A Lía Randich muchos la conocen en Ibiza como la única torcedora de puros habanos de la isla. Es arrolladora e intensa y ahora dedica buena parte de su tiempo a movilizar a los cubanos de Baleares contra la dictadura que, desde los años 60, gobierna en su país. Las movilizaciones desatadas en Cuba tras la detención del youtuber El Gato por llamar «singao» al presidente Miguel Díaz Canel son hoy el argumento para, como poco, recordar a Occidente que la perla del Caribe sigue sufriendo los desmanes de un régimen que ni siquiera puede ser ya considerado comunista. Randich abandonó la isla hace 26 años tras contraer matrimonio con un español y, casi desde entonces, vive en Ibiza. Reconoce que aquí es libre y que vive «en la gloria», pero, a la vez, no renuncia a regresar a una Cuba plenamente democrática y a cuya construcción quiere contribuir.
—¿Qué visión tenía del régimen castrista cuando vivía en Cuba? ¿Le parecía normal?
—No, nunca fue normal. Yo tengo en mi mente episodios de mi infancia, como el recuerdo de un hombre al que habían obligado a irse a EEUU. Recuerdo a su madre sentada en una mecedora, como en un limbo. Yo me abracé a las piernas de mi abuela, que estaba en otra mecedora y me preguntaba si yo tenía miedo. Aquel señor, que era un negro alto, vestido de blanco, bajando la calle... Y yo miraba a aquella mujer, que parecía que se iba consumiendo mientras su hijo se alejaba. La realidad es que lo que yo pensaba en ese momento era qué iba a pasar con Yenisei, que era su hija y mi amiga. Aquel hombre se alejaba, mucha gente le increpaba y su madre se iba apagando. Nunca más volvió a ser la que yo había conocido antes. Se volvió una señora triste.
—¿Por qué se tuvo que marchar?
—Porque era contrarrevolucionario.
—¿Cuál es ahora mismo la realidad de Cuba?
—El problema de Occidente es que todo es efímero. Cuba es un problema, ha sido un problema y tiene que dejar de ser un problema. Pero, fundamentalmente, para los cubanos. Hoy (por el viernes) emitían un reportaje sobre pesca en la TV cubana. La isla tiene casi 3.000 km de costa. ¡No es posible que Cuba haya tenido que importar clarias para hacer piscifactorías de agua dulce! La claria es un animal repulsivo que viene de China. Es un animal prehistórico capaz de vivir fuera del agua y que se come hasta las ratas. Es un animal asqueroso y es lo que esta gente ha importado diciendo que es para darle de comer a la población. Al principio, ellos no sabían manejar estos bichos y han reconocido que se les escapaban, lo que ha provocado una alteración importante de la biodiversidad. Las clarias no tienen depredador natural, por lo que se están apoderando de las aguas dulces.
—Parece un sinsentido.
—Exacto, no tiene sentido. Te traes un bicho que es una basura en lugar de pescar. Pero tampoco tuvo sentido que a Fidel Castro se le ocurriera en su día mezclar la raza de vaca cubana con la vaca holandesa para que diera más leche. El resultado fue que no hay ni holandesa, ni cubana, ni leche, ni carne. Todas estas alteraciones a la biodiversidad afectan grandemente. Y son consecuencia de la mala gestión. Este señor en su día hizo una gesta. Discutible, sí, pero hizo una gesta. Y su hermano participó, de acuerdo. Pero no forman parte de ninguna dinastía. ¿Por qué hay que tener esta perpetuidad del mal? Esto es pernicioso totalmente..
—¿Se escuda el comunismo cubano en el embargo para justificar sus errores?.
—¿De dónde viene el embargo? Fulgencio Batista también tuvo un embargo de EEUU, que no le permitía comprar armas. Batista se enfrentó a EEUU casi más que Fidel. Lo hizo porque cuando, en los años 40, EEUU comenzó la batida contra las mafias que estaban dominando el país, Batista, astutamente, les dio cabida en Cuba porque le hacía falta ese dinero para construir un país que estaba destruido. Puso unos condicionantes que la mafia cumplió y puso el país a funcionar. Y funcionamos a unos niveles de desarrollo espectaculares.
—¿Por eso se dice que antes de Fidel, Cuba era el prostíbulo de EEUU?
—¡No era tal prostíbulo! Había prostitutas en las zonas francas, en los puertos, como hay en todas las ciudades del mundo. Ahora sí que hemos sido el gran prostíbulo de todos los viciosos y perdidos de Europa. ¿Qué ha hecho bien Fidel? Si usted ve la entrevista que le hizo Oliver Stone a Fidel Castro, él mismo reconoce que solo alfabetizó al 30% de la población, lo que significa que el otro 70% ya estaba alfabetizado. España no tenía en aquellos momentos esos niveles. La gesta de Fidel quizás no fue tan buena como dicen. La maquinaria propagandística que se puso en marcha ha sido una baza extraordinaria.
