Francisco David Lorenzo.

Francisco David Lorenzo (Canarias, 1982) es Doctor en Psicología y presidente autonómico de Socidrogalcohol Canarias, que es la sociedad más importante en el campo de las investigaciones a nivel de drogodependencia, y también es vicepresidente y responsable de formación de San Miguel Adicciones, pionera en drogadependencia en Canarias. Este profesional, cuya pasión por la psicología nace desde muy pequeño, visitará Ibiza para realizar una charla este 18 de octubre sobre Adicciones y cannabis: estrategias de regulación.

— Este 18 de octubre participa en la IV Jornada ‘Vivir sin tabaco… sin humo’ con su charla sobre ‘Adicciones y cannabis: estrategias de regulación’. ¿Puede usted adelantar algunos conceptos sobre los que girará esta ponencia?

— Esta charla se centrará en el cannabis y en los efectos de esta sustancia desde la investigación y sin criminalizar aquello que ahora está de moda, sin legalizar o no, ya que mi función no será hablar tanto de la temática de las drogas, sino hablar un poco más desde el campo de la investigación. Por ejemplo, de las evidencias científicas que giran en torno al consumo. Para ello había pensado hablar de elementos desarrollados a partir de la infancia para trasladar cómo son los procesos a nivel neuronal, cognitivo, sistémico y familiar que pueden influir a la hora de generar una personalidad que sea más vulnerable para tener comportamientos adictivos el día de mañana. Queremos hacer como un repaso e ir montando un cerebro humano para enseñar a los asistentes de qué forma aprendemos a regularnos a través de elementos externos o bien a través de elementos internos, y qué regulaciones pueden hacernos más vulnerables a tener una personalidad más adictiva o con factores de riesgo.

—¿De qué manera puede el entorno social influir en las adicciones?

— Hablaremos en la charla del contexto social y también de cómo influye precisamente en el consumo de cannabis. Compartiré con los asistentes toda la información relacionada con las políticas hacia este consumo y de las medidas actuales, pero también hablaremos de la interacción en el contexto educativo y de cómo influyen las drogas en nuestro desarrollo, en nuestro temperamento, en nuestra biología y personalidad, y de cómo en ese binomio podemos hacer muchas cosas para desarrollar factores de protección o para todo lo contrario.

— ¿Diría que ahora somos más vulnerables a las adicciones que antes? ¿El cannabis es la sustancia que comienza a consumirse a una edad más temprana?

— Sí a ambas preguntas, y no es algo que diga yo. Los estudios hablan de una mayor precocidad de las adicciones y, además, también señalan que antes los elementos protectores eran más fáciles de transmitir en ambientes familiares y educativos. Hoy en día, por ejemplo, el desarrollo de elementos como la tolerancia, la frustración, la capacidad de espera y la regulación de la impulsividad lo que hacen es hiperactivar las zonas subcorticales de nuestro cerebro, que son las áreas más emocionales, y esto nos lleva justamente a tener después más carencias en las áreas de neocorteza del cerebro, que son las áreas que nos ayudan a ser capaces de inhibir un comportamiento, a tener perseverancia y a demorar una recompensa, entre otros elementos. Vivimos en una sociedad en la que tenemos una oferta de estímulos cada vez mayor que aumentan la impulsividad. Una sociedad que no está favoreciendo estas áreas del cerebro y que, por lo tanto, está influyendo en la formación de hábitos que, a su vez, condicionará la formación de la personalidad.

— Cuando habla de esta sobrestimulación, ¿se refiere, entre otros motivos, al gran impacto de las redes sociales y sus consecuencias para la salud mental?

—No solamente tenemos el aumento en el uso de las redes sociales, que no hay que demonizarlas aunque sabemos que pueden influir negativamente cuando se usan de forma inadecuada. No obstante, si reflexionamos, seguimos teniendo adicciones como hacía 30 o 40 años, sin embargo, han ido surgiendo nuevos hábitos. Otro problema que tenemos es consecuencia de la industria de la publicidad en las redes sociales o la publicidad en el ámbito de los juegos de apuestas porque cuanta más inmediatez y más recompensas gratificantes de forma inmediata tenga la población, más personas habrá con neurosis y comportamientos compulsivos que no sabrán regularse. Hoy en día estamos muy expuestos a todo ese tipo de comportamientos.

