Carol Brest es la artista multidisciplinar que este domingo ha participado en ‘Bona nit entrevistes’ de la TEF.
—¿De dónde es Carol Brest?
—Yo nací en Argentina, en Mar del Plata, en 1980. En 1991 mis padres se separaron y mi madre nos trajo a mis hermanos y a mí directamente a Ibiza. Ella regentaba una parrilla argentina que no duró mucho, pero nos quedamos aquí.
—¿Por qué eligió su madre quedarse en Ibiza?
—Creo que tenía un contacto aquí, pero lo que sucedía entonces es que muchos ciudadanos de Mar del Plata venían a Ibiza a hacer la temporada. Ese lugar tiene un funcionamiento similar a Ibiza en cuanto al turismo. Es una ciudad con mucha vida en verano y que en invierno descansa un poco.
—¿Tiene recuerdos de la ciudad en la que nació?
—No muchos, pero recuerdo el colegio al que iba. Muchos amigos no tengo de allí, pero están mis dos hermanas que son de un matrimonio anterior de mi padre. Tengo más recuerdos de Brasil, porque la familia de mi madre es de allí. Siempre que podíamos, íbamos en coche de Mar del Plata a Brasil, unos 3.000 kilómetros. Yo llegué con 11 años a Ibiza. No recuerdo mucho a mis profesores de Mar del Plata. Mi escuela allí -porque van numeradas- era la 1 y era un edificio de estilo colonial, amplio y lleno de ventanas. Cuando llegábamos, recuerdo que debíamos decir una oración a la bandera. La recitábamos.
—¿Ha vuelto a Mar del Plata?
—A diferencia de algunos argentinos, mi madre rompió lazos y de adultos hemos retomado el contacto con primos. Yo volví hace unos 14 años. Primero fui a Buenos Aires, a la escuela de circo, y fue una experiencia preciosa. Aquí, al final, los argentinos venimos como buscavidas y el inmigrante que viene a trabajar o a buscar una vida mejor, no es como quien está en su casa, en su barrio, y allí pude descubrir a todo tipo de personas y reencontrarme con sabores, olores e incluso acentos. Volví en autobús a mi ciudad y, llegando, ya me iba sonando todo. Durante el trayecto, caí en la cuenta de que no iba a encontrarme con mi padre porque había fallecido. Cuando murió en Argentina, nosotros estábamos aquí y no pudimos hacer ese duelo. Fue cerrar un ciclo. También me reencontré con mi hermana. Fue el viaje más bonito que he hecho.
—¿Hay tradición de circo allí?
—Sí, en ese viaje descubrí que hay dos escuelas en Latinoamérica importantes. La más antigua es la cubana y es una de las mejores por su técnica y por cómo enseñan. La segunda, es el Circo Criollo de Buenos Aires y ahí estuve tomando clases.
—¿Le gusta esa transformación forzosa que ha sufrido el mundo circense?
—El tema del circo con animales estaba un poco obsoleto. Aunque se les trate bien, no es su espacio. Tampoco me gustan los zoos. A veces hay gente que los defiende, pero no creo que sea necesario que, para que sobreviva un animal, tenga que estar haciendo malabares.
—¿Tuvo claro que lo que le gustaba eran las acrobacias o coqueteó con otros estilos?
—A mí me gustaba la acrobacia. Lo tengo claro. Comencé con 22 años, muy tarde, y lo hice en Madrid. No sabía que me gustaba. Trabajaba en una fiesta de Privilege y yo hacía unos personajes con zancos. Había un personaje que era una gran planta llena de purpurina.
—Usted, además de artista, es empresaria. ¿Dónde está más a gusto?
—Con la acrobacia aérea he tenido una ruptura, un desamor. Sólo por el hecho de vivir donde vivimos, es muy difícil tener pareja artística porque la gente de circo con calidad no se va a quedar aquí. Igual vienen, se quedan en verano, y se van. Con esos compañeros, es una despedida eterna. En Ibiza hay muchos artistas, pero no hay una infraestructura para que se queden. Además, antes se contrataban muchos espectáculos aéreos, pero ahora no. Yo nunca he querido hacer carrera en la noche porque no es lo que más me gusta. Me gusta escribir teatro. He hecho algunas obras y ahí siempre meto un número de circo.
—Ha hecho teatro también.
—He hecho obras escritas por mí y en colaboración con Jesús Rumbo. Es muy buen amigo y pareja artística en cosas de comedia y somos coguionistas. ‘Hijos de Putin’, por ejemplo, es una comedia que escribimos para el Gay Pride. Es como una obra cabaret porque me gusta mucho ese formato.
—En Ibiza, en verano habrá más salidas, pero el invierno se utilizará para crear o ensayar.