—¿Están demonizados los cubanos que huyeron?
—Los que no estamos allí no podemos ser tan malos cuando estamos sosteniendo a los que sí están. La masonería en España la dirige en cubano, el mayor centro de investigación de enfermedades tropicales de España lo dirige un cubano. Váyase a los EEUU y busque el rastro económico de los cubanos. Tan malos y tan nefastos no podemos ser.
—Me resulta fascinante que los cubanos sepan hacer circular vehículos de los años 50 haciéndose sus propios repuestos.
—Lo es. El 11 de julio el pueblo se rebeló y el día 13 el régimen cambió las leyes aduaneras, al margen del bloqueo. Consintieron que entraran en el país, libres de gravamen, medicamentos, alimentos y aseo. Del día 13 de julio a hoy han entrado 87 toneladas de medicinas en Cuba enviadas por los cubanos que están en el exterior. Le hablo de un país donde era bochornoso pasar los controles de entrada, con una serie de regulaciones disparatadas. Ahora resulta que en un plazo de 48 horas han aprobado un decreto que consiente, hasta diciembre, la llegada libre de gravamen de estas cosas. Cuando hace cinco años el huracán Sandy devastó el sur de Cuba, no les dio la gana de levantar los aranceles para llevar alimentos en aquel momento.
—¿Qué ha cambiado de entonces a ahora?
—Le han visto las orejas al lobo. Ahora quieren desprestigiar a todo el que ha salido a la calle. Dicen que son turba, chusma y les critican por gritar palabrotas. El régimen es grotesco. Y hay intelectualidad, pero no pertenece al régimen. Piense que, además, antes de manifestar algo, te arrancan la cabeza. A mí me pareció muy fuerte el grito de «Díaz Canel, singao», porque es un insulto muy fuerte, pero es lo que gritaba la gente al dictador. El origen de todo este movimiento es un youtuber, un chico de un barrio que se llama El Gato. Un chico de barrio, malhablado, peor expresado y nada bien gesticulado. Se creó un canal de Youtube y, aunque los vídeos se los editaban y publicaban en EEUU, él estaba contando la verdad de lo cotidiano en Cuba. En su lenguaje, con sus recursos, la única ofensa que encontró fue decir decir «Díaz Canel, singao». Eso le ha costado ir a la cárcel y allí lleva cuatro meses. Semidesaparecido, porque no se sabe muy bien qué es de él. No hay nada claro. El delito que le imputan es decirle al dictador singao. Si usted tiene altura de miras, la palabra de un youtuber no le puede afectar. Y más cuando hablamos de un país en el que usted se ha blindado las espaldas con una nefasta Constitución. Este chico ha ganado porque lo que más se ha coreado en las movilizaciones ha sido lo de «Díaz Canel, singao». Pero el preso sigue en la cárcel. ¿Van a meter a todos los que gritan en la cárcel?
—¿Es esta la primera vez en la que los cubanos del exterior piensan que es posible derribar al régimen?
—Sí, porque estas movilizaciones ya han tenido consecuencias. Los hermanos Castro ya no están que eran los que mantenían el mito de su gesta. También han confluido muchos hechos desde el punto de vista económico. No olvidemos que todo esto es un gran negocio. Después de que salieron a la luz los papeles de Panamá, más lo de Wikileaks, el gobierno ha comenzado a tener agujeros. El silencio, el hermetismo que había antes, se ha roto con esto. Al democratizar la información, ha ido saliendo a la luz quiénes son ellos realmente. Ahora hay pruebas irrefutables. Además, presuntamente, hay movimientos muy fuertes de organismos internacionales, incluso de la Corte Federal de EEUU. Es un escándalo las cantidades de dinero que se manejan, los hilos que se están moviendo desde Cuba y, mientras, el pueblo está en la situación en la que está. Por ejemplo, hay rastros de dinero que le dio el Banco Interamericano en los años 70 a Cuba y que pasó a ser patrimonio familiar y, de ahí, a inversiones privadas.
—¿Cómo surge el movimiento que hay ahora en Ibiza para sumarse a la protesta?
—Es una cuestión de dignidad. Nos han inculcado unas obligaciones ciudadanas que hemos de cumplir, como ciudadanos, teníamos que ser patriotas. Mi patria hoy necesidad libertad y dignidad y yo trabajaré por ello porque es mi obligación como ciudadana. Hacer esto es patria. Y resulta que la dictadura me dice que esto es una traición a la patria. Es una disconformidad con el gobierno, que traiciona a mi patria. Yo no estoy en contra de mi patria. Jamás lo estaré. No veo justo, lógico ni necesario que se haya llegado a los niveles de pobreza, miseria y calamidad que hay en Cuba. Hay lugares que son realmente calamitosos.
—¿Han aprovechado para organizarse?
