Gabriel Molina Marí. | Daniel Espinosa

En los próximos años Europa invertirá 750.000 millones de euros en la transformación de la economía de la Unión. Unos fondos que se han bautizado como Next Generation, que supondrán un cambio importante, para el que Gabriel Molina Marí (Ibiza, 1973) pide una reflexión importante. No es modernizar por modernizar, sino impulsar avances desde un punto de vista humanista que mejoren la vida de las personas. Poner en marcha proyectos transversales, ampliar la mirada. Alerta de que corremos el riesgo de centrarnos en el proyecto en sí si no damos un paso atrás y miramos el conjunto de los cambios que queremos impulsar y el impacto que pueden tener. Como Máster en Estudios Sociales de Ciencia y Tecnología, actualmente asesora a empresas sobre el uso de estos fondos Next Generation.

—¿Qué implican estos fondos Next Generation de los que tanto se habla?

—Es un auténtico Plan Marshall. Va a multiplicar por más de diez la inversión que generalmente dedicamos a reformas estructurales. Es todo un reto, porque si ya a veces no somos capaces de gestionar nuestros propios fondos, hacerlo con una cantidad diez veces superior va a ser complejo. Gobierno y de ministerios están estructurando cómo van a llegar estos fondos y cómo van a todos los estratos empresariales. Desde el punto de vista de gestión, todavía no se sabe mucho de cara al público. Hay un real decreto de primeros de año, que es el marco general, pero no cómo se van a articular esas ayudas. El plan desarrolla unas líneas estratégicas que fundamentalmente se refieren a la sostenibilidad, la digitalización, la economía verde y cuestiones de género. A partir de ahí hay 30 componentes y cada uno llevará su partida.

—Para empresas, ¿qué implicará?

—El objetivo es precisamente movilizar la inversión privada con un apoyo público importante. Un crédito tipo podría ser 75% de fondos estructurales y 25% que tienen que poner las empresas para llevar los proyectos a buen término. La previsión de Europa es que las empresas puedan ser partícipes de esos fondos para su modernización, competitividad económica y adaptación a las líneas estratégicas. Luego se trabajará mucho la colaboración público-privada. Proyectos que se articularán con figuras rápidas como consorcios o Uniones Temporales de Empresa (UTE).

—Si tuviera que encontrarle algún defecto, ¿cuál sería?

—Un mayor trabajo en el campo de la cultura. El plan es de 170.000 millones y hay 200 millones para cultura, un 0,37%. Es una vergüenza, se habla del humanismo como la base de ese plan pero se deja de lado. Podíamos ponerle algún 0 más e invertir en valores y mejorar la sociedad. En educación se habla de digitalizar, pero para qué, ¿para crear robotitos humanos? Creo que no es lo que nos interesa.

—¿Cómo vamos en Baleares en el trabajo para recibir estos fondos?

—Creo que es la única comunidad autónoma que ha puesto en marcha una conselleria dedicada exclusivamente a este fin. Eso es muy positivo. Hay una oficina de proyectos para gestionar los fondos Next Generation y se puso en marcha un decreto de medidas urgentes que intenta regular cómo va a funcionar su gestión. Además ya se han puesto en marcha varias comisiones multilaterales entre el Govern, los consells y los ayuntamientos. Es una buena estructura, también es verdad que se centra en proyectos públicos.

—¿Y en Ibiza?

—Aquí se podría hacer más, desde mi punto de vista. El Consell debería abrir una oficina de proyectos que fuera capaz de escuchar a todos los sectores y al tejido empresarial. Hay que ver qué proyectos salen de los ibicencos y promover ideas ambiciosas incluso que rocen lo utópico. Es necesario un foro de debate que aproveche esa Hoja de Ruta para la Sostenibilidad que ha impulsado el Consell y acelerar esos proyectos. Todo esto falta por hacer, el Consell tiene una lista de proyectos que no ha dado a conocer.

—¿Qué opinión le merece la Hoja de Ruta para la Sostenibilidad que comentaba?

—Es un documento muy bueno. Es didáctico y comprensible para casi cualquiera. Además marca objetivos muy realista que llevan planteándose muchos años pero sin poner hilo en la aguja, que dicen los catalanes. Los fondos son una oportunidad extraordinaria de aceleración. Siempre nos hemos quejado de que falta dinero y ahora hay dinero. Esto facilita mucho.

—¿Cuándo tendremos estos fondos?

—Creo que ya deberían haber llegado. En un principio se habló de junio, ahora es septiembre pero ya se habla de diciembre. Es una lástima porque perdemos tiempo y la crisis está aquí pero el dinero en el futuro. El Gobierno habló en su momento de avanzar fondos, pero de momento no se ha sabido más de este tema.

—¿Notaremos a corto plazo las consecuencias de esta inyección de fondos?

