La hija de Sara Calleja declaró en calidad de testigo y durante su testifical relató que a raíz de haber finalizado la relación con el acusado, notó que su madre tenía «miedo» y estaba «un poco asustada» porque el hombre le estaba molestando. «En el momento en que deja la relación, con el tiempo, el miedo va in crescendo, y se plantea poner una serie de denuncias y medidas al no aceptar él la ruptura», manifestó.
La vista oral arrancó con la declaración del acusado, quien reconoció que la relación finalizó por decisión de ella y dijo ser consciente de que tenía una orden de alejamiento. A pesar de ello, sostuvo que desde la ruptura no tuvo ningún contacto con ella, regresó a Bélgica y ahí volvió a hacer su vida.
De la misma manera, contra lo que sostiene Fiscalía, el hombre negó que enviara a la víctima cientos de mensajes y correos electrónicos con expresiones despreciativas e intimidatorias. Cabe destacar que en virtud de dos condenas dictadas por juzgados de León por amenazas y coacciones en el ámbito familiar, el individuo tenía prohibido comunicarse y acercarse a su expareja. Por tanto, tras los presuntos mensajes, ingresó en prisión y, al salir, en diciembre de 2014, la mujer se mudó a Ibiza ante el temor, según la fiscal, de que el procesado siguiera causándole daño.
En este contexto, la acusación asegura que el hombre le envió, al menos, una docena de paquetes postales --a su vivienda de León, donde vivía la madre de la víctima, algo que él también ha negado este martes durante el juicio, insistiendo en que no conocía la dirección de su expareja.
Venta de acuarelas
Del mismo modo, negó que publicara en redes sociales fotos de acuarelas que la mujer había pintado y que vendía a través de Internet, junto a comentarios despectivos. De hecho, sobre esto último, el encausado declaró que era ella quien tenía esa página en redes «para que la oficina de empleo no viera que vendía esos cuadros».
Posteriormente, a preguntas de su defensa, el acusado ha considerado que todas las denuncias, hasta «17 en una semana», que le interpuso la víctima se debieron a una denuncia previa que él había puesto hacia ella en el SEPE. «A partir de entonces, fue la guerra», ha reiterado.
Por su parte, la hija de Sara Calleja hizo hincapié en que el teléfono de su madre «no paraban de sonar» llamadas de un número muy largo y que, cuando fue consciente del «deterioro emocional» de la fallecida, quien insistía en que el procesado le estaba molestando, fueron a la unidad de ayuda a la mujer de la Policía.
Asimismo, la hija resaltó que a su móvil también llegaron llamadas con números largos, «probablemente de este hombre», dijo, refiriéndose al procesado.
«Mi madre murió por suicidio, pero ojo, hubo hechos que le indujeron a ello», concluyó la chica, quien recordó que su madre, antes, intentó suicidarse una vez.
El siguiente en declarar ha sido el compañero de piso de la víctima, a la que ha descrito como «una mujer con miedo, muy triste y angustiada». «La única vez que la vi algo más dialogante fue el mismo día o días antes del fallecimiento», ha añadido.
Los hechos juzgados se remontan a los años 2014 y 2015. Según el escrito de acusación, la relación entre ambos había finalizado en septiembre de 2013, pero el individuo no aceptó la ruptura y a pesar de la voluntad de la mujer de no querer seguir en contacto con él, insistía en querer verse
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