—Sí. Pero, desafortunadamente, el mensaje del gobierno cubano es tan potente que muchos cubanos no se atreven a participar. La gente, a pesar de estar fuera, tiene miedo. Esta entrevista a mí me va a costar mi precio, no es gratis. Mi ejercicio de la libertad, de la ciudadanía y del patriotismo tiene un precio. Pero, en algún momento, habrá que comenzar a pensar que no se puede continuar así. El país está detenido, no avanza, lleva 40 años en el mismo lugar. Y ahora es un momento fantástico. Como en Cuba se apretó el botón de pause, ahora podemos recomenzar aprovechando lo que ya sabemos, aprovechando lo bueno. ¡Podemos hacerlo mejor que los chinos! Ellos se han hecho con la tecnología del mundo a cambio de mano de obra. Nosotros, como ya hemos visto los errores que ha cometido China, podemos hacerlo mejor.
—Hay países del entorno, como Puerto Rico, que temen una cuba capitalista.
—Sí. Pero nosotros no queremos ser una estrella más en la bandera norteamericana, ya tenemos una en nuestra bandera. Nosotros queremos ser una república libre y soberana. No es verdad que Cuba pretenda convertirse en parte de EEUU.
—¿Está preocupada?
—Claro, yo soy cubana y no he renunciado a ello. A mí Cuba me duele, me lacera. Probablemente sea mi única preocupación objetiva. Yo soy cubana y esto no me lo va a quitar nadie, ni matándome. Por eso yo he de hacer esto, es mi obligación.
—El covid no ayuda.
—La OMS les ha dicho que sus candidatos vacunales no están reconocidos como vacunas. Y, aunque sea muy arriesgado lo que voy a decir, es extraño que haya un repunte de casos cuando han hecho una vacunación masiva. Aquí hay algo que no me cuadra.
—Está sucediendo en todo el mundo con otras vacunas.
—Sí, pero en otros países se están administrando las vacunas a un pueblo que está bien alimentado y con unos sistemas inmunitarios en condiciones. Mire lo que sucede cuando le ponen la vacuna a alguien con el sistema inmunitario debilitado. ¿Usted cree que en Cuba la gente tiene el sistema inmunitario en condiciones? A priori no. Solo hay que ver cuánto ha mermado la estatura y la masa corporal de la población cubana. Te dicen que solo hay un muerto por cada 1.000 nacidos vivos pero tú tienes que ir al hospital con tu propio cubo para ducharte con agua que sabe Dios de dónde la consiguen. Una buena parte de las ciudades cubanas no tiene servicio de agua permanente. Da miedo. Como también lo da que tengan la desfachatez de decir que han conseguido dinero en 15 días para arreglar una central termonuclear que llevaba tiempo rota y que la gente estaba pasando hambre, frío y calor. No puede ser.
—¿Volverá si cae el régimen?
—No va a caer de un día para otro. Lleva 62 años. Está demasiado enraizado. La cubana, además, es una sociedad que está totalmente carcomida por el sistema. La restauración tiene que venir de unos principios éticos y morales bastante complejos. Es duro ser honrado, ser decente, no ser corrupto.
—¿Es la consecuencia del comunismo?
—Sí. Allí habría que abolir el verbo «dar», no se le va a dar nada a nadie. Cada uno va a conseguir lo que sea capaz de producir. Otro que habría que abolir es el verbo «resolver». Lo que hay que decirle a los ciudadanos es que tendrán de todo en las tiendas y que podrán comprar lo que su capacidad de producir les permita. Nadie les tiene que dar nada. La gente tiene cultura de trabajo pero cada vez menos. No tienen el estímulo de la recompensa que se supone que te da el trabajo. Eso allí no acontece. Yo querría pensar que, cuando esto suceda, necesariamente el estímulo en sí mismo será el motor impulsor para que la gente se reencauce. La gente está acostumbrada a robar porque, si no robas, no comes. El problema es que allí no se considera robar coger algo del Estado. Es el propio Estado el que provoca esa situación.
—¿Se puede revertir la situación?
—Sí. Somos muchas personas las que estamos dispuestas a hacerlo. Yo nunca seré enemiga de otro cubano. Los cubanos que estamos fuera no somos el enemigo. Somos cuña del mismo palo. Podemos aportar, podemos enriquecer el país. Y podemos hacer las cosas mejor. El gobierno tiene que reconocer que no sabe hacer las cosas mejor y tiene que dar la oportunidad a otros de hacerlo mejor y para todos. Vamos a hacer democracia. No estamos pidiendo nada más. Hay muchos que han renunciado ya a ver el cambio. Yo creo que sí lo podremos ver. Yo no tengo hijos pero sí quiero que los hijos de mis primas o mis sobrinos tengan un futuro mejor. Se lo merecen y es justo intentarlo. Y más cuando ahora está al frente un individuo, Díaz Canel, al que no se le conoce ninguna gloria. Los otros, los Castro, tenían una justificación. Pero a este señor no se le conoce nada. No es ni el mejor de los esposos.
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