Pep Ramon, Teuet, es propietario de un rebaño de ovejas que hace unos meses rondaba el centenar de cabezas. En los últimos meses este rebaño se ha visto mermado en más de un 40%, tras dos ataques de perros sueltos en los alrededores de la finca en la que Teuet tiene su rebaño, cerca de Santa Eulària.
Los perros mataron a más de 40 de sus ovejas sorteando hasta dos vallas, una de ellas de 1,75 metros de altura y colándose en el corral dónde pasa la noche el rebaño. Una verdadera masacre en la que 15 de las 60 ovejas supervivientes resultaron heridas. Incluso cuenta que alguna estuvo a punto de morir aplastada por el peso de los cadáveres de sus compañeras. Además de las muertas y de las heridas, también hay que tener en cuenta el número de abortos que se producen en estos ataques, así como el estrés y el trauma que en muchos casos inciden negativamente en su reproducción.
Echa de menos que por parte de las autoridades se le de más importancia a estos ataques. Cuenta como tras la última masacre fue a denunciarlo a la Guardia Civil, y desde allí le dijeron que debía hacer la denuncia en los juzgados.
La dificultad a la hora de poder denunciar al animal y que sus dueños respondan a los daños ocasionados es francamente difícil, ya que hay que enganchar al animal en plena acción para poder demostrarlo. De hecho Teuet ha instalado cámaras, pero duda de su efectividad, ya que «si es un pastor alemán, el dueño puede decir que no es el suyo, que es otro parecido».
Teuet considera su afición por este animal como «nadar contra conrriente», «muchas fincas tenían, de manera clásica, siete o diez o 20 ovejas, según el tamaño de la finca, que servían a la vez de corta cesped ecológico y de abono para la finca», explica el payés, «pero ahora hay que tenerlas ovejas valladas y encerradas como si estuvieran una cárcel o un campo de concentración por culpa de los perros». Asegura el ganadero que «sale más rentable un perro o un gato que una manada de ovejas, como pueda tener yo o los cuatro románticos que todavía quedamos». Esta es una de las razones por las que Teuet se explica el descenso tan llamativo del censo ovino en Ibiza, junto a los cambios generacionales y de hábitos, «hoy en día quien tiene una finca o una casa payesa le sale más rentable alquilar la casa que dedicarse a vender corderos o tomates. Además estos inquilinos suelen tener perros y les gusta dejarlos en libertad».
También apunta a la globalización como causa del abandono de la ganadería ovina. Sgún Teuet a la hora de comprar carne: «Es más fácil comprar una paletilla de Nueva Zelanda envasada al vacío siempre con los mismos gramos, que comprar un cordero ibicenco».
Eliseo Gonzalez es veterinario y responsable de la Asociación de defensa sanitaria (ADS) de ovejas y cabras en Ibiza. Este asturiano también es un gran amante de las ovejas, de hecho las defiende no solo como ganado si no como mascota. Considera que la razón más común para dejar de tener ovejas es el ataque de perros, asegura que solo en el mes de marzo ha recibido el aviso de cuatro ataques, y relata como en los tres años que lleva en Ibiza ha visto a numerosas personas que han dejado de tener a estos animales. Habla del drama que suponen estos ataques para personas que tenían un rebaño de unos cinco o diez ejemplares y que han podido perderlos a todos por culpa de los ataques de perros. Cuenta como ejemplo como el pasado 22 de marzo acompañó a un señor de unos setenta años en la Cala de Sant Vicent a quien los perros mataron a tres de sus ovejas, las cuatro supervivientes acabaron mutiladas y mal heridas. El hombre, para quien su rebaño de ovejas le suponen compañía y su quehacer diario, era un mar de lágrimas. En este caso, como en la mayoría de ellos, los propietarios del perro no reconocen los hechos, «el perro solo juega con las ovejas, es muy bueno y nunca les haría daño» asegura que es una de las respuestas más comunes. El veterinario explica que, efectivamente, para los perros no es más que un juego, «las ovejas son el juguete perfecto para un perro, un peluche con patas que va en manada y que huye todo el tiempo». El inconveniente de este «juego» es que acaba en muerte, muchas veces en una verdadera masacre, no solo por las heridas de los canes al morderlas, si no también por la fatiga que sufren al estar toda la noche huyendo. «Hasta el perro más cuqui puede matar ovejas», asegura, y pide más responsabilidad a sus dueños, «hay gentuza que deja a los perros sueltos toda la noche en el campo». No solo las ovejas, González también destaca que gallinas y conejos también son víctimas de estos ataques.
Se queja de la indefensión y de la falta de protocolos claros a la hora de afrontar este problema por parte de las autoridades y reclama un endurecimiento de las multas a las personas que dejan a los perros sueltos. No le parece justo que no se proteja al animal más indefenso, que es la oveja, frente al más peligroso que es el perro «¿por qué tiene más valor la vida de un perro que la vida de una oveja?» se pregunta.
Joan Riera es veterinario del Departament de Turisme, Medi Rural i Marí i Cooperació Municipal del Consell. Coincide con su colega de la ADS y con Teuet en la gravedad que supone este problema, y apunta también al golpe emocional que supone para los propietarios de ovejas encontrárselas muertas en estas circunstancias. Considera que por lo menos la mitad de la bajada del censo ovino está relacionado con este motivo mientras que el resto tiene más relación con los cambios generacionales. Advierte de que las multas a los propietarios de los perros responsables de los ataques son importantes, hasta 6.000 euros, pero reconoce la dificultad a la hora de demostrar la autoría de los hechos y también considera que un protocolo más claro por parte de las autoridades facilitaría las cosas. Recuerda que las responsabilidades respecto al control de los perros recaen en los ayuntamientos.
Sobre el perfil del perro que perpetra estos ataques no considera que haya un perfil determinado «el instinto de caza lo tienen todas las razas». Pone como ejemplo un caso en el que hicieron vomitar al perro sospechoso, que según sus dueños era incapaz de hacer daño a nadie, y éste vomitó un pedazo de piel de una de sus víctimas ovinas. Se trataba de un Labrador. «Los perrros pequeñitos cazan lagartijas por que no pueden cazar otra cosa» afirma respecto al instinto de este animal.
Como solución propone más control a los perros por parte de las autoridades, «controlar a los perros es la base».
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