que más le ha marcado.
—Es verdad. Recuerdo que José Manuel Piña, que en paz descanse, me decía que quería hacer un libro con mi biografía. Y yo le decía que solo lo leeríamos él, mi marido y yo (risas). La verdad es que hice cosas muy bonitas. Ayudé a ibicencos. Visité a todos los presos españoles que estaban en en extranjero. Intentaba ayudar para traerlos aquí a cumplir la condena. Contactaba con las familias para decirles qué tal estaban porque piense que muchas veces estas personas no tienen dinero para ir a verlos a la cárcel. Algunos vinieron después de salir a de la cárcel a traerme una ensaimada porque pensaban que yo era mallorquina (risas).
—Tendemos a pensar que lo social es cosa de la izquierda.
—Para nada. Yo estoy en contra de esos partidos que reparten carnets de solidaridad. He visto gente muy solidaria en la derecha y en la izquierda y he visto gente muy poco solidaria en la derecha y en la izquierda. Esto está fuera de la ideología, es algo que nace de la persona. O te preocupas o no lo haces.
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—¿Evolucionó como persona en el Defensor del Pueblo?
—Sí, es algo que me hizo más sensible hacia los problemas de la gente a todos los niveles. Trabajé con prostitutas, con presos, con inmigrantes que tenían problemas… Hice todo lo que pude.
—También se volcó en el tema de los menores y de ahí nace, de la mano de su hija, Marisina Marí, una entidad tan importante como la Fundación Conciencia.
—Sí, es verdad. Yo he procurado enseñar a mis hijos desde pequeños que hay muchas personas que lo pasan muy mal y que ellos han de involucrarse para que esas vidas que tienen las personas menos favorecidas sean lo mejor posible. Hay que ayudar, no basta con sentarse a hablar. Yo espero de ellos que se involucren, ayuden y atiendan a la gente que más lo necesite.
—Y ellos han respondido.
—Sí, sobre todo la niña, que me ha pasado 80 pueblos (risas). Estoy muy orgullosa, esa es la verdad.
—Usted ha sido también miembro del Consejo de Estado, que es una de las instituciones más desconocidas de España.
—Sí, es un órgano eminentemente consultivo. Las leyes incluso incluyen que han de ser informada por el Consejo de Estado. Lo que está haciendo el actual Gobierno ahora es que, en lugar de hacer proyectos de ley, que forzosamente han de pasar por el Consejo de Estado, tramita los temas como proposiciones de ley o dicta decretos que no han de pasar por el Consejo de Estado. ¿Por qué lo hacen? Porque no les gusta lo que les dice el Consejo de Estado. Este organismo está integrado por los expresidentes del Gobierno, por el Fiscal General del Estado, la presidenta del Consejo General de la Abogacía… personas muy sabias en la materia. No se rige por ideologías políticas. Son temas estrictamente jurídicos. Yo estuve allí casi seis años. El presidente era José María Romay Becaría, que fue extraordinario. Y todos los consejeros, vinieran del partido que vinieran, teníamos una magnífica porque allí se velaba por la pulcritud de las leyes y porque allí se cumpliera el ordenamiento jurídico. Aprendí muchísimo. La gente tenía un nivel brutal. Fue una época muy bonita.
—Hoy no hay hombres ni mujeres de Estado.
—No crea. En el Consejo de Estado cambia la mentalidad. Cuando llegas tienes claro que no estás allí para la ideología sino para velar porque se cumpla el ordenamiento jurídico. Los conocimientos que yo he ido adquiriendo durante toda mi vida profesional se plasman en esos informes.
—¿Cuál es su visión de la España de hoy?
—Triste. Yo he dedicado los mejores años de mi vida a intentar poner un granito de arena para que España fuera mejor. Y lo que me encuentro ahora es una España muchísimo peor. Eso es muy doloroso. Te has privado de estar con tu familia, de pasar momentos importantes con ellos y luego te preguntas si ha merecido la pena viendo la España de hoy.
—¿Por qué estamos así? No creo que toda la culpa sea de Sánchez.
—Hoy vivimos en una sociedad en la que lo único que importa es consumir, acopiar, tener más, presumir… se han perdido los valores: el esfuerzo, la integridad, el respeto al que piensa diferente… Solo pensamos en el yo, en llegar más arriba que tú, tener más dinero que tú, tener más casas que tú… Lo peor es la pérdida de valores. Antes las familias hacían sacrificios para cosas como dar una carrera a los hijos. Ahora eso no importa.
—También se han perdido los límites y esto se traslada a la política.
—Sí, claro. Ahora ves una clase política que hace lo que sea por mantenerse en el poder, a costa de la honorabilidad, a costa del deterioro de esa misma clase política.
