Teresa Bofill ante algunas de las lámparas que le quedan antes de cerrar su tienda definitivamente. | Toni Planells

Del 15 de octubre de 1990 al 31 de marzo de 2021, este es el periodo de vida de la tienda de iluminación Llum, que anuncia su cierre por jubilación de su dueña, Teresa Bofill, 30 años después de su apertura. Teresa se muestra «muy contenta» y tiene muy claro a qué va a dedicar el tiempo: «ir a pescar, a caminar por el bosque, buscar espárragos, pabrassos y aprovechar, como dice mi marido, los cuatro cortes de pelo que nos quedan».

Lamenta que la situación sanitaria no le permita dedicar buena parte de este tiempo a viajar. Espera que se solucione pronto y aprovechar los viajes del Imserso, pero parece que actividades no le faltan mientras tanto.

Trayectoria
Teresa Bofill trabajó durante 14 años como secretaria en la Alianza Francesa, pero decidió poner en marcha su propio negocio nada más arrancar la década de los 90 tras unos años de descanso. En un local que había adquirido pocos años antes en la recién edificada Calle Extremadura. Se decidió por el negocio de la lámparas y la iluminación ya que, tal como cuenta Teresa, «soy muy tiquismiquis con las lámparas y en Ibiza no encontraba lo que quería y sin embargo en la península sí».

Así puso en marcha su tienda de lámparas y pantallas, que al principio complementó con objetos de decoración. Siempre consiguió trabajar con pantallistas que le hacían pantallas a la medida que ella les pedía. Se ocupaba de seleccionar telas y materiales para enviarles a estos pantallistas, con el paso de los años se fueron convirtiendo en amigos. Así como con los artesanos que le hacían, también a medida las lámparas que Teresa les iba encargando según las necesidades de sus clientes. Normalmente ha trabajado siempre, tanto con artesanos como con pantallistas, con empresas de la península. Principalmente por que se trata de un oficio que en Ibiza nunca tuvo tradición, sin embargo sí reconoce haber trabajado con un artesano ibicenco que le hacía lámparas a partir de ramas de olivo y otros materiales y nunca quiso que figurara su nombre, «lo hacía como hobbie, y nunca quiso que se le publicitara». De esta manera, Teresa siempre se ocupó de buena parte del proceso de diseño de las lámparas que han ido colgando en Llum. Pero su buen oficio también le llevó a servir sus pantallas a establecimientos hoteleros como el Royal Plaza o algunos agroturismos. Además, Teresa no solo estudiaba y escogía las telas y las medidas que más le convenían, también se permitía hacer sugerencias, entonces innovadoras, a sus fabricantes. Pone como ejemplo los apliques de cuadros, que toda la vida habían sido doradas y a ella nunca le gustó este acabado, así que convenció a su fabricante para que le hiciera algunos con otros acabados. «Al principio no estaba muy convencido, pero acabó incorporándolo a su catálogo», recuerda la ya casi jubilada.

Un oficio amenazado
Teresa recuerda a sus proveedores con cierta pena, ya que este oficio ha venido sufriendo una grave crisis durante los últimos años, y la mayoría han tenido que cerrar sus fábricas últimamente. Pone como ejemplo un artesano con el que había trabajado mucho tiempo y que ha tenido que incorporarse a una empresa de espejos «poniendo foquitos a los espejos unos años hasta que pueda jubilarse». «Es una verdadera pena» exclama Bofill ante lo que considera la «desaparición de un oficio». Teresa tiene claras las razones: «Es que desde que llegaron los chinos, Ikea y Amazon los precios no tienen nada que ver. Los materiales de una pantalla hecha por un artesano no es lo mismo que una pantalla made in China, y el precio tampoco obviamente».

Recuerda con nostalgia como el perfil de clientela que tenía al abrir la tienda era de «parejas jovencitas que se acercaba a final de temporada, cuando se casaban, y compraban las lámparas de la casa. Ahora hace mucho tiempo que no viene gente joven, se lo compran todo en Ikea y cuentos de estos...». Tal vez por eso, Teresa se siente afortunada al poder bajar definitivamente la verja de su negocio por jubilación, en unos tiempos tan hostiles para el comercio local, para uno como el suyo en especialmente, y con la conciencia de haber cumplido con éxito una importante etapa de su vida.