—En su momento, con el plan E de Zapatero, se malgastaron los fondos. Fueron en torno a 11.000 millones de euros que no generaron las raíces que buscaban para construir un cambio en la economía. Con el plan actual todo dependerá de las facilidades que se dé a las empresas y del montante que se les ofrezca. Cuanto más se les ofrezca, más invertirán. También de la calidad de los proyectos, que dependerá del talento. El Gobierno debería buscar una estrategia, unos valores y un sentido. No implementar tecnologías por implementarlas ni digitalizar por digitalizar. Poner en marcha proyectos que evolucionen y supongan una mejora para las personas con principios como la vida digna, un planeta limpio o mejoras en la eficiencia.

—¿En qué materias debería trabajarse en Ibiza?

—Hay que alinearse con las líneas estratégicas y coger esas vías. La sostenibilidad es una de las líneas fundamentales, en ese sentido es importante la economía circular. Tenemos empresas que gestionan residuos en Ibiza, pero no cerramos el círculo. Los residuos se van fuera de Ibiza y eso es algo que nos sale muy caro. En materia de movilidad también se pueden acelerar muchos procesos que hemos empezado. Luego, por ejemplo, en agricultura es necesario un impulso, sobre todo a la agricultura ecológica. Hay que integrar la agricultura en un motor tan potente como tenemos que es el turismo, que las empresas acudan al producto de aquí y no tanto al de fuera. También en el pequeño comercio es necesario trabajar para que no se lo coman las grandes superficies.

—¿En cuanto a proyectos más concretos?

—Hay muchos, pero yo llevo muchos años pensando como ciudadano en que la central de Endesa ya no tiene ningún sentido donde está. De hecho como consultor de innovación he hablado con diversos organismos de este tema. Es una instalación que ya ha cubierto sus objetivos, ahora tenemos una doble conexión con Mallorca y la Península. Los fondos Next Generation son una gran oportunidad para desmantelar la central eléctrica. En paralelo debería valorarse si es necesario hacer una instalación en otra ubicación y dimensionada a las necesidades de la isla.

—¿Tiene alguna propuesta para el espacio que quedaría?

—Aprovecharlos con el componente de regeneración urbana de los fondos Next Generation. Hacer en aquella zona un distrito smart o directamente parques, un esponjamiento, un polígono industrial moderno. Se puede hacer un plan especial para la zona y diseñar algo en términos de economía verde y regeneración urbana.

—En materia de innovación usted fue gerente del Centro de Estudios Avanzados de Ibiza y Formentera (CEAV), ¿debería Ibiza recuperar un organismo similar?

—Las competencias en Innovación son del Govern balear, pero llega muy poco a Ibiza. Se hacen cosas muy atomizadas y de escaso valor. Tanto Palau como Xico Tarrés eran conscientes de esto y por eso se impulsó el CEAV, en el que participaban el Govern, la UIB y el Consell para promover la innovación en la isla. En su momento se cerró y se ha perdido, desde mi punto de vista una década de trabajar en innovación en Ibiza. El Consell no tiene competencias, es verdad, pero la innovación es algo transversal que afecta a todas las vertientes. Yo me puse en marcha como consultor para seguir con este trabajo desde la iniciativa privada, pero hay mucho recorrido desde las instituciones públicas, incluso sin competencias.

—¿La puesta en marcha de un Parc Bit puede suponer un cambio en este sentido?

—Nuestra directora general de Innovación, Nuria Riera, trabajaba seriamente en ello. Ahora se ha parado un poco con su salida. Espero que se haga realidad pronto y sé que el conseller, Javier Torres, ha encargado una Hoja de Ruta de Innovación para Ibiza. Es algo muy bueno. Todas estas hojas de ruta creo que además deberían converger en la creación de un foro para pensar Ibiza en las próximas décadas, cogiendo todas nuestras verticales.

—Los pasos son de cara a eliminar los combustibles fósiles, ¿qué pasos valientes se pueden dar?

—Hay que decir que hemos avanzado mucho con la puesta en marcha del cable que nos une con Mallorca. Las chimeneas casi no tiran humo. Ahora hay que apostar por la energía solar y facilitar el autoconsumo. Sería interesante que a los particulares se les diera la oportunidad de vender la energía sobrante, como se hacía en tiempo, con un precio del kilovatio interesante. En paralelo hay que apostar por la biomasa, que es una fuente de energía que tiene recorrido, sino para generar electricidad, sí para energía térmica. A largo plazo también habría que empezar a pensar en el hidrógeno. Mallorca trabaja en un proyecto europeo para crear una central de producción de hidrógeno. De momento sigue siendo una energía cara, pero hay que empezar, es el elemento más abundante de la naturaleza, si consiguiéramos sacar energía de ahí de una forma limpia a medio plazo sería fabuloso.

—¿Es utópico pensar en una Ibiza descarbonizada y autosuficiente en 2050?

—Para nada. Las tecnologías existen, hay conciencia social y ambiental. Hay dinero si se canaliza bien y en definitiva es cuestión de agilidad administrativa y legal con un plan que nos permita no perder el rumbo.