Saliendo desde la Avenida Salvador Camacho, junto al Palacio de Congresos, la caravana se dirigió hacia la calle César Puget Riquer para, de ahí, transitar hacia un tramo de la calle José Guasch Vich y ya enlazar con la calle Sant Jaume y s'Alamera hasta llegar a la Plaza de España, donde concluyó la fiesta.
Cientos de personas jalonaron el recorrido de todas estas comparsas. De ellas, la que abría el camino era Raíz negra, cuyos integrantes, vestidos de blanco impoluto, danzaban y tocaban la percusión al son de la capoeira.
Siguiendo con los bailes y la música –que no paró de sonar durante todo el recorrido–, los componentes de Danza africana bailaban igualmente con timbales y vestidos al modo continental.
Como no podía ser menos, no faltaron las comparsas con mensajes por el mundo, como aquéllos que pedían no ensuciar el mar. Sant Ciriac, por su parte, al mismo tiempo, realizó una curiosa puesta en escena tapados en unos cubos que mostraban diversos nombres de lugares del planeta.
Durante el desfile, que contó con 20 grupos participantes y alrededor de 660 personas participando, había cientos –puede que miles– de ciudadanos expectantes en las calles de la localidad.
Vestidos de leopardo, Diana Campos y Fabricio Peñafiel estaban allí con sus hijas, Julieta –de casi tres años y vestida de Charles Chaplin– y Valentina en el carricoche. Según dijo la madre, se encontraban disfrutando de una actividad en familia que proporcionaba «alegría» a los niños, lo cual era «importante».
Cientos de participantes en el desfile y de público asistente dieron un gran color a las calles de Santa Eulària con una gran variedad de disfraces y bailes al son de una música variada
Siguiendo con el desfile, se pudo ver al grupo Ibiza fitness jump en unas plataformas saltarinas y vestidos a rayas rojas y blancas. Los integrantes de Mare Nostrum arabí iban disfrazados de buzos y se mezclaban niños con quienes ya no lo eran tanto.
Cabe destacar que, presenciando el espectáculo, había una buena cantidad de extranjeros. Así, se pudo ver a musulmanes –como una madre con su hijo– y también a grupos de personas de otros países de Europa. Tal fue el caso de la holandesa Mirche von der Linde, a quien le resultaba «muy agradable ver a los participantes con tanta dedicación». Según explicó, en su país no se ve este tipo de espectáculos, sino que «es una fiesta que sólo es fiesta».
Con las cámaras de fotos disparándose continuamente, la asociación de vecinos Es Pratet, al son del Himno a la alegría, iban enfundados en banderas de países europeos y de la ONU. Estuvo también la asociación de Cartagineses y Romanos en su carroza Viva la vida. Vestidos de hippies, mostraron mensajes de paz con la pegadiza Sufre, mamón, de Hombres G, de fondo.
Dos niños de diez años –Nacho Cardona y Beñat Zabaría– presenciaban el desfile vestidos de militares, aunque al primero lo confundieron en más de una ocasión con Rambo.
Corazones, rojos, jugadores de rugby y sus animadoras, grupos de planetas o de astronautas o el grupo Capricorn –bailarinas de colores– formaron también parte de un desfile que no quiso perderse prácticamente nadie en la localidad.
Ni siquiera faltó el grupo de ucranianos de Santa Eulària, cuyos integrantes desfilaron con bandera de su país en medio de una gran tristeza y con el sonido atronador de las palmas a su paso. Entre quienes aplaudían, estaba la concejal del PSOE Beatriz Fernández, quien se congratuló por la «solidaridad y humanidad» mostrada para con ellos y reclamó el fin de una guerra «que no tiene sentido, y menos en el siglo XXI».
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