Matutes Barceló frente a la mesa de reuniones de Sirenis. | Daniel Espinosa

El sector turístico vive en una montaña rusa que solo genera malestar y nada de diversión. Hace apenas un mes reanudaban su actividad, dos meses después de lo previsto. Apenas estaban arrancando y llegó el frenazo inglés. Pedro Matutes Barceló (Barcelona, 1968) da cuenta del impacto que esto ha tenido en el grupo Sirenis, con cinco establecimientos hoteleros en la isla. También nos habla de un cambio de aires en el sector y de su nuevo hotel, Twiins, los antiguos Goleta y Tres Carabelas.

—¿Podrán aguantar las empresas del sector turístico ibicenco frente a la cuarentena impuesta por Reino Unido a sus residentes y la recomendación de no viajar a España?
—Desde luego esto ha sido un aldabonazo, un golpe muy duro en el peor momento. No es lo mismo que esto se hubiese producido en junio que ahora. La capacidad de recuperación de ese mercado para este año va a ser baja. Estamos entrando en agosto, atentos a ver si reconsideran su decisión en los próximos días, pero gran parte de las reservas se han perdido o se han redireccionado a otros destinos. Ha sido, sin duda, la puntilla al verano respecto al mercado británico.

—¿Qué efecto tendría una rectificación en los próximos días de Reino Unido?
—Los hoteles que ya han cerrado creo que será prácticamente imposible recuperarlos. Podría ser que algún hotel retrasase su decisión de cierre y se mantuvieses abierto. Pero el problema no es ese. El simple anuncio de la cuarentena hizo desaparecer un volumen de reservas muy grande. Después vino la cuarentena y la no recomendación de viajar a Balears cuando esperábamos una decisión en sentido contrario. Los propios turoperadores se sorprendieron de la dureza de esa medida. En esos mercados se ha generado una desconfianza muy alta por el hecho de que se haya tomado esa decisión de una manera muy sorpresiva. Esto hace que muchas personas cancelen sus planes de viaje en general. No solo a España.

—En el caso particular de Sirenis, ¿cuál ha sido la afectación?
—Hemos cerrado el Sirenis Seaview, un hotel grande que era imposible mantener. Nos desaparecieron la mayor parte de las reservas en cuestión de un par de días. Nos vimos obligados a cerrarlo una semana después de haberlo abierto, que es algo inaudito. Hemos hecho todo lo posible por mantener actividad y vamos a funcionar con unas cifras modestas pero crecientes de reservas. Todo en aras de poder proporcionar trabajo a nuestra plantilla aunque no sea un año para ganar dinero. Pero en el caso de este hotel ha sido imposible, estamos hablando del mercado familiar británico totalmente eliminado.

—¿Qué impacto ha tenido sobre la plantilla?
—A nivel global habíamos recuperado ya un 70 o 75% de la plantilla a finales de julio. Estamos esperando tomar decisiones con otro hotel que tiene cifras de ocupación bajísimas, pero esto ya ha supuesto que varios cientos de personas se hayan tenido que ir de nuevo al ERTE.

—¿Es necesario que se alarguen los ERTE por fuerza mayor hasta marzo de 2021, como se pide en el sector?
—Esto depende de los compromisos laborales de cada empresa. En el caso de la hostelería, en la isla llegan normalmente a final de septiembre o final de octubre. Para nosotros el ERTE de fuerza mayor nos sirve en la mayor parte de la oferta. Más allá, al empresario y al trabajador no le afecta porque ha finalizado la relación laboral. Otra cosa son empresas que no son de producción discontinua o las propias centrales de las empresas turísticas. En ese caso sí sería importante que se valorase. Pero estamos hablando de ERTE de fuerza mayor. Cuando no exista esa fuerza mayor se podrá acudir a ERTE por causas económicas o productivas.

—¿Cree que muchas empresas pasarán del ERTE al ERE?
—Espero que no. Te hablo de lo que conozco y sé que hay voluntad de resistir en este año tan difícil para retomar operaciones regulares el año que viene. En el sector de la hostelería, en general, no se va a producir. Puede haber alguna excepción. En otros sectores con demanda local permanente, sí puede pasar.

