En el gimnasio
Así, Rafel Tur, propietario de los gimnasios Nirvana, se encuentra «como si tuviera un Lamborgini y tuviera que ir caminando». Usa este símil para ilustrar la situación en la que se encuentran tanto él en su sector como en la hostelería. Se queja de que las restricciones son más duras ahora que cuando se pasó a la primera fase 4 en la desescalada de 2020. Entonces, se podían usar las máquinas de cardio respetando una distancia de seguridad de dos metros y en esta nueva fase no se pueden usar este tipo de máquinas.
Otra queja del empresario respecto a las nuevas restricciones es sobre las clases dirigidas, que no pueden sobrepasar las seis personas, sin especificar nada sobre el espacio del que se disponga. «Si no puedo trabajar, ¿cómo puedo pagar?», se pregunta Tur, quien ha tenido que pedir un crédito ICO importante para poder afrontar esta dura etapa.
Trabajando desde hace un año al son de las restricciones le ha supuesto una merma importante en los ingresos del negocio, mientras que las facturas se han mantenido intactas, si es que no han aumentado: «Nos han subido la luz, nos han subido el agua, el teléfono, nos suben la Seguridad Social... nos lo suben todo», lamenta Tur, que abrirá las puertas de su gimnasio este próximo lunes.
Restauración
Por parte de la hostelería, mientras en la Plaza del Parque algunos empresarios limpiaban y preparaban ayer a contra reloj, otros han preferido no precipitarse y abrir a partir del martes. Y es que el anuncio de las nuevas restricciones llegó hace dos días y no todos han tenido tiempo de organizarse y ponerse al día. Tal es el caso de Es Nàutic en Sant Antoni.
Su responsable, Xesca Guasch, todavía está estudiando qué posibilidades y qué margen le dejan estas restricciones. Haciendo cuentas para calcular el número de empleados que van a poder salir del ERTE y lamentando tener que escoger entre ellos al no poder hacer turnos con los horarios impuestos. Sus empleados empezarán a trabajar el martes para dejarlo todo listo y abrir el próximo jueves.
Haciendo las cuentas de cabeza, a Guasch no le acaban de salir, pero ayer explicó que abre sobre todo por sus trabajadores y por sus clientes, que ya le han hecho reservas para el próximo fin de semana. Guasch aafirmó que se adapta, que no juzga, y entiende que «no se puede abrir como en Navidad. La desescalada no puede ser de golpe y tener que volver a cerrar después». Le parece injusta la culpabilización a la restauración acerca de los rebrotes. Sí pone el acento en la importancia de la vacunación y plantea que también se debería vacunar al personal de la restauración de manera prioritaria (tras el personal esencial, por supuesto) para poder combatir la batalla económica de la pandemia.
En la Plaza del Parque de Vila, Román Dufleau está preparando la terraza de su negocio. «¡Necesitamos abrir ya!», exclamaba tras dos meses con las puertas cerradas, mientras comprueba que tras ese tiempo se le ha estropeado una de sus neveras. La dureza de las restricciones le molesta, pero para él lo peor es «que se abran los aeropuertos a vuelos del extranjero sin control», que puedan llevar a nuevos rebrotes a las puertas de la temporada de verano. «Prefiero un cierre perimetral y trabajar solo con gente de Ibiza durante tres semanas más o un mes a que se produzcan rebrotes y se vuelva a estropear la temporada de verano», concluyó el empresario.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.