Uno de los lugares desde el que tomar el pulso al funcionamiento de la sociedad de cualquier ciudad siempre ha sido el mercado. En el caso de Vila, el Mercat Nou muestra cierta vida y movimiento. Si bien hay un gran número de puestos cerrados, poco a poco los comerciantes ven como se va normalizando la situación y los cambios que se han derivado de la crisis sanitaria.
En la charcutería
Catalina Cardona lleva cerca de 40 años al frente de la charcutería que lleva su nombre. «La cosa está ‘flojita', pero como está flojo por todos lados», lamenta. Cuenta que ha perdido un perfil de clientela que antes de la pandemia era más que asidua, tanto en su puesto en particular, como en el mercado en general. Se trata, tal como explica, de personas en un rango de edad que durante la época más dura de la pandemia, antes de la llegada de la vacuna, eran grupos de riesgo.
Tal como describe la propia Cardona, «mujeres de cierta edad, que ahora ya no tienen a los nietos en casa, o los hijos no les dejan salir, o tienen miedo. Antes ya eran como de la plantilla del mercado». «Los jóvenes tampoco vienen tanto, y las mayores ya se han acostumbrado a no venir y esto nos está transformando a todos», continúa. No se muestra del todo optimista: «Va todo muy poco a poco; la verdad es que no creo que la cosa acabe de arrancar. Veremos. Si te fijas, tampoco quedan muchas tiendas abiertas en toda la ciudad».
Observa un cambio en las costumbres de la sociedad al que culpa de que el mercado no funcione con el rendimiento que esperaría. «La gente joven se ha acostumbrado a ir al supermercado y comprarlo todo allí una vez a la semana», afirma. «Después se quejan de que en la ciudad no hay nada abierto, pero si hacen las compras en las grandes superficies y lo demás lo compran en Amazon, nadie va a mantener una tienda solo para tener bonito el escaparate», afirma con rotundidad y una pizca de enfado que no se esfuerza en ocultar.
No tiene ninguna duda en asegurar que esta es la peor época que ha vivido en sus casi cuatro décadas tras este mostrador. «Aguantaremos mientras podamos, y cuando no, pues no», explica con resignación.
La pescadería
Maria Marí también es veterana en el Mercat Nou. «Solamente llevo 41 años aquí», ironiza la pescadera. Asegura que en este momento está yendo mejor que el año pasado: «Es verdad que mucha gente no hay. Pero llevo muchos años y tengo clientes que tienen casa aquí y vienen cada año. También algún yate que nos conoce desde hace tiempo y también vienen siempre sus chefs a buscar nuestro pescado», afirma.
En verano, su clientela local se esfuma, «los clientes de aquí y que trabajan, normalmente comen en su trabajo o no pueden sacar tiempo para venir, así que esta gente que viene de fuera nos salva el verano». La veterana pescadera se muestra más optimista que algunas de sus compañeras. «Se nota que todo el mundo viene más animado, ¡porque es que ya está bien!», exclama antes de enumerar la cantidad de obstáculos que ha traído esta crisis, «entre que no han trabajado, que no han cobrado ERTE, es muy complicado y aquí todos vivimos de lo mismo; estamos en el mismo barco».
Sí coincide con Catalina Cardona en echar de menos a clienta que ya no se da tanto: «Personas mayores que a lo mejor solo compraban un calamar, el pan y alguna otra cosita, después se daban un paseíto y se tomaban un café. Ahora tienen miedo, como es normal, después de tantas personas muertas durante todo este tiempo». También coincide con Cardona en el análisis de las tendencias de las nuevas generaciones, que «prefieren las grandes superficies al mercado de toda la vida, van a lo cómodo».
El puesto de fruta y verdura
Otro puesto veterano en el Mercat Nou lleva ya tres generaciones tras su mostrador. Margarita Boned es hija de quien puso en marcha el puesto de fruta y verdura hace más de 40 años y madre de Ester, que la acompaña tras el mostrador. No acaba de ver que el negocio acabe de arrancar tras la crisis. «Si trabajas con gente de aquí, de todo el año, no se nota ninguna mejora. Hay puestos a los que un solo pedido de un yate o de una mansión les soluciona la caja del día, pero no es mi caso», afirma. Reconoce que este tipo de clientela, aunque no sea la suya «es la que trae el cash al mercado».
Asegura que el hecho de trabajar siempre con clientes locales le supuso que en los tiempos más duros de la pandemia, como en el confinamiento, un aumento significativo en el volumen de su trabajo. «Trabajamos muchísimo porque no había restaurantes, servíamos a domicilio a personas mayores de siempre que no podían bajar», asegura Margarita mientras Ester apostilla, «ni siquiera en navidades hemos trabajado tanto como los sábados del confinamiento».
Margarita sigue explicando que, en esa dura época, «los clientes venían y se llevaban kilos y kilos para no tener que salir entre semana. Ahora, apenas se llevan un par de tomates y una cebolla; las compras han cambiado, son muy distintas». Aunque también admite que la caja que están haciendo estos días es equivalente a la que se hacía antes de la llegada de la pandemia.
La floristería
Clara Torres es florista y apenas tiene tiempo de pararse a atender a las preguntas de Periódico de Ibiza y Formentera. Lleva en su puesto desde mayo de 2019 y, desde entonces, «por suerte» no le falta trabajo. Cerró durante el confinamiento pero, tras su vuelta a finales de mayo de 2020, «no he parado de trabajar, ha subido mucho el trabajo. Desde Navidades no he parado».
Sus clientes habituales siguen requiriendo sus servicios, pero «se han añadido clientes muy buenos», habla de quienes requieren sus servicios en villas privadas o yates que representan el grueso de su facturación durante el verano, cuando «hay más clientes de villas y yates que clientes de aquí».
El bar
Desde el bar del Mercat Nou su responsable desde hace tres años, Rai Prats, asegura que esta época supone para su negocio, y para el mercado en general, la «temporada baja» del año «la gente ha empezado a trabajar y no tiene el tiempo que tenía antes para venir a comprar y pararse a tomar una cerveza o un café y el grueso del turimo todavía no ha llegado para compensar».
Está trabajando a un nivel muy parecido al de otros años, «estamos más o menos en la media de lo que hacíamos años atrás», aunque admite que tal vez «con una bajada de alrededor de un 10%». Se muestra optimista ya que «si la gente está empezando a trabajar ahora, significa que en invierno estaremos mejor».
La panadería
Antes de salir del mercado hay que ir a por el pan. En la panadería Can Coves está atendiendo María Ventura desde hace casi 12 años y reconoce que «poco está remontando la cosa. Pero le cuesta por que hay quien todavía no ha cobrado lo que le corresponde y compra lo justo».
También echa de menos el perfil de clienta de avanzada edad «que ha dejado de venir, aunque poco a poco ya están empezando a volver, pero les cuesta todavía». Reconoce que ha habido una bajada significativa en el volumen de ventas tras la llegada de la crisis, que aunque «se está recuperando, pero muy poco a poco».
Se agarra a la temporada de verano para ver si la situación económica general mejora, «a ver si en verano mejora, ya están empezando a venir los extranjeros con segunda vivienda y también los de los yates», un puesto más en el que se habla de este tipo de cliente, «esta gente no mira precio, quieren calidad y les da igual el precio». «Los yates son una ayuda, pero solo vienen en verano, necesitamos a la gente de aquí», concluye.
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