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—Sí. Hacemos muchos eventos para empresas o instituciones. Me fui separando de todo lo que es el mundo de la noche y abrí un camino para trabajar para ayuntamientos y me he especializado. En invierno, hacemos un poco de todo y la Navidad es nuestra temporada alta. Este año he podido dirigir el encendido de luces de Ibiza y fue muy bien. El pasado hicimos además la inauguración del Medieval y escribimos el guión. Después, tenemos ferias o trabajamos para La Movida. Tenía muchas ganas de trabajar todo el año y huir de hacerlo sólo en temporada porque pasa factura. Lo he intentado, pero no hay ese volumen de trabajo, aunque cada vez hay más eventos. Mi sueño es hacer teatro, ya sea en sala o fuera. Lo que me gusta es contar historias y también los espectáculos con elencos grandes. Me gustan los artistas versátiles y con capacidad de adaptarse porque en Ibiza faltan tiempos de producción. Nunca sobra tiempo, siempre falta. Me gusta gente con capacidad de resolver y busco artistas que vivan aquí todo el año y con quien se pueda crear un vínculo. Cuando escribo, lo hago para mis artistas, pero los tengo que conocer y se necesita tiempo. Es muy bonito descubrir a un artista en los ensayos. Son muy bonitos y me gustan más que el día del estreno. Todo el proceso de creación es genial.
—¿Hay cantera, gente joven interesada en seguir sus pasos?
—Sí, aunque estaría bien que hubiera más. Falta gente. Deben tener energía, ganas de aprender, disponibilidad.
—¿Viene gente de su parcela profesional a hacer la temporada?
—Sí, claro. Si llega algún artista interesante, lo intento incorporar, aunque me gusta mi plantilla fija. En la de Navidad, éramos unos 18. Es un equipo de colaboradores y compañeros que está muy bien.
—¿Cómo funciona el proceso creativo para dar vida a un show en el aire?
—Se hace en el gimnasio. Vas probando y experimentando. Hoy en día, en las redes hay mucho para ver e inspirar, pero hay que hacerlo en el gimnasio, buscando canciones y probando.
—Antes habló de dos escuelas, pero ¿hay algún país de artistas?
—Francia o Canadá para el circo. Dicen que hay mucha tradición y que el ciudadano de a pie está muy educado y siente un respeto al artista. Aquí me han preguntado si me pagaban por mi trabajo. Que si yo era la que hacía lo del ‘trapo’. Lo dicen sin maldad, pero no hay tradición. Hay que entender que los artistas son parte de la sociedad. Se dijo mucho en pandemia.
—Pero si se habla de Pinito del Oro.
—Rumbo me dice siempre de hacer una obra y que yo haga de Pinito del Oro. Los jóvenes no saben quién es, pero fue la trapecista más importante que ha dado España, trabajando incluso en Hollywood. Esa mujer no sé cuántas veces cayó y se rompió los talones. Trabajaba sin red, otra de las cosas que ha cambiado. Ahora los trapecistas llevan seguridad. Creo que ella hacía el trapecio ‘Washington’, que es muy grande, y hacía equilibrios con su cabeza. Era una loca.
—¿Cómo lleva a cabo sus talleres?
—Hacemos muchos en la calle para ayuntamientos. Son actividades para adolescentes. Al final, es tirar de lo que sabes que va a funcionar. Primero, hacen un calentamiento musical que es muy divertido. Si les motivas, ya no hay móvil ni nada. En es Viver tenemos un grupo para adultos y otro para chavales y los talleres deben ser versátiles porque en clase tienes a gente más en forma y a otros que no lo están tanto. Te tienes que adaptar. Yo soy un poco cañera en clase.
—¿Nota a faltar en Ibiza algún recinto para lo suyo?
—Más que para lo mío, para otras cosas. Es difícil hacer teatro durante una temporada. Mi opinión es que siempre van a faltar más teatros y un espacio de artistas sería estupendo.
—Ha hablado antes de lesiones.
—Nunca he tenido momentos muy complicados, aunque me caí de cuatro metros y me rompí un talón y estuve casi un año de baja. No me quedó secuela. He tenido lesiones, dolores de espalda, pero si te gusta...
—¿Cómo se ve Carol Brest en diez años?
—Con un centro propio donde formar gente y poder ensayar. Me encantaría tener una nave para crear una escuela de circo y poder hacer obras de teatro. Mi profesor de Madrid tiene una nave y los fines de semana hacen una especie de cabaret. Nosotros también viajamos y lo último ha sido estar en Casablanca, en Navidad, haciendo una promoción.
—Si le pregunto por la próxima temporada.
—Yo creo que será buena. A ver qué pasa con la nueva discoteca y si para mi gremio trae trabajo. Pinta bien. Hay mucho trabajo en bodas o villas y las instituciones se animan cada vez más a contratar artistas.
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