«Cuando yo hice la mili, por las noches había imaginarias y siempre estábamos dos. En la residencia, ahora hay noches en las que hay solo una de las chicas y eso es algo que me preocupa». Quien así habla es uno de los usuarios de la residencia de mayores de Formentera, que pide no desvelar su identidad en su conversación con Periódico de Ibiza y Formentera. Deja claro que, personalmente, su situación dentro del centro «es buena». Sin embargo, comparte las reivindicaciones de las trabajadoras sociosanitarias porque, asegura, «estas chicas dan el ‘do’ de pecho cada día y están en todo momento al pie del cañón».
Este usuario admite que hasta ahora «no ha pasado nada» en esas noches en las que solo hay una sociosanitaria para atender a los 18 usuarios del centro. Sin embargo, tiene claro que «podría pasar». «Incluso le podría pasar algo a la misma persona que está de guardia», asegura, «es una de las cosas que a mí me preocupa. Sobre todo por las chicas porque yo, gracias a Dios, estoy bastante bien. Pero si alguien se cae de una cama, por ejemplo, una chica sola no puede levantarlo. ¿Qué va a hacer? ¿Llamar al hospital para que vengan a ayudarla? Esto es lo más preocupante».
El mismo usuario relata que no se siente «desatendido» pero puntualiza que «tal vez» se deba a su capacidad de adaptación: «Intento adaptarme a las circunstancias. Si me levantan a las 8.00 horas, estupendo. Y si lo hacen a las 9.00, estupendo también. Lo importante es que estas chicas son afectuosas, cariñosas. Y me sabe mal por ellas».
Llegó a la residencia de Formentera hace 14 meses. Asegura que el primer año de estancia «ha ido bien». Sin embargo, ha sido en las últimas semanas cuando la situación ha cambiado: «Por ejemplo, antes había tres chicas por el día y dos por la noche. Por el día iba un poco justito pero bien. Ahora somos aquí 17 personas. Solo 10 podemos comer por nuestra cuenta. Y dentro de este grupo, hay dos o tres que tienen una dieta especial porque no pueden tragar bien. Las chicas han de estar pendientes. Es decir, a la hora de comer no es solo servir platos. Tienen que estar pendientes de estas cosas. Para ellas, esto es más tensión. Pero lo hacen».
Ha sido el cambio de horarios el que, en su opinión, ha generado el problema. «Una sola persona de guardia es una responsabilidad inmensa y eso ha pasado varias veces en las últimas semanas», subraya, «ahora hay varias chicas de baja y otras tuvieron vacaciones en Navidad. Se han juntado varios factores. A mí me gustaría que las chicas puedan trabajar con una dinámica positiva. Ahora no pueden hacerlo y van corriendo a todo. Hasta hace un mes no había estos problemas. Había tres chicas de día y dos de noche y con su entrega era suficiente. Pero ahora hay cierto descontrol».
Por parte de las familias, la preocupación es también evidente. Así lo explica el hijo de uno de los residentes, que tampoco ha querido identificarse públicamente. En su caso, su familiar, de unos 90 años, paga «entre 800 y 1.000 euros mensuales» por la estancia en el centro. «Lo que cobra de pensión y un poquito más», añade. Y explica: «La calidad de la asistencia ha bajado en el último año. No sé si porque hay menos personal o por qué. El Consell dice que se cumplen las ratios pero hace unos meses las cosas estaban bien y ahora no. Mi familiar lleva aquí un año y medio y, cuando entró, tenían actividades como el bingo o las manualidades. Ahora no hacen nada de eso porque las chicas no tienen tiempo. Tal vez es que antes los residentes no necesitaban tanta ayuda y ahora sí, no puedo asegurarlo. Pero, si hay una residente encamada con la que las chicas tienen que estar una hora por la mañana y otra por la tarde, yo quiero lo mismo para todos».
La misma persona asegura que los residentes pasan ahora el tiempo como pueden. «Unos están en la habitación, otros están viendo la TV, se tienen que entretener solos», denuncia, «pero hablamos de gente que necesita actividades, que necesita movimiento, acción, que su cabeza esté haciendo cosas. En el centro de día hay fisioterapeuta, psicólogo, otros técnicos. A la residencia no viene nadie a verlos. Ni siquiera el psicólogo para ver cómo están».
Sobre el trabajo de las sociosanitarias, este familiar asegura que «hacen lo que pueden». Pero también indica que no está de acuerdo con que lleven a cabo labores que no les corresponden, como son las curas. En este sentido, explica que su familiar toma anticoagulantes y que esto debería estar «controlado por la enfermera» de la residencia: «Si se da un golpecito, le sale herida. Y, encima, tiene diabetes. Hay dos enfermeras pero una está de baja y, en Navidad, la otra se fue 15 días de vacaciones. Las curas se las hacía una chica que venía del centro de día. Que yo sepa, no tiene ningún título de enfermería. Las glucemias también debería controlarlas la enfermera. Pero lo hacen las chicas».
Las quejas prosiguen porque su familiar fue uno de los residentes que se vio afectado por la falta de agua caliente. Sobre esta cuestión explica que «es verdad que le hacían una limpieza pero no una ducha en condiciones». «Yo creo», añade, «que, si algo se rompe, hay que arreglarlo. Y dos semanas para arreglar eso me parecen mucho tiempo».
Este familiar se despide señalando que «los residentes no están dejados de la mano de Dios pero hasta hace un año recibían un trato de calidad y ahora no es lo mismo».
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