Sin embargo, el lunes por la noche fue protagonista de algo insólito en Ibiza. Su cerda Luciana, de más de 200 kilos y algo más de año y medio de edad, parió una tras otra a 22 crías. Desgraciadamente cuatro no sobrevivieron pero los 18 lechones restantes están en perfecto estado de salud y disfrutan de la hospitalidad de Catalina.
«Cuando fui a por medicamentos para la cerda y se lo comenté a Santi, el veterinario, me dijo que esto era algo único, nunca visto en Ibiza porque lo normal es que lleguen a parir unos 14 ejemplares», explicó este sábado a Periódico de Ibiza y Formentera con una gran sonrisa esta mujer de Sant Llorenç.
Por ello es normal que Luciana lo pasara realmente mal durante la noche del parto. Y es que si no es por la ayuda de Catalina posiblemente ahora la historia no hubiera tenido un final feliz. «Menos mal que la oímos cuando estaba empezando a parir porque los dos primeros fueron muy complicados y el tercero de ellos venía torcido, y si no es porque nosotros le echamos una mano podría haberse producido un desastre importante».
Como si fueran hijos
Ahora, pasado el susto, Catalina cuida de los cachorros de Luciana con mucho mimo y dedicación. De hecho, la madre, tras un parto tan complicado, ha pasado unos días muy duros en los que apenas si podía moverse ni amamantar a sus crías. «Si nosotras sufrimos mucho cuando tenemos un hijo, imagínate cuando se tienen 22 y por ello la estamos cuidando lo mejor que podemos, alimentándola con harina de cebada, trigo y pienso, dándole mucho de beber con vitaminas de hierro y calcio, poniéndole en todo momento toallas con agua fría y colocándole un ventilador cerca para que poco a poco se vaya recuperando».
Mientras, sus cachorros ya campan a sus anchas por Can Calvet de Baix mientras viven sus primeros días en este mundo. Afortunadamente para ellos cuentan con Catalina, quien cada dos horas se levanta y los alimenta con gran paciencia.
Uno tras otro, tras tenerlos perfectamente separados y clasificados, les va dando leche entera con un pequeño biberón con la ayuda de su nieto Javi de 12 años. «Es duro porque hay que estar muy pendiente pero también es muy gratificante al ver cómo poco a poco van creciendo y saliendo adelante», concluyó esta granjera que desde hace 11 años trabaja también en el bar del Club de la Tercera Edad de Jesús.
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