Arriba, Diana Bravo Rodríguez tras su charla con Periódico de Ibiza y Formentera. | Irene Arango

Diana Bravo Rodríguez (Chile, 1956) lleva en España desde el año 1974, concretamente en Barcelona, y decidió venir 11 años más tarde a Ibiza para vender minerales en los distintos mercados y hacer la temporada. No fue hasta 1995 cuando Bravo se mudó definitivamente con su familia a la isla    y montó el comercio Cuarzos Ibiza, en el barrio de la Marina. Una tienda de piedras y minerales que ha estado abierta desde hace 30 años, pero que hace más de un mes cerró por la jubilación de Diana Bravo Rodríguez.

—¿Cómo llegó a la isla?

—Yo llegué desde Barcelona para formar parte de los mercados de temporada y luego regresábamos. Definitivamente nos quedamos hace casi 30 años cuando alquilamos una tienda y empezamos con Cuarzos Ibiza.

—¿Por qué se afinco definitivamente aquí?

—Cuando conocí a mi pareja vivía aquí, en el campo en Sant Carles y me gustó mucho. Criar aquí a los niños era lo mejor que podía hacer, por lo que en verano veníamos aquí y luego regresábamos a Barcelona. Pero, sobre todo, decidí quedarme por la belleza de Ibiza y su gente, que siempre nos acogió. Que mis hijos pudiesen estar en el campo, jugar, ir en bicicleta… era muy difícil en Barcelona porque siempre estás rodeado de edificios y aquí crecen de otra manera.

—¿Por qué decidió crear la tienda?

—Mi pareja era joyero y trabajaba con los minerales y piedras, por lo que vendíamos ese material en las tiendas. Entonces comenzamos con la tienda porque queríamos traer otros minerales del mundo y poder ofrecerlos en la isla, no solo por su belleza, sino por el tema energético de sanación a través de las piedras.

—¿Qué le llamó la atención para montar su tienda en La Marina?

—Esta zona siempre ha sido para mí muy especial. Desde que vine aquí tuve un flechazo, ya que me parece preciosa. También la gente en verano venía mucho para trabajar. Hago cuatro viajes al día para poder llegar aquí porque es un regalo estar aquí con los vecinos y con mis clientes.

—Entiendo que tenía sus clientes fieles.

—Sí. Cada año volvían y pasaban a saludar y comprar. Además, éstos recomiendan la tienda, pero también la gente de aquí venía. Después de tantos años he tenido una clientela muy fiel.

—¿Han venido a comprar a su tienda por la belleza de estas piedras o por tema espiritual?

—Ambas cosas. Empecé a estudiar y a informarme sobre las propiedades de las piedras y cómo te pueden ayudar, por lo que también las vendía para ello. Después la clientela, sobre todo mujeres, venían y me pedían recomendación. A partir de ahí, estudiábamos su situación y le ofrecía una piedra que le fuese mejor. También les decía cómo usarla, ya sea como pulsera, collar o la piedra sin nada. Al final se corrió la voz de que si necesitabas un tipo de ayuda, podías venir a mi tienda. Estoy muy contenta de poder haber ayudado a tanta gente con este negocio.

—Le gustaba también esa parte de negocio en la que podía tender la mano a la gente.

—Exacto. No solo era por el dinero, que también porque tengo una vida y un negocio que mantener, pero me gustaba mucho poder aconsejar y ayudar. Son pequeñas ayudas, ya que no son mágicas las piedras, puesto que también tienes que hacer un trabajo tú mismo para estar bien. Es un trabajo bonito porque estás vendiendo cosas bonitas a la vez que ayudas.

—¿Cómo ha cambiado el negocio durante estos años?

—Cuando yo empecé La Marina tenía muchísima vida. Todo pasaba aquí, todo el mundo pasaba a las tiendas, a comer, a cenar… El puerto antes estaba ahí, por lo que era impresionante la vida que tenía la zona. Cuando cambiaron el puerto se calmó más y tendríamos que darle más vida con lo bonito que es.

—Y cerró la tienda por jubilación.

—Sí. Voy a cumplir 68 años en nada y eran 30 años, por lo que tenía que parar ya porque no tengo la misma energía que cuando empecé. Tomé la decisión ya hace tiempo.

—¿Nadie se pudo quedar con el negocio?

—No, puesto que el local no era mío, sino lo hubiera traspasado. De hecho, ya había una pareja interesada, pero la dueña va a quedarse con el local y montar una recepción para los apartamentos de lujo que hay debajo. Me hubiese gustado que se hubiese seguido, pero también mis hijos tienen otros trabajos. Me da pena cerrar porque son muchos años y cada vez quedan menos comercios de toda la vida en la zona.

—¿Le costó tener que tomar la decisión?

—Sí. Ahora lo puedo hablar sin ponerme a llorar, pero cuando empezó la temporada, antes de anunciarlo públicamente, no podía. Avisé a mis clientes por mensaje y todos fueron súper buenas personas.

—¿Cuál es el rumbo que va a tomar usted ahora?

—Voy a disfrutar de mi jubilación. Tener más tiempo para mí: salgo a caminar todos los días, me quiero apuntar a clases de yoga, a natación, leer y pasar más tiempo con mi familia y amigos.