—¿Qué tipo de adicciones son, actualmente, las más emergentes? ¿Ahora mismo qué hábitos tóxicos son los más frecuentes?

—Ahora mismo nos preocupa mucho en el caso de las chicas ese comportamiento competitivo nocivo en el consumo de tabaco porque hay un aumento significativo tanto con los cigarros como con el cannabis y el alcohol, que son de las drogas más consumidas por ellas. Nos estamos encontrando también, como te decía anteriormente, con un consumo precoz que está produciendo un aumento de trastornos psiquiátricos. Estamos hablando de una población vulnerable, que son los adolescentes, donde existe un proceso y un desarrollo cognitivo y neuronal importante en el que estas sustancias afectan. Además, los comportamientos relacionados con los juegos de apuestas, aunque se ha intentado controlar a nivel legal con algunas de las medidas que se han llevado a cabo, aumentan y seguimos teniendo un problema importante debido al acceso de los jóvenes. También con el acceso a las redes sociales y su necesidad de ser visto, de ser reconocido por parte de los demás a edades muy tempranas; esto no favorece a la protección.

— Los jóvenes, además, sufren mucha más presión social desde las redes sociales.

— Sí, exactamente. Si lo analizamos, nosotros somos la especie más dependiente, la especie que necesita más cuidado. Un bebé tiene una dependencia más vertical porque depende mucho de los adultos, pero cuando llegamos a la adolescencia vamos generando una dependencia más horizontal en la que nuestros iguales van teniendo mucha más influencia en nosotros. La madurez se va desarrollando cuando esa dependencia ya no tiene tanto que ver con los demás, sino en el momento de formar mi propio criterio e importándome menos lo que piensen de mí los demás. Las redes sociales están creando un proceso de involución en este proceso de madurez porque estamos creciendo con una gran necesidad de aprobación de los demás, comparándonos con ellos. Es cierto que son herramientas con una función que tenemos como humanos, pero cuando se globalizan nuestro cerebro no es capaz de soportarlo porque para el cerebro es una situación muy estresante que puede saturar el sistema.

—¿Qué trastornos mentales pueden causar las adicciones a largo plazo? ¿Podrían contribuir al desarrollo de enfermedades como la patología dual?

—Sí, incluso a corto plazo. Por ejemplo, si hablamos del consumo de cannabis hay evidencia científica suficiente de que en adultos y jóvenes hay entre un 5 y un 15 % de la población que va a ser muy vulnerable a desarrollar una esquizofrenia si tiene este tipo de consumos. También de tener una psicosis por intoxicación aguda o algún tipo de brote psicótico ante este tipo de sustancias. Hay un porcentaje también importante de personas que van a desarrollar trastornos ansiosos, incluso cronificados, o trastornos en el estado de ánimo como los trastornos depresivos. Hay mucha evidencia, aunque es verdad que algunas de estas consecuencias pueden suceder a medio o largo plazo; es un riesgo con el que cada uno tiene que reflexionar sobre por qué necesitamos algo externo para regularnos y para lograr un estado de bienestar que no somos capaces de conseguir por nosotros mismos.

—Usted resalta mucho en sus ponencias la falta de alternativas de ocio saludable para los jóvenes, ¿cree que no son capaces de encontrar otras opciones para divertirse fuera de la fiesta?

— Si nos remontamos a la infancia, tenemos niños que están hiperestimulados con demasiada tecnología y expuestos a comportamientos que desregulan el sistema dopaminérgico, que es crucial en el desarrollo de la adicción, como la exposición fácil también a videojuegos, a las redes sociales y a regalos. Cuando llegan a la adolescencia se va a unir esta hiperestimulación en la infancia con el propio proceso de la adolescencia, que es una etapa tremendamente demandante del neurotransmisor que nos estimula como es la dopamina. Si al final no les ofrecemos a los jóvenes una oferta de actividades para poder conseguir estos niveles de dopamina que los estimulen desde un punto de vista más prosocial y natural, por desgracia muchas veces buscarán esta sensación de una forma no tan sana.

