Hay quien dice que el mundo es de valientes y en los tiempos que corren, con el coronavirus y con las restricciones impuestas por el Govern balear para frenar los contagios hay que serlo mucho para mantener abierto tu bar y tu restaurante. Sin embargo, todo riesgo, por lo general, tiene su recompensa, y la decena que han decidido plantar cara a todos los contratiempos en Sant Antoni tenían ayer por la mañana una gran afluencia de público con muchas ganas de disfrutar de un buen desayuno y una caña.
No eran muchos y todos diseminados por distintas zonas del casco urbano. Al final del puerto, junto al espigón al que llegan los Reyes Magos al pueblo, resistía lleno y con gente haciendo cola para entrar el Rita's Cantina. «No podemos cerrar porque la gente no nos lo perdonaría y porque aunque entre semana es difícil con todas las medidas y restricciones, los sábados y domingos viene bastante clientela y con ello podemos seguir pagando a nuestro personal», aseguró ayer a Periódico de Ibiza y Formentera Rita, su dueña, mientras ayudaba a sus camareras preparando zumos, tostadas y cafés de todo tipo.
Un poco más adelante, siguiendo el Passeig de la Mar y dejando de paso el edificio del Ayuntamiento, en el número 12 se encuentra el Restaurante S'Avaradero. Es el único de su misma acera que está abierto. Son las once y media de la mañana y una de las camarera se afanaba por desinfectar las mesas de la terraza. Dentro, su dueño, Pepe Costa charlaba con amigos y clientes de toda la vida. «No lo estamos pasando muy bien porque nos viene muy poca gente y durante estos días hemos hecho menos de la mitad de la mitad de la caja», explicó con cierto pesar.
En su caso, le ha hecho mucho daño tener que reducir el aforo a un 25% de las mesas en el interior y a un 50% en la terraza. «Influye muchísimo porque no podemos atender a la gente que quisiéramos y muchos clientes se deciden quedarse en casa al no haber sitio, pero preferimos seguir abiertos para cubrir gastos y porque somos un restaurante de toda la vida al que quiere mucha gente de Sant Antoni», concluyó.
Si se sigue camino, se pasa el famoso reloj y Es Nàutic de Sant Antoni y se llega hasta el Passeig de ses Fonts. En verano es un lugar muy transitado y los bares, cafeterías y restaurantes siempre están repletos de turistas. Ahora, apenas resisten tres o cuatro. La Cantina Portmany es el primero, con la terraza bastante llena, y un poco más allá, tras cruzar la calle Ample que sube hacia la iglesia, están El Patio y Mudita, ambos pegados.
En el primero, Mohamed no paraba de atender a «clientes habituales del pueblo que vienen todo el año y que ya son casi como de la familia». Sin embargo, también nota económicamente la reducción de aforo, ya que en el interior apenas quedan dos mesas y fuera unas ocho. Mientras, en Mudita, con un concepto totalmente distinto que apuesta por zumos naturales y productos más ecológicos, Andrea también tenía casi llena la terraza. «Intentaremos aguantar todo el año, porque siempre hemos tenido una gran acogida entre la gente de Sant Antoni, pero tenemos que ver si nos sale rentable porque ahora estamos haciendo mucho menos de la mitad de lo que normalmente hacíamos».
Interior del pueblo
Saliendo de la zona más turística, adentrarse en el interior del pueblo es encontrarse con un panorama desolador. Los carteles de se alquila, se vende y se traspasa en todo tipo de negocios son habituales y los que no lo tienen es porque directamente han cerrado sus persianas esperando que la próxima temporada les sea un poco más propicia.
La calle Madrid, en la zona donde está el CEIP Cervantes y el mercado de frutas, verduras y flores, los contrastes son enormes. Durante muchos números todos los restaurantes están cerrados, con sus sillas y mesas apiladas e, incluso, a alguno se le ha desprendido parte del cartel luminoso, demostrando que vivió tiempos mejores. Aquí, solo resistía el Restaurante Benítez, con una pequeña terraza en la que apenas y hay una decena de mesas, y todo ello sin poder usar la barra y con el interior reducido al mínimo.
Muy cerca, apenas a cien metros, subiendo por la calle Vara de Rey, estaban recogiendo los frutos de ser valientes los tres socios de Al Andalus, otra de las cafeterías que muchos vecinos de Sant Antoni consideran «de esas de toda la vida».
Tras la barra estaba una de sus socias, Eva, quien no daba a basto sin parar de trabajar. «Han sido 15 días muy malos y aburridos, con un descenso muy importante en la caja, porque nuestro público fiel estaba confinado y no quería salir, pero poco a poco hemos ido remontando, principalmente porque todos los domingos seguimos ofreciendo los churros y eso atrae a mucha gente», aseguró tras su mascarilla negra.
A pesar de su optimismo y de que su terraza estaba llena, también confirmó que les han hecho mucho daño la prohibición de fumar, las limitaciones de aforo y, sobre todo, el horario nocturno. «Donde realmente se hace dinero es en las cenas y desgraciadamente, sirviendo solo cafés y desayunos no podemos pagar los gastos fijos que tenemos y que no fallan ningún mes».
Calle Cervantes
Otra de las zonas que normalmente suele tener más movimiento en Sant Antoni es la calle Cervantes, muy cerca del mar.
Allí, al igual que en otras partes del pueblo, muchos comercios, restaurantes y cafeterías están cerrados esperando ya a la próxima temporada. Solo dos estaban abiertos repletos de gente que desafiando al viento había salido a desayunar.
Uno era La Guay, en el número 40. Las mesas del exterior estaban llenas y el interior, muy amplio y diáfano al haber tenido que reducir el aforo y establecer distancias de seguridad, también todas las mesas están ocupadas. Por ello Cristian, su dueño, lo tenía claro.
«Somos muy afortunados porque sigue viniendo gente, sobre todo residentes todo el año en el pueblo que ya nos conocen y saben como trabajamos, y por eso tenemos muy claro que hay que seguir abiertos todo el año y que solo cerraremos si alguno de nosotros, que esperemos que no, se contagia por coronavirus», confirmó mientras asegura que «el mundo es de valientes y en esta vida hay que arriesgar».
Y justo al lado, en la Bodega Supermarket Planas, la terraza también estaba llena sin que dieran a basto. Tanto que es Joaquín el que habla con Periódico de Ibiza y Formentera en una pequeña pausa entre café y café. «Nosotros llevamos muchos años trabajando con clientes del pueblo, sin haber caído en la tentación de subir los precios durante los últimos años y por eso seguimos teniendo un público fiel al que nos debemos y por el que tenemos muy claro que no podemos cerrar».
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