Dos de las usuarias de este servicio nadan en la piscina del Complejo deportivo de Can Coix. | Daniel Espinosa

Ternura, complicidad y felicidad sobre el agua. Es la imagen que despiertan Margarita y María Rosa Delgado mientras nadan, con pequeñas brazadas, en la piscina del complejo deportivo de Can Coix, en Sant Antoni. Ambas, que se conocen desde hace tiempo, tienen un grado de discapacidad intelectual leve, igual o superior al 33%, que les permite tener cierto nivel de autonomía.

«El perfil de edad de las personas inscritas para el servicio municipal del Aula de Terapia ha ido aumentando. También es importante que tengan cierto grado de autonomía para que puedan ajustarse a las diferentes actividades y participar en ellas», explica Aixa Provencio, educadora social de Sant Antoni mientras Margarita y María Rosa hacían ejercicios de aqua cross en la piscina municipal junto a otros adultos. Cabe recordar que esta localidad cuenta desde hace años con este servicio público, destinado a la inclusión social de personas con diversidad funcional.

No obstante, Aixa señala que con el tiempo se ha cambiado la dinámica de las actividades. «Antes eran muy lúdicas. Ahora disponemos de un personal estable, que se ajusta a las necesidades de las personas que participan», indica la educadora social resaltando que siempre se trabaja desde el punto de vista de sus capacidades, pero nunca limitando los actos de las personas apuntadas al programa.

En este sentido, explica que el servicio del Aula de Terapia intenta cumplir tres objetivos principales: fomentar la autonomía del grupo para reducir situaciones de riesgo que se puedan generar, facilitar la conciliación para paliar la sobrecarga de las familias, y la posibilidad de que las personas inscritas puedan romper barreras. «Les ayudamos a saber moverse para realizar actividades cotidianas como ir al supermercado u ofrecemos alternativas de ocio como los talleres de cocina en los que se preparan recetas. También reciben sesiones sobre salud bucodental o de educación emocional para favorecer la libertad de expresión.

La mayoría de los talleres se llevan a cabo en el Espai Jove de Sant Antoni», puntualiza Aixa mientras ambas mujeres salían lentamente de la piscina directas a las duchas del vestuario. Pese a estar muy unidas, Margarita y María Rosa Delgado no coinciden con sus preferencias en cuanto a las actividades que ofrece este servicio.

Popurrí de actividades

Mientras que María Rosa está encantada con los ejercicios acuáticos, Margarita es más fanática de la gastronomía. «Me gustan mucho los talleres de cocina, siempre utilizo mucha verdura», señala esta mujer ibicenca con gesto cálido y un brillo en los ojos. Relata que suele hacer «un popurrí de actividades» cada día. Entre sus pasatiempos preferidos están ir a la playa con su hermana, pintar y caminar por el municipio.

No obstante, su gran debilidad es su perrita Maggie. «Es mi mejor amiga. Es muy buena, pero come mucho. Un día va a explotar», señala Margarita minutos antes de desplazarse al Espai Jove de Sant Antoni para continuar con las actividades del día. Por su parte, María Rosa subraya, con la toalla enrollada en la cabeza después de la ducha, que se siente «contenta» al formar parte de este grupo. Relata que su familia es de Sevilla, pero se tuvieron que ir a Barcelona a trabajar. No obstante, la falta de un oficio estable les obligó a desplazarse a Ibiza cuando ella sólo tenía dos años. «Mis abuelos ya estaban aquí trabajando. Por eso vinimos todos a la isla», apunta haciendo hincapié en que disfruta realizando todas las actividades que ofrece este servicio municipal.

Pese a que ambas estaban divirtiéndose nadando y cocinando juntas, sí lamentaron la ausencia de sus dos compañeras, que no pudieron asistir ese día a los ejercicios organizados por este servicio de atención diurna. Una asistencia que, según Aixa, tiene que contemplar un grupo reducido. «El objetivo es cumplir la ratio de ocho personas. Así es más fácil que se conozcan», subraya. En este sentido, explica que muchas veces es el propio grupo el que hace diferentes propuestas. Sin ir más lejos, indica que todos los viernes Margarita, María Rosa y el resto de compañeros se encargan de elegir restaurante para comer.

El apunte

Gran evolución

Todas las iniciativas resultarían imposibles de realizar sin el trabajo de Marta Megino, la monitora del grupo. «Llevo cinco años con ellas y he visto cómo han evolucionado dando pequeños pasos», destaca esta profesional con satisfacción. En esta línea, subraya que este servicio les ayuda a tener más autonomía, más conciencia del mundo que les rodea, mayor lógica de razonamiento y más competencias. «Cuando las conocí parecían autómatas. Se miraban entre ellas, y tenían poca capacidad de decisión. Ahora son más independientes, puesto que se han ido estimulando muchas de sus capacidades», puntualiza Marta resaltando que este servicio, además de ofrecer una atención personalizada, supone un gran respiro para las familias.