— También habla con preocupación del aumento de casos de adicción relacionados con el cannabis. ¿Por qué cree que esta sustancia es tan emergente entre los jóvenes? ¿Considera que los adolescentes tienen una baja percepción de riesgo sobre el cannabis?

—Totalmente. Es una pregunta muy compleja que requiere mucha reflexión sobre muchas situaciones que están ocurriendo. Por ejemplo, hay un negocio gravísimo del narcotráfico ilegal de guante blanco y se está intentando desarrollar una droga más legal que pueda generar un negocio importante para muchas industrias. De hecho, hay empresas grandes y potentes que están desesperadas por estudiar, investigar y conseguir grandes logros con esta sustancia, pero que no han conseguido los efectos tan prometedores que buscaban. Por otra parte, tenemos la propia sustancia, que es el cannabis. El THC es el principal principio activo del cannabis que se acumula en tejidos de alto contenido lipídico; es una sustancia que puede permanecer en nuestro cerebro unas cuatro semanas. Esto provoca que, al interrumpir la ingesta de cannabis, la desintoxicación que hace mi cerebro es paulatina y no genera un síndrome de abstinencia como puede generar otras drogas.

—¿Por este motivo los jóvenes consideran que el consumo de cannabis puede controlarse y que no produce tanta adicción como otras drogas?

—Exacto. Mucha parte de la población percibe un mayor control sobre esta sustancia y cree que no le genera unos efectos tan dañinos o tan negativos. Si tú consumes cocaína siendo adicto y dejas de consumirla, aparecerá un síndrome de abstinencia mucho más fuerte. En el cannabis es más complejo que aparezca este síndrome de abstinencia debido a la eliminación paulatina que desarrolla el cerebro porque, como decía, el THC es un líquido; es una pequeña grasa que provoca este efecto acumulativo. Por eso también hay que tener en cuenta que el consumidor de fines de semana ya es un consumidor crónico porque no ha dado la oportunidad de generar esa eliminación total en su cerebro. Actualmente hay una gran confusión entre los jóvenes porque se está hablando mucho del cannabis medicinal y de cannabis recreativo, que son dos cosas totalmente diferentes.

—¿Los jóvenes tienden a comparar ambos consumos?

—No tiene ningún sentido hacer estas comparaciones porque hablamos de cannabis medicinal, igual que podemos hablar de opiáceos que también son fármacos medicinales y nadie se plantea consumirlos desde el punto de vista recreativo. Lo mismo debería ocurrir en el caso del cannabis, pero por desgracia la población se confunde y piensa que este consumo tendrá unos efectos prometedores que nada tiene que ver con la realidad.

—¿Quiere añadir alguna aclaración importante antes de su charla este 18 de octubre?

—Señalar que mi idea durante esta charla será no sólo centrarme en el cannabis, sino también hablar del desarrollo de hábitos adquiridos en la infancia, y de cómo, por ejemplo, a través de maltratos físicos y a nivel psicológico, se van afectando determinadas áreas del cerebro que después nos llevarán a tener una vulnerabilidad mucho mayor a la hora de regularme a través de sustancias y comportamientos adictivos. Personas que han pasado por procesos traumáticos, según varios estudios, son más propensos. Me gustaría explicar en la charla qué pasa a nivel cerebral en estos casos; hablaré de estructuras como el tálamo, el hipotálamo, de las zonas del cerebro en el aprendizaje y del sistema límbico. Cómo las áreas modernas de las funciones ejecutivas no se desarrollan de la forma adecuada cuando hacemos daño al niño tanto desde el punto de vista físico como a nivel emocional. Al final, la decisión de consumir cualquier sustancia nunca será una decisión desde el punto de vista racional, sino más bien desde el punto de vista emocional.