—¿Cuánto cree que podemos aguantar así? ¿Qué futuro tenemos como país?
—El porvenir no es claro pero creo también que mucha gente se está dando cuenta de que este no es el camino. Pero cuesta mucho. Por ejemplo, lo que está haciendo Donald Trump en EE.UU es adelgazar el Estado, que está bien. Aquí estamos ganando adeptos y acumulando votos que no se corresponden realmente con lo que piensa la gente. Falta de honradez, falta de valores… Pero a mí no me gustan las generalizaciones. La clase política no es corrupta en general.
—En Ibiza el principal problema hoy es la falta de vivienda. ¿Qué cree que hay que hacer con esto?
—Mientras no se tenga la valentía de atajar el tema de la okupación esto no se solucionará. Yo entiendo perfectamente a quienes tienen casas para alquilar y no lo hacen por miedo a que, si se les mete un okupa, les tengan que pagar encima la luz y el agua. Si dejan de hacerlo, les acusarán de un delito de coacciones. Esto es infumable. Ahora hablan de contratos de alquiler indefinidos. Esto es lo que decía la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964, que la hizo Franco. La realidad es que, mientras no se encare con fuerza lo de la okupación, no se arreglará. Hay mucha gente que, además, prefiere alquilar a sociedades para evitar problemas.
—Pero el mercado del alquiler antes no era problemático. Ahora el inquilino es considerado como el enemigo del propietario.
—Es que el Gobierno debería propiciar más la ayuda a la compra de vivienda. O facilitar el acceso. Pero no lo está haciendo. Promete, habla de miles de viviendas, pero aquí no sale nada de todo eso. Ahora mismo estamos en una situación en la que se venden pisos con los okupas dentro. Y hay okupas cediendo, previo pago, la vivienda en la que están a otros okupas. Es necesario solucionar todo esto.
—¿Qué piensa cuando ve los asentamientos en Ibiza?
—Es muy triste, pero lo entiendo. No hay vivienda, no hay suelo público para vivienda, la gente necesita trabajo y no tiene donde vivir porque los poderes públicos no han solucionado el problema. La gente tiene que vivir.
—¿Qué haría como Defensora del Pueblo en esta situación?
—Le diría a los gobiernos que menos palabras y que solucionen el problema. Y les dirían que han de poner las condiciones para que los propietarios puedan alquilar sin temor. Esto es fundamental.
—Vamos al escenario internacional. ¿En algún momento del pasado usted se planteó que los españoles pudieran ir a una guerra como nos están planteando ahora?
—¡Nunca! Y espero que esto no pase porque es algo que me horroriza. Basta ver cómo están los países en guerra. Yo espero que no haya nadie tan inconsciente como para provocar situaciones que nos lleven a eso.
—¿Es Trump un revulsivo necesario para Occidente?
—Por lo menos ha despertado a Europa, que era algo fundamental. Creo que sí, que muchas veces hace falta un revulsivo. A ver, no me gusta su intervención reuniéndose con Putin y dejando un lado a Ucrania. Me parece alucinante.
—Pero EE.UU es la primera potencia mundial y no puede actuar de cualquier manera.
—Evidentemente. A ver, EE.UU está ayudando muchísimo a Ucrania. Y me parece muy bien que Trump quiera hacer funciones de mediación. Ahora, no puede olvidar a una de las partes interesadas.
—¿Y qué opina de lo que está pasando en Israel?
—Yo en este tema lo siento muchísimo pero tengo muy claro que hubo una provocación muy dura y que, ante esta situación, la respuesta ha tenido que ser dura. Tal vez se ha pasado. Pero es una guerra. Yo tengo nietos que ahora mismo están en plena euforia por los conciertos y van y vienen. Que estén en un concierto y que les pase algo… Yo no puedo permanecer impasible. Entiendo la respuesta de Israel.
4 comentarios
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Defensor del Pueblo: Otro puesto político que no sirve para nada.
Su partido tiene competencias en vivienda y no hace nada. Menos lecciones del partido más corrupto de la historia reciente de España con la salvedad del PSOE
Hubo un canció: paraulas, paraulas, paraulas. A ver como, propuestas por favor, en una isla de tamaño limitado y con cada vez más gente que dejan entrar. Propuestas realizables por favor, no fantasías ideológicos. Ibiza es un grano de arena. ? No ha oído comentando a los políticos de otros lugares más importantes, dónde buscan millones, como en París, Londres, Zuerich, Luxemburgo , Berlin. ? Promesas para elecciones, soluciones ninguna. ¿ Tiene una idea que cuesta un piso en Londres o en Zuerich ? Pues, infórmese y ofrezca soluciones. No hay solución fácil, somos simplemente demasiados. Y en Ibiza sobre todo.
La Cava de Llano sin complejos, que se note que es bien de derechas