Ya ha pasado algo de tiempo desde su despido de Radio Nacional. ¿Cómo lleva la vida sin Discópolis?
—Pues que quieres que te diga. Lo llevo de aquella manera porque el vacío que siento después de tanto tiempo es enorme. Yo no me voy a meter en los criterios que ha escogido la radio para los despidos, ahí no tengo nada que decir, pero si que creo que se ha hecho de muy mala manera.
Usted ha sido muy crítico con las formas…
—Es cierto. Fue una jubilación forzada e inesperada en la que nos dieron 15 días para recoger las cosas y largarnos y después ya no pudimos volver a entrar a la radio. Lo que llevo realmente mal es que me han despedido y no se han despedido después de 44 años trabajando para Radio Nacional. Nos dieron la patada de una forma muy desagradable, fea y con muy poca educación.
Desde fuera se ve como una falta de respeto a usted, sus compañeros y los oyentes.
—Más bien yo diría que fue una muestra de desafecto para los trabajadores porque al final fuimos 20 en toda la radio los que nos hemos visto en la misma situación. Nos trataron como un mero número sin dejar que nos despidiéramos ni pasáramos el relevo como corresponde. Y por supuesto también una falta de respeto hacia los oyentes. Ha quedado demostrado que a la dirección de Radio 3, de Radio Nacional y de RTVE no les importan lo más mínimo. Para ellos son solo una estadística.
Con tantos años de carrera y con todo su conocimiento, ¿no se ha planteado hacer radio en otro lugar?
—Sinceramente no. Radio Nacional es muy fuerte y tiene un público muy amplio. Un lugar donde hasta este año me he sentido muy bien tratado y he conseguido un reconocimiento y un prestigio muy importante gracias a un trabajo muy bien hecho por un gran equipo y con grandes medios. Por eso ahora no veo factible hacer algo en casa, en plan lobo solitario luchando contra una gran compañía.
¿Y hacer algún tipo de podcast o colaboraciones puntuales?
—No se que pasará dentro de un tiempo pero ahora solo quiero coger distancia. El golpe que me han dado es tan fuerte que me ha dejado en estado de shock y aún hoy me está costando recuperarme. Yo, personalmente, me siento ahora fuera de lugar, sin encontrar mi sitio, después de toda una vida dedicándome a mi pasión. Yo toda la vida quise ser periodista, luché y estudié para ello, y luego tuve la inmensa fortuna de presentar y dirigir Discópolis durante 34 años, trabajando con una agenda de un año vista, pero ahora siento tanto vacío que tengo aversión al micrófono. Se que es algo que se pasará pero ahora no puedo un programa.
Afortunadamente para los ibicencos, a partir de hoy se volverá a subir al escenario para presentar los grupos del Eivissa Jazz.
—Sí. Las presentaciones me encantan y nunca podía decir que no a un festival tan querido para mí como el de Ibiza. Además, presentar es completamente distinto a trabajar en la radio porque en lugar de dirigirte a una audiencia ciega de miles de personas en un escenario les pones cara a todos, ves como reaccionan y la interacción es mucho mayor. Es maravilloso presentar un evento.
Habla de interactuar con el público. ¿Cómo es el de Eivissa?
—Es muy respetuoso y sabe mucho de jazz. Y eso al final te pone el listón muy alto porque te escuchan y responden directamente a cada comentario. Y eso es algo impagable para el que está encima de un escenario.
Ya lleva 20 años presentando el Eivissa Jazz. ¿Cómo empezó en esta aventura?
—En 2001. El otro día, repasando el festival, reparé en que posiblemente sea yo el más viejo del lugar de los que aún quedan. De hecho no sé si Pep Tur estaba ya, aunque solo fuera de oyente. Todo empezó a través del Instituto de la Juventud del Ministerio de Cultura, que era quien organizaba el festival con una mínima colaboración del Ayuntamiento de Ibiza y del Consell d'Eivissa. Fue el entonces responsable del instituto, Jorge Díaz, quien me propuso presentar un festival que ya tenía bastante prestigio después de que lo hubieran impulsado antiguos alumnos del colegio mayor San Juan Evangelista a través de su club de música y jazz. Lo cierto es que cuando me lo ofreció me dio un poco de respeto porque ya tenía mucho nivel tras haber actuado el año anterior gente como Pedro Iturralde. Pero al final mira, me animé, y hasta hoy.
En estas dos décadas, ¿cómo ha visto crecer al festival?
—Muy positivamente y muy bien. Y en esto he de decir que me enorgullezco por haber podido añadir mi pequeño granito de arena. También es cierto que buena culpa de ello la tiene Pep Tur, quien ha conseguido dar un impulso importante al festival en los últimos años.
¿En qué sentido?
—Porque es un gran periodista y un gran programador y por lo que he podido saber desde Madrid también un gran gestor en áreas como Patrimonio. Además, es un gran entendido del mundo del jazz y lleva muchos años relacionado con el festival, primero como aficionado, después como periodista y crítico y ahora como organizador, y eso ayuda mucho. Ha conseguido que el Eivissa Jazz se haya posicionado como uno de los grandes eventos de este estilo a nivel europeo.
Me imagino que todo eso ayuda a que el nivel de los grupos participantes sea cada vez mayor.
—Sin duda. Ten en cuenta que todo lo bueno, al igual que lo malo, siempre llega a oídos de grupos o promotores. Además, aunque esté mal decirlo, el apoyo de Radio 3 ha sido muy importante porque entrevistábamos a los participantes y se grababan y después se emitían los conciertos, garantizando una difusión muy amplia que siempre es muy apetecible para todos.
¿Otro de los alicientes es el Baluard de Santa Llúcia? Parece un lugar construido aposta para un festival de jazz.
—Eso es cierto. La gente también quiere venir porque es un lugar con unas vistas impresionantes en el que te vienen a visitar las musas.
¿Tan especial es?
—Sin duda. El festival de Ibiza es único. Si me permites la comparación hay muy pocos festivales de España que ofrezcan lo del de Eivissa. Por ejemplo, en San Sebastián, a la Plaza de la Trinidad donde tocan los grupos parecidos al Eivissa Jazz, le falta encanto. Y eso por no hablar de festivales como el de Getxo o el Vitoria, que son muy buenos pero no tienen lugares tan espectaculares como el Baluard de Santa Llúcia.
Pep Tur aseguró que esta edición de 2021 es la del relanzamiento. ¿Usted también lo ve así?
—Fue muy bueno que el Eivissa Jazz del año pasado se pudiera hacer a pesar de las limitaciones del coronavirus. Ahora, la edición que comienza hoy tiene que ser la que suponga una continuidad para posteriormente ir creciendo cada vez más.
¿Y para demostrar una vez por todas que la cultura es segura?
—Claro. Además en el Baluard de Santa Llúcia son todo ventajas. Al aire libre, con distancia de seguridad y con una brisa estupenda.
Además, el jazz parece el estilo de música perfecta para que todo el mundo la escuche sentada y por el mero placer de disfrutar.
—Por supuesto. El ambiente que se genera en el Eivissa Jazz no tiene nada que ver con los desmadres que se ven de otras zonas de Ibiza, incluso en tiempos de pandemia. Está todo mucho más controlado y es todo más relajado. Ideal para que no se produzcan contagios.
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