De la mano del cineasta Héctor Escandell, la periodista ibicenca, más conocida como CAT, ha rescatado del olvido el crimen sin resolver de Ingeborg Schaefer, esposa del pintor Frank el Punto y asesinada en su casa de Dalt Vila a finales de julio de 1977. Un suceso que impactó enormemente a la sociedad ibicenca, que conocía a Ingeborg por el teatro de marionetas que había instalado en su propio domicilio y por el que habían pasado casi todos los niños de la isla. La última vez que Ingeborg fue vista con vida fue el 25 de julio de aquel año, en una fiesta en Sant Agustí. Tres días más tarde, la Policía la encontraba asesinada en su propia casa. Había sido salvajemente golpeada con un candelabro y una máquina de escribir. Nunca se supo quiénes fueron los autores, aunque dos hermanos alemanes que habían estado pintando la casa fueron detenidos como principales sospechosos. Sin embargo, la Justicia acabó por dejarlos libres ante la falta de pruebas contundentes.
Hipótesis débiles
En su libro, CAT analiza las diversas teorías que existen aún sobre el crimen de Ingeborg. A la más probable, la de los pintores alemanes, se une la de una mujer, Patricia, que podría haber estado enamorada de la artista. Pero hay otras más alocadas como la de que la asesinada hubiera sido víctima de un grupo de «nazis que temiera que Ingeborg hubiera podido estar escribiendo lo que sabía sobre ellos», convirtiéndose en una amenaza. Algo que, afirma contundente y explica en el libro, «está totalmente descartado».
De todas ellas habla CAT en su nuevo trabajo. La periodista es una de las personas que mejor conoce la crónica negra de Ibiza y Formentera. Experta en sucesos e información de tribunales, ha analizado a fondo buena parte de los crímenes que se han cometido en estas islas a lo largo de décadas. No pretende encontrar a los culpables a los que la Justicia no ha podido señalar, pero sí dejar constancia de cómo estos sucesos impactan en la sociedad del momento a la vez que son producto de la misma. En el caso de Ingeborg Schaefer, CAT tiene claro que todas las hipótesis sobre la autoría de su asesinato «tienen eslabones muy débiles». De ahí que, a día de hoy, siga siendo imposible dar con los culpables de la muerte de una mujer que llegó a Ibiza en los años 50 acompañando a su marido y que logró integrarse plenamente en la sociedad de entonces. Su asesinato fue un duro golpe en aquellos años de apertura y aparente felicidad y la incertidumbre sobre quiénes pudieron cometerlo se instaló durante un largo tiempo en la isla.
«Hay bastantes casos sin resolver y esto no es raro si nos referimos a que los culpables hayan sido llevados ante la Justicia y condenados», señala CAT cuando se le pregunta si este caso es excepcional en Eivissa, «hay veces que la Policía tiene a unos sospechosos y están seguros de que son ellos. Pero, luego, quedan en libertad porque las pruebas no son fuertes para la Justicia. Yo no considero que alguien sea culpable si no lo considera así la Justicia y es lo que sucedió en este caso, que los principales sospechosos fueron detenidos e interrogados, pero, con lo que había, el juez consideró que no se les podía procesar».
Crímenes sin resolver como el de Ingeborg Schaefer o el de la joven Mónica Juan, asesinada a finales de los 90, en plenas fiestas navideñas, son una herida abierta para quienes tienen la responsabilidad de encontrar a los autores. Pero, sobre todo, para las familias y los allegados, que, recuerda CAT, «necesitan tener a un responsable, culpar a alguien, saber por qué lo ha hecho y que pague por ello».
A juicio de la periodista, el crimen, por otro lado, evoluciona al mismo ritmo que la sociedad. E Ibiza no es ajena a ese fenómeno. De este modo, apunta que «de la misma manera que la Justicia tiene ahora más medios para perseguir a los criminales, estos los tienen para cometer delitos». Y pone como ejemplo internet: «Es una herramienta contra el crimen, pero, a la vez, es una herramienta para delinquir. La sociedad evoluciona y cambian los modos y algunos móviles».
Móviles que no cambian
Otros, por el contrario, permanecen. Lo que antes llamábamos crímenes pasionales son hoy asesinatos por violencia de género y cuentan con una legislación y un tratamiento diferenciados. En este sentido, CAT subraya que «hay algunos móviles que se mantienen siempre y suelen ser los que tienen que ver con las relaciones entre las personas». Lo que sí ha cambiado, al menos en lo que a la violencia de género se refiere, es la conciencia sobre estos delitos. «Antes, incluso, la gente podía hasta posicionarse al lado del que cometía el crimen porque entendía que tenía una razón para hacerlo», señala, «no hemos superado esos crímenes, es verdad, pero, afortunadamente, sí las reacciones ante ellos y eso es lo importante».
La crónica negra de las Pitiüses, finalmente, ha ido cambiando a medida que lo ha hecho la sociedad de estas islas. «Hay crímenes», asegura CAT, «que tienen mucho que ver con el aumento de población y con el tipo de gente que viene a vivir». Y es que poco tienen que ver los delitos que se cometían a principios de siglo XX con los que suceden en la actualidad, aunque el resultado sea muchas veces el mismo. «Hay un cambio claro», concluye la periodista, «que se ha producido por la llegada de gente de fuera relacionada con el tráfico de drogas a gran escala, con las mafias de diversos tipos... es, quizás, la principal diferencia entre la Ibiza de antes y la de ahora en lo que a sucesos se refiere».
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