Los comerciantes de la zona de l'Eixample de Vila dijeron ayer basta y decidieron alzaron su voz para protestar por la situación que viven desde hace demasiado tiempo. A las doce de la mañana realizaron una cacerolada simbólica que fue secundada de forma masiva y que, según aseguraron ayer a Periódico de Ibiza y Formentera pretenden repetir diariamente «hasta que desde las administraciones tomen medidas, se les escuche y se les tenga en cuenta».
El confinamiento selectivo de las calles que están incluidas dentro de esta zona de la ciudad ha sido la gota que ha colmado el vaso de su paciencia. Desde hace tiempo, el barrio y sus comerciantes han ido viviendo un deterioro que ha provocado el cierre de pequeños comercios y con muchos de sus trabajadores en el paro o, los más afortunados, acogidos a Expedientes de Regulación Temporal de Empleo. Piden soluciones y ayudas por parte del Govern y del Ayuntamiento de Ibiza – al que acusan de dejarles «abandonados» desde hace mucho tiempo – pero sobre todo están «muy indignados por la selección de las calles a confinar dentro de la misma ciudad» para intentar frenar el avance del coronavirus en la ciudad.
La protesta se convocó a través de las redes sociales y a través de los grupos de Whatsapp de vecinos del barrio y algunos de los comerciantes para las doce de la mañana y resultó todo un éxito, teniendo su principal punto neurálgico en la calle Catalunya y su alrededores.
De forma puntual, y al principio tímidos y después con muchas más ganas fueron saliendo uno tras otro los dueños y trabajadores de los negocios hasta convertir la zona en un gran estruendo durante algo más de un cuarto de hora. Primero los del restaurante Can Bordis, después de Muebles Ibiza con una pequeña sirena de bicicleta y de Can Reet con palos y platos y así, ante la desconcertada mirada de algún vecino que se acababa de despertar, el ruido fue en aumento. Prácticamente todos los comercios que quedan abiertos en la zona se sumaron a la protesta. Valía cualquier cosa con tal de hacerse notar, desde silbatos como los que empleaban en la Librería Sa Cultural y en Mimitos, a los aplausos de las trabajadoras de África Perfumerías. Incluso perchas y hombreras como en el caso de la tienda de moda C18, donde Yolanda era una de las muchas indignadas. «¿Qué cómo está la situación? Pues muy mal, fatal, casi muerto, sin gente y sin nadie por las calles, y la pregunta que nos hacemos todos es quién ha sido el iluminado que ha hecho la selección de la zona de confinamiento de esta manera sin incluir otras como Ses Figueretes o la Plaza del Parque».
Ella asegura que la decisión del confinamiento ha sido un golpe muy duro que viene a sumarse a otros palos que han sufrido desde que se levantó el estado de alarma. De hecho, Yolanda sigue abierta porque es la propietaria de la tienda. «Si no fuera por eso haría tiempo que hubiera echado el cierre viendo la situación como está y lo mal que lo pasan otros compañeros muy cerca de aquí que han tenido que poner a sus trabajadores en ERTE».
Otros muchos han decidido directamente no abrir por las tardes ante la falta de clientes. Es el caso de la tienda de calzados y artículos de piel Álex, muy cerca de la de Yolanda. Allí, Francisca, su dueña, apenas recibe clientes cuando el lugar ha sido durante 42 años uno de los grandes referentes del barrio. Cansada y con su marido pensionista, está a punto de arrojar la toalla viendo el futuro tan negro que hay por delante. «Llevamos casi medio siglo aquí, en el mismo lugar y, a pesar de que hemos vivido algún que otro momento malo, todos con gobiernos socialistas, nada como este que estamos sufriendo ahora, y por eso, viendo cómo nos ningunean desde las administraciones y viendo el calvario al que nos han obligado a vivir, hemos decidido solo abrir hasta la una y media y cerrar definitivamente el negocio en el mes de enero del año que viene».
El Mercat Nou, unido
Las protestas y el ruido alcanzaron su mayor protagonismo en el Mercat Nou. Los trabajadores y dueños de las paradas y los de las cafeterías del exterior se unieron para convertirse en una sola voz ante la situación que viven. Durante algo más de un cuarto de hora emplearon cualquier utensilio a mano, incluyendo algún barril de cerveza, para hacer mucho ruido consiguiendo la solidaridad de los vecinos y curiosos.
«La situación es horrible y ya no sabemos quién tiene la culpa, si el Govern por haber decidido las calles del confinamiento como las ha decidido o el Ayuntamiento de Ibiza que no se ha plantado ni defiende a su gente, pero da la sensación que entre unos y otros quieren hacer que el Mercat Nou se acabe hundiendo para siempre», explicaba una vendedora anunciando muy seria que la protesta se iba a repetir «el tiempo que haga falta porque no van a poder con nosotros».
La sensación de indignación y enfado era palpable en todo el mercado. Lo mismo que el vacío que se podía ver en sus pasillos sin apenas clientes. «La cacerolada la impulsaron los vecinos y en el mercado la apoyamos desde el primer momento porque aquí todos tenemos que ayudarnos ya que el barrio no sería nada sin el mercado ni el mercado sin sus vecinos, y porque nos parece indignante como se nos está dejando de lado una vez más por parte del Govern y el Ayuntamiento de Ibiza», explicó Carmen, otra vendedora convertida en portavoz.
Lo mismo entre los bares. «No nos dejan que sobrevivamos y solo nos ponen trabas para poder salir adelante cada día que pasa, pero seguiremos luchando porque no compartimos esta medida que se ha tomado y que nos está haciendo mucho daño, sobre todo por el desconocimiento que hay entre la gente y las medidas tan duras para todos los que intentan acercarse al mercado o a los comercios del barrio», concluyó Rosa, del Bar La Granja, en pleno Mercat Nou.
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