Pere Vilàs Gil (Ibiza, 1944) recibirá hoy la Medalla de Oro de la ciudad de Eivissa por su trayectoria como investigador de la historia de la isla y, concretamente, de los corsarios que siglos atrás surcaron nuestro mar. Vilàs nació un 5 de junio de 1944, el día en el que partieron las naves que al día siguiente protagonizaron el desembarco de Normandía, conocido como Día D, y que supondría el punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial. Un suceso que, a miles de kilómetros de distancia, les era ajeno a la familia de Cas Saboner, que aquella jornada celebraba la llegada de su único hijo. 80 años después, su ciudad le rinde un merecido homenaje por su labor investigadora.

—¿Ya tiene escrito su discurso con el que recibirá la Medalla de Oro de la ciudad de Ibiza?
—Lo tengo en la cabeza, pero no escrito. Hay que dar las gracias, está claro.

—¿Se esperaba que este día pudiera llegar?
—Absolutamente nada. Nunca me lo había imaginado. Cuando me llamó el alcalde me cogió de sorpresa. Yo he hecho seis informes para premiados con la Medalla de Oro y pensaba que me pedía que hiciera otro. Y resultó que no, que este año me tocaba a mí. Nunca hubiera pensado que me podría tocar a mí y el alcalde me dijo que esto lo decidían ellos, los políticos, no yo. Y tiene mucha razón. Le expresé mi alegría y le di las gracias.

—Sin su trabajo, los ibicencos no sabríamos tanto sobre nuestra historia.
—Yo no diría tanto. Gracias a Dios, hoy tenemos historiadores de mucha importancia que sí que pasarán a la historia. Y no quiero nombrar a ninguno porque seguro que me dejaría a alguien y no quedaría bien, pero a los que les gusta la historia o a los simples lectores los tienen muy presentes y seguro que pasarán a la historia.

—¿Hay cantera de jóvenes en Ibiza con ganas de investigar?
—Para mí uno de 50 años es joven así que de esta edad sí que hay y de muy buenos. De jóvenes de verdad no lo sé, ya me quedan muy lejos.

—¿Desde cuándo empezó su interés por el pasado?
—El interés lo he tenido siempre, desde que estudiaba el Bachillerato. No era un alumno excelente, las cosas como son, pero siempre me había interesado lo que había pasado en nuestra tierra y pensaba sobre ello. Antes no se hablaba de Ibiza, nos daban historia de España y ya está. Como si no tuviera importancia la historia de aquí. Te estoy hablando de los años cincuenta. El primer libro de historia de Ibiza que leí fue el de Macabich, que además fue mi profesor y muy querido.

—¿Qué le gustaría que se investigara sobre Ibiza y Formentera que aún no se ha publicado?
—Seguro que aún queda mucho por descubrir, y cuanto más alejado está todavía más. Estos días estoy leyendo un libro sobre los judíos ibicencos que me ha gustado mucho, ‘Historia de los judíos en Ibiza’ ( Es de Joaquín Madrid Aznar, que no lo conozco personalmente y me ha causado una muy buena impresión. El tema de los judíos ha estado proscrito durante muchos años por influencia de la Iglesia Católica y no se le ha dado la importancia que tenía aquí, que no era tanta como en Mallorca, donde sí que lo tienen muy bien estudiado. ‘Nito’ Verdera, mi amigo, ya lo decía y este es el primer libro que veo con bastante información sobre los judíos en Ibiza.

—De sus trabajos, ¿hay alguno del que esté especialmente orgulloso?
—Sí, quizás podríamos citar dos. El primero, la biografía del maestro Joaquim Gadea, que fue uno de los primeros que hice. Tenía aún poca experiencia en investigación, me gustó y trabajé mucho en él. Fui descubriendo cosas cada días. Luego está la biografía del corsario Jaume Planells Ferrer ‘Sit’. Así como en otros trabajos han aparecido varios corsarios, en este solo escribí de él. Aquellos hombres estaban hechos de otra manera.

—La mayoría de sus estudios están vinculados con el mar. Entiendo que el Club Náutico de Ibiza ocupa un lugar importante en su vida.
—Nosotros somos una familia, hay otras también, con cinco generaciones de socios del Club Náutico de Ibiza. Mi abuelo, que no lo conocí porque murió antes de nacer yo, estuvo en la junta directiva fundacional. Mi padre fue socio y los domingos por la tarde me llevaba al club. Él se reunía con mis amigos mientras yo daba vueltas por el muelle y cogía cangrejos. A mí me salieron los dientes en el Club Náutico. Mi hija es socia y un nieto me ha salido marinero y forma parte del equipo de regatas del Club Náutico.

—¿Sigue yendo desde que cambiaron de manos las instalaciones?
—No, no he vuelto a poner los pies allí. Supongo que no me dirían nada, que sigue estando abierto. Tampoco nadie me ha invitado. No lo necesito.

—He leído que el primer Vilàs que llegó a Ibiza era de Tortosa, se casó a mediados del siglo XIX con una ibicenca y era jabonero. ¿Su bisabuelo, quizás?
—Así es. Un oficio que continuó en mi familia hasta que me tocó a mí. Yo ayudaba a mi padre, que me llevaba a la fábrica los días que no tenía colegio. Los tiempos habían cambiado y empezaron a traer a Ibiza jabón en polvo y productos de grandes empresas químicas contra los que mi padre no podía luchar y tuvo que cerrar la fábrica. Lo que sí que ha quedado en la familia es el nombre de Cas Saboner.

