Josep Antoni Tur Marí (Mallorca, 1957) asegura ser uno de esos ibicencos nacido en Palma, aunque siempre tiene a Ibiza en su corazón. Doctor en Farmacia, acaba de ser nombrado académico en la Real Academia de Farmacia, lo cual es como «la guinda al pastel» de una exitosa carrera. Tur es además catedrático de Fisiología en la UIB y Jefe de Grupo de Investigación CIBEROBN (ISCIII).

—Recientemente ha sido nombrado académico de la Real Academia de Farmacia.
—Es por elección según los méritos de cada uno en su vida profesional o académica. Es la guinda a muchos años de dedicación a la profesión, 45 desde que acabé la carrera. Tras ir pasando por etapas como el doctorado y llegar a la cátedra, he estado trabajando e investigando, participando también en proyectos científicos. Supone reconocer que, lo que has hecho, no lo has hecho tan mal.

—-¿Qué le supone entrar en la academia en su día a día?
—Principalmente, contactar con otros profesionales. Es otra actividad más, aunque tampoco me va a cambiar la vida. Yo trabajo en la UIB como catedrático de Fisiología e imparto mis clases y realizo mis investigaciones y, siempre, con un pie en el avión porque estoy abierto al mundo y a cooperar con muchos colegas, no sólo españoles, sino de cualquier parte. He estado ahora impartiendo un curso en Ávila y hace dos semanas estuve en Lisboa. Después, participaré en un congreso internacional en Bilbao y viajaré también a Valencia. Esta es mi vida: un día estar aquí y otro allí participando y trabajando con colegas. Desde ahora también viajaré mucho a Madrid para colaborar con colegas y organizar cursos y actividades.

—En el acto de la Real Academia impartió la conferencia ‘Vida perinatal y obesidad infantil. El papel del farmacéutico’.
—Me he dedicado siempre a la epidemiología nutricional o, dicho de otra forma, saber cómo comemos y qué repercusiones tiene sobre nuestra salud. Dentro de este ámbito, la obesidad es un tema importante. Es la pandemia que surgió en el siglo XX y que continúa en el XXI. A nivel nacional, en los adultos los niveles de obesidad no son los más altos de Europa y están dentro de la media, pero en obesidad infantil estamos en el segundo o tercer puesto por arriba y eso significa que las nuevas generaciones llegarán a adultas con enfermedades derivadas muy importantes como problemas cardiovasculares o de tipo psicológico. La calidad de vida de nuestros ciudadanos va a bajar. Si podemos conocer mejor los problemas que determinan por qué la obesidad se produce en niños y qué lo puede impulsar y qué lo puede destruir, es tiempo que ganaremos en relación a futuras patologías. En los últimos cinco años he participado además en un proyecto europeo sobre el tema y he escrito sobre ello en varios números especiales de revistas científicas de alto nivel. Como farmacéutico que soy, ves que la farmacia es el lugar ideal para utilizar ese factor de cercanía y confianza siempre en bien del paciente y de la salud pública en general. La gente va mucho más a menudo a la farmacia que al médico de primaria y tenemos capacidad de modificación, de consejo e influencia sobre los futuros pacientes que pudieran tener o tienen ya obesidad.

—¿Las Baleares también están en ese ranking tan preocupante sobre obesidad infantil?
—No, afortunadamente. Somos de los mejores en España, aunque no es ninguna alegría porque sólo el hecho de que haya un enfermo ya es motivo de preocupación. Estamos a un par de puntos de la media española que se sitúa entre un 16 y un 18%. En Baleares estamos sobre el 13 o 14%. No es una alegría porque sería mejor no estar en esa lista. Hasta ahora teníamos otro ritmo y estilo de vida. Vivíamos en otro ambiente; nos movíamos más y nuestra dieta era mucho más saludable. Esto, con el tiempo, va cambiando, y no a mejor, porque la sociedad balear actual no es la que yo conocí cuando era un niño, pero no hay que ser agoreros, todo lo contrario. Estamos mejor ahora que hace diez años porque el hecho de actuar como ‘Pepito Grillo’ ha causado que algo haya cambiado a mejor y en los últimos cinco o diez años han bajado las tasas sobre obesidad.

—Usted también participó en un estudio para que la dieta mediterránea fuera nombrada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
—En 2007 se creó una comisión con 16 científicos de países del Mediterráneo, desde Turquía a Italia o Francia. Hicimos así la Declaración de Barcelona que puso las bases con evidencias científicas utilizadas después por los políticos para sus exposiciones ante la UNESCO porque quien decide allí después son los gobiernos, no los científicos. Tengo ese honor: ser uno de los redactores de la declaración.

—¿El estudio le sirvió para confirmar si en otros países también se está perdiendo la dieta mediterránea?
—Hace años que estoy detrás del tema. Hoy en día, podemos decir que nuestra dieta es mediterránea en un 45%. El resto es dieta tipo occidental, que no es lo saludable ni lo culturalmente propio por nuestras características. Están mejorando los datos a base de campañas y consejos, aunque hay que tener claro que la dieta mediterránea no sólo es comer, es un estilo de vida y ello significa que, además de un alimento de calidad, debemos estar activos. Tenemos la suerte de vivir en un clima que nos permite estar en el exterior, movernos, y eso es lo que hay que hacer. Estamos hablando de términos cualitativos, pero si uno come mucha más cantidad de la que necesita, obviamente no se arregla nada, aunque sean productos mediterráneos. Hay que comer con raciocinio, cantidades correctas y adecuadas al gasto energético.

—Una de sus investigaciones aborda también el estrés oxidativo.
—Son unas palabras un poco complejas. Nosotros, para vivir, necesitamos oxígeno. Además, hace que todas nuestras actividades celulares y del organismo sean mucho más eficientes. A los humanos, esto nos ha permitido adaptarnos a multitud de ambientes, desde el más frío al más caliente. Al mismo tiempo, de ese oxígeno y sin hacer nada, un 5% se convierte en reacciones químicas muy agresivas que movilizan estructuras de sustancias tan importantes como las proteínas o las enzimas reguladoras del organismo. También pueden modificar las grasas. Incluso, con esas reacciones podemos causar mutagénesis, un paso inicial del cáncer. Nosotros tenemos una capacidad para fabricar sustancias antioxidantes que nos protejan. Si no logramos las suficientes, aquí podemos hablar de las dietas y los alimentos que contienen esos nutrientes antioxidantes como la vitamina C o algunos minerales. Cuando las células y el organismo no pueden resistir el efecto de esas reacciones, a eso se le llama estrés oxidativo que es el inicio de multitud de enfermedades.