Decenas de alumnos del CEIP L'Urgell participan en los distintos talleres de cultura popular organizados por el centro y algunos familiares. | Irene Arango

La solidaridad con el pueblo ucraniano sigue sumando iniciativas. Esta semana ha sido el turno del CEIP L'Urgell en Sant Josep. Sin duda, este centro vivió este viernes la festividad del municipio de una forma «muy especial».

A los talleres de cultura popular, organizados habitualmente para celebrar las fiestas patronales de Sant Josep, se sumaron diferentes actividades solidarias vinculadas a las víctimas de la guerra en Ucrania.

«Gracias a la colaboración de los alumnos y sus familias, llevamos toda la semana recaudando alimentos no perecederos, productos de higiene y material escolar que irá destinado a colaborar con la población civil través de diversas asociaciones», destacó Soledad Pérez, miembro de la Asociación de Padres y Madres de Alumnos del CEIP L' Urgell (Apima). Desde esta entidad organizaron este viernes un almuerzo solidario en el que participaron todos los alumnos de la escuela. «Desde Apima han puesto en marcha esta iniciativa solidaria donde los niños juegan un papel muy importante », destacó el director del colegio Jordi Costa.

En este sentido, los más pequeños, conscientes de las consecuencias personales que ha ocasionado la invasión de Rusia a Ucrania, según los docentes, se han implicado con este proyecto desde el primer día. «Cada año, durante las fiestas de Sant Josep, organizamos un evento para recaudar fondos, pero la causa varía. En 2022 sabíamos desde el principio el destino de todas las provisiones acumuladas. Ucrania nos necesita», explicó Soledad Pérez mientras recogía los restos del almuerzo solidario que esta entidad ofreció a los alumnos por su acción desinteresada. La jornada de este viernes no sólo se centró en este fraternal tentempié sino que, en cuestión de segundos, el patio del recreo se convirtió en una auténtica gincana de talleres de cultura popular.

«Están muy emocionados y exaltados. Hace dos años que no celebrábamos estas actividades», puntualizó Costa mientras explicaba a varios alumnos las reglas de participación.   

Normalidad en grupo

A partir de las 12:00h decenas de niños se repartieron por todo el recinto escolar para pintar camisetas, realizar juegos de puntería como las chapas, pasarse el testigo en una carrera de sacos en el huerto o asistir a cursos sobre tradición ibicenca.

«Poco a poco estamos volviendo a la normalidad. Están muy felices de volver a compartir estos talleres en grupo y sin mascarilla», explicó Costa. En este sentido, una de las actividades más esperadas, y que más alumnos albergó, fue la demostración del ball pagès, la danza tradicional de Ibiza, a cargo de dos expertos danzadores. Ambos compartieron con los alumnos los movimientos típicos de este baile tan legendario de la isla.

«En total han colaborado 25 familias. Todas ellas han participado activamente en los talleres. Es una forma de integrarlas en las actividades escolares», explicó el docente Jordi Martí. Asimismo, una de las madres subrayó que, gracias a estas iniciativas, pueden acceder y contribuir, más fácilmente, tanto a los proyectos escolares como a las causas solidarias impulsadas en el CEIP L'Urgell.

El apunte

Un ángel de Ucrania llega a Sant Josep

Un «ángel» entre mortales. Así califican los docentes del CEIP L’Urgell a la pequeña ucraniana, desplazada por la guerra, que fue escolarizada el miércoles pasado en este centro de Sant Josep.

«Llegó muy asustada y temblorosa al colegio, pero en pocos días se ha convertido en una más», destacó el director del colegio, Jordi Costa.

Para los docentes , Larina, de siete años, es un rayo de luz que ha sabido reflejarse en clase desde el principio. Según Margarita Jiménez, madre de una alumna de la escuela, los más pequeños cada vez están más concienciados sobre la importancia de la      solidaridad surgida por la guerra de Ucrania. «Los niños son los primeros que quieren ayudar. Tengo dos hijos que estudian aquí y, desde el minuto uno, han querido colaborar con el pueblo ucraniano», subrayó Jiménez con satisfacción mientras la pequeña Larina salía de clase junto a sus compañeras de aula.

Una de ellas, le agarraba de la mano como si quisiera guiar su camino con cariño. Larina le respondía con una sonrisa y una mirada cómplice. «Muchas niñas utilizan el traductor de conversaciones para poder comunicarse con ella.», señaló Costa. La pequeña, con una expresión tímida y sonriente, trató de seguir el ritmo de sus compañeros. «Están muy motivados. Se dirigen al Centro de Cultura Can Jeroni para vivir uno de los espectáculos del Mago Albert», destacó una de las docentes. Muy cerca de Larina estaba una de las profesoras de apoyo que le han asignado. «Es necesario que reciba un apoyo total, tanto académico como emocional», puntualizó Costa.

La historia de Larina forma parte de los 4.000 relatos de niños refugiados que han llegado a España después de huir de la guerra en su país, como consecuencia de la invasión de Rusia el pasado mes de febrero.  En el caso de este «ángel» ucraniano ha llegado a Ibiza junto a su madre y su abuela desde una zona de conflicto. Desde la dirección del centro destacaron que las tres refugiadas residen con una familia de acogida en Sant Josep, que fue la que gestionó la escolarización de Larina. «Ahora tienen un lugar en el que residir en paz durante el tiempo que dure el conflicto en su país» apuntaron. Cuando Larina regresó de Can Jeroni, su madre apareció en el CEIP L’Urgell para recogerla y, unidas en un largo abrazo, ambas abandonaron el centro cogidas de la mano.