—Tras sacarse el Bachillerato, se dedicó a la vida militar. ¿Por qué?
—Me interesaba hacer el servicio militar obligatorio y me hice voluntario. En aquella época te podían enviar al Sáhara o a Ifni. Yo vivía en un piso con mis padres –que aún es mío– en la calle de las Farmacias, en la calle Aníbal, y en el racó de sa murada, después del Pereyra, estaban las oficinas de Artillería, por lo que me iba muy bien. Siendo voluntario tenía que hacer cuatro o cinco meses más se ‘mili’, pero valía la pena porque haciendo guardia allí mi madre me traía un bocadillo para cenar con el que los peninsulares alucinaban. Tuve la ocasión de reengancharme y hacer unos cursos de oficial de complemento fuera de Ibiza. Ascendí a alférez de complemento cuando ya había cumplido con el servicio militar y con esa graduación pedí la reincorporación. De manera que, donde había sido soldado y cabo primera volví al poco tiempo con la categoría de alférez de complemento, en la Agrupación Mixta de Artillería. El Ejército me gustaba y los oficiales estábamos socialmente bien considerados y no cobrábamos mal, pero los oficiales de complemento, en aquella época, a los 35 años nos teníamos que marchar, así que empecé a buscar trabajo. Además, cuando yo nací mis padres ya tenían cuarenta y pico años y soy hijo único, por lo que me preocupaba por quién se ocuparía de mis padres en un futuro. Entonces no era como ahora, encontrar un trabajo de administrativo, por ejemplo, no era tan fácil. Dejé el Ejército cuando encontré trabajo en GESA, que fue una aventura porque no sabía muy bien qué iba a hacer. Primero estuvo un tiempo fuera porque me encargaron continuar con la electrificación de Formentera. Luego me encargaron también el primer cable submarino entre Ibiza y Formentera. Yo tenía 27 o 28 años, buceaba y me encantaba el trabajo. Era una experiencia única, había pocos cables submarinos eléctricos. Y luego me encargaron la unión submarina entre Mallorca y Menorca. Estuve 38 o 39 años en GESA.

—¿Le hubiera gustado sacarse una carrera universitaria?
—Sí, me hubiera gustado pero mi padre no podía pagármela porque había tenido que cerrar la fábrica de jabón.

—El malestar de los ibicencos por la situación de masificación que sufre la isla y el encarecimiento de la vida y, por lo tanto, de bienestar es cada vez mayor. ¿Le preocupa el futuro de Ibiza?
—Sí, está claro. No tanto por mí, pero sí por mi familia, porque tengo hijos y nietos. Pienso que no estamos siguiendo el camino correcto. Una cosa es recetar y la otra tomarse la medicina, pero para esto están los políticos, para saber cómo hay que tomarse la medicina. Estoy convencido que de alguna manera hay que ponerle freno a todo lo que está pasando y gestionar mejor lo que queda. Ibiza, y buena parte del Mediterráneo, está perdiendo su esencia. Se nos escapa de las manos y pienso que habría que poner un poco de orden.

—Déjeme que le pregunte por un tema espinoso: ses Feixes de Vila. ¿Habrá algún día algún político valiente que se atreva a hacer algo en esta zona o tiramos la toalla?
—¿Qué es tirar la toalla? ¿Dejarlo como está? La idea de que aquello tiene mucha importancia porque cuando los musulmanes ya eran huertos está bien. También es una buena idea hacer un parque. Aquello, y hablo como propietario, durante muchos años fue una zona urbana y pagamos al Ayuntamiento todos los impuestos como zona urbana. Luego se decide que aquello tenía mucha importancia histórica y lo hacen rústico protegido para hacer un parque. ¿Lo has visto al parque? Yo no lo he visto. Un diputado, del cual no diré su nombre, dijo en su día que lo hacían rústico protegido para que las expropiaciones salieran más baratas. Esto quiere decir que nos quieren hacer pagar a nosotros este parque. A nosotros, como ciudadanos, ya nos va bien el parque, pero que nos expropien como urbano y no nos hagan pagar a nosotros el parque. Esta es la cuestión y de lo que yo me quejo.

—¿Qué objetivo se marca con 80 años?
—Seguir viviendo hasta donde pueda.

—¿Qué echa de menos?
—Muchas cosas. A mi mujer, a mis padres y aquella Ibiza de finales de los años 40 y los 50. Nosotros éramos niños felices que jugábamos todo el día en la calle y nos lo pasábamos bomba. Yo al menos estaba en una familia que me quería mucho y todo era para mí. Más tarde comprendí que no todos éramos tan felices, porque mis padres habían pasado por una Guerra Civil absolutamente horrorosa, no tiene otro calificativo. Lo llevaban en su interior. Los niños de la posguerra no nos enterábamos porque no se hablaba nunca de aquello ni de política, evidentemente. Cuando la historia empezó a interesarme comencé a tirar del hilo.

—¿Pasar el verano en su casa de es Figueral era una costumbre que ya practicaba con su familia antiguamente?
—Sí, en invierno subo uno o dos días y los fines de semana. Y en verano paso dos o tres meses. Allí pensaba que podría hacer muchas cosas, pero no tengo tiempo entre ir a la playa, leer los diarios y echar la siesta, no me queda tiempo para nada más que para leer algún libro.