Armando Bastida. | Irene Arango

Armando Bastida (Logroño, 1979) inauguró ayer el ciclo ‘Xerrades per a famílies’ organizado por el Ayuntamiento de Sant Josep. Esta iniciativa busca proporcionar herramientas e información práctica para mejorar la convivencia y la educación en el ámbito familiar. Bastida, enfermero pediátrico de profesión, cuenta con miles de seguidores, muchos de los cuales no quisieron perderse su interesante charla titulada ‘Educar con sentido común’. La próxima cita será el 26 de febrero con la psicóloga Manuela López.

—¿Prefiere ser enfermero pediátrico o influencer?

—Sin duda, enfermero pediátrico. Lo otro es una consecuencia de mi profesión.

—Tiene miles de seguidores en redes sociales, ¿cómo surgió todo?

—Fue un poco casual. Comencé a escribir en un blog en 2008, un par de años después de que naciera mi primer hijo, y a la vez empecé a trabajar como enfermero pediátrico. Fue todo a la vez: tenía a mi hijo con pocos meses y quise aprender mucho sobre bebés porque acababa de ser padre y además comencé a trabajar en Pediatría. Esa sensación de estar aprendiendo cosas que no se habían hecho conmigo de niño y sentir que no eran del saber popular, me despertó esa vocación de querer transmitir y hablar de educación en la salud llegando a más gente. En ese momento aparecieron las redes sociales. Facebook fue la primera y me dio esa oportunidad de divulgar.

—Tal como rezaba el título de su charla, ¿se puede educar fácilmente utilizando el sentido común?

—En realidad, el título es un poco trampa porque se supone que todos educamos con sentido común. He querido tratar de explicar cómo funcionan los niños o cómo creemos que funcionan y, a partir de ese conocimiento y de la evidencia, ver qué nos dice el sentido común dando una vuelta a lo que creemos que estamos haciendo bien porque se ha hecho toda la vida, aunque ello no significa que esté bien o que no sea mejorable. Cada generación debe intentar hacerlo un poco mejor que la anterior.

—Cuando se tiene un hijo, todo el mundo intenta dar consejos y muchas veces los padres no saben cómo actuar.

—Totalmente. Tenemos un poco la sensación, o se nos dice para que tengamos hijos, que un bebé, cuando nace, sólo duerme, come, se le cambia el pañal y vuelve a dormir. Sin embargo, allí falta hablar de sus llantos para reclamar cosas que a veces no sabemos qué pueden ser. Además, hay bebés con más temperamento o menos o que se adaptan mejor a tu vida y otros a quienes les cuesta más. Se trata de ayudar en esta fase y también, a partir de los dos años o año y medio, cuando tu hijo comienza a pedir cosas que no son básicas, sino que es lo que tiene otro niño en la mano o lo que ha visto en un anuncio. Además, tendrán rabietas y otro tipo de emociones. Cuando nosotros éramos pequeños, a nuestros adultos les costaba mucho aceptar estas situaciones. Si estábamos enfadados y llorando, nos decían que así no podíamos estar, que teníamos que estar contentos. Ahora sabemos que hay que educar, pero también permitir las emociones porque todas son genuinas y válidas.

—Usted comparte consejos y recursos sobre salud infantil, ¿cuáles son las inquietudes más habituales que le transmiten los padres?

—Sobre todo, el tema del sueño y la alimentación porque hay muchas dudas. Desde hace unos años se recomienda ofrecer a los niños trozos de comida, no tanto triturada, y hay muchas dudas al respecto porque las familias no lo entienden y recuerdan que ellos nos lo daban todo triturado.

Los bebés, sin embargo, parece que están esperando eso y se llevan las manos a la boca, como preparándose para cuando tengan un trocito en la mano, poder comerlo. Sobre el sueño, como nos afecta tanto a los adultos, con nuestros horarios tan controlados y trabajando ahora los dos miembros de la pareja, buscamos conseguir que el pequeño duerma un poco más.

—Usted ha dicho que si se quiere estar presente en sus recuerdos del futuro, hay que estar en las vivencias del presente. Con el ritmo actual, será difícil para los padres.

—Muy complicado y lo comento en las charlas. Ahora sabemos mucho más sobre educación, que nos necesitan y que esperan compartir nuestro tiempo. Si repasamos nuestra infancia y nos preguntamos si nuestro padre jugó con nosotros, la respuesta suele ser que no. Tampoco es que haya que reprochar nada. Era así. En mi casa éramos seis hermanos y lo último que podía esperar es que mis padres se sentaran a jugar con nosotros. Ahora, con menos hijos y trabajando más, es verdad que hay muchos ratos en casa y, aunque no sea jugar, les podemos incluir en actividades de la familia como preparar la cena; que estén presentes porque lo notan y lo sienten y, si no lo tienen, de alguna manera lo demandan, no tanto diciendo que sienten la necesidad de estar con los padres, pero sí comportándose de manera errática. A veces montan rabietas, les das una cosa y quieren otra o se despiertan en la noche reclamando tu presencia. Al final, lo que te están diciendo es que te necesitan y quieren estar más tiempo contigo.

—En sus libros habla de educar con sentido común y con respeto y amor. ¿Se pueden conjugar las dos fórmulas?

—Es una colección de cuentos y los titulamos así. Al final, cuando uno educa con respeto, lo está haciendo con amor y viceversa. Ello no significa dejar que el niño haga lo que quiera, lo cual es una falta de ese respeto al final. Respeto es acompañar al niño y marcarle los límites que debe tener, porque ellos no saben cómo funciona la sociedad en la que estamos y hay que ir mostrándoles nuestros códigos y normas sociales y eso es respeto al final.