—A nivel nacional e internacional, los medios de comunicación se han hecho eco de aglomeraciones sin uso de mascarilla en Ibiza, ¿puede pasarnos factura a nivel de imagen este tema?
—Vivimos en una época en la que muchas veces lo más importante no es la realidad sino la apariencia de realidad. Esas imágenes nos hacen mucho daño, por mucho que sean sucesos puntuales. Hay que tener un especial cuidado con estas cosas. En general el sector del ocio, sobre todo el ocio musical, ha tenido que hacer un sacrificio importante. Esto echa por tierra ese sacrificio que para muchas empresas es dolorosísimo. Hay que tener especial cuidado para que no se produzcan abusos.

—¿El cierre de discotecas en Ibiza ha sido positivo?
—Parece ser que desde un punto de vista epidemiológico, sí. Aunque ahora parece que todo el mundo sabe de epidemiología y que te dan el título con las tapas de los yogures. Pero, bromas aparte, el sector ha sido muy responsable. Hablamos de lugares cerrados en los que se baila, se canta y no existe prácticamente la distancia social, son focos de contagio. También lo son las reuniones familiares, no lo vamos a negar. Pero se ha tomado una buena decisión y muchas comunidades autónomas han tenido que tomarla con posterioridad.

—¿Habrá cambios respecto al ocio nocturno?
—Vienen nuevos tiempos y el ocio musical volverá. Si lo hará en el mismo formato no lo sé. En los mismos espacios lo dudo. Pero que existirá, desde luego. Muchos destinos turísticos querrían tener el ocio nocturno que tiene Ibiza, pero yo siempre lo he comparado con la energía nuclear. Es una energía que funciona estupendamente, pero como se escape del sitio en el que está tienes un problema serio, difícil de arreglar. La energía nuclear tiene que estar confinada, entonces te genera un bien social. Pero si hay fisuras y acaba en un campo de almendros, adiós al campo de almendros. Cuando hago esta comparación no es en sentido peyorativo ni mucho menos, cada cosa tiene su sitio y su potencial utilizándola adecuádamente.

—¿Las mascarillas las están asumiendo los turistas?
—Yo, desde el momento en el que excluyeron playas, piscinas y terrazas, se relajó el tema entre el sector. Sino hubiéramos salido en medios de comunicación de todo el mundo. Tuvimos llamadas sobre este tema y cuando informas de que en la piscina se puede estar sin mascarilla se tranquilizan. Todo lo que no sea un impedimento para un desarrollo normal de la actividad del turista y que contribuya a su seguridad es positivo.

—¿El Govern tenía que haber retirado la ecotasa este año?
—Sí, tendría que haber lanzado un mensaje muy claro de bienvenida al turista, más en un año así. Si no se hace en estas circunstancias, no sé en qué circunstancias lo hará.

—¿Cómo valora la actuación del Govern respecto al sector turístico durante esta crisis?
—Ha habido momentos de bastante confusión a nivel normativo, sobre todo en temas de relaciones laborales. En cuanto a lo demás el Govern ha sido contundente en sus actuaciones y yo no le pondría un suspenso.

—¿Alargar la temporada puede ser viable?
—Todo el mundo habla de esto, ojalá, pero eso entra dentro de los buenos deseos. En este momento creo que hasta el que más fervientemente dice que quiere alargar la temporada está haciendo sus números y ver si puede mantener abierto. Esto, desgraciadamente, es así porque dependemos del tráfico aéreo. Podemos esperar que se mantenga el sector vivo hasta el año que viene. Además con un añadido, que es una ventaja respecto a otras zonas turísticas, estamos acostumbrados a terminar la temporada en octubre y entrar en hibernación, no hay una carga laboral que tengas que asumir y eso va a ayudar al sector.

—¿Cómo pinta 2021?
—Hay varios escenarios; en uno puedes pensar que el año que viene todavía va a haber Covid. El plan de vacunación todavía no ha llegado. Es probable que estemos afectados, pero dos años sin vacaciones no va a pasar la gente. Además estaremos más acostumbrados y la gente saldrá más. En ese caso los ganadores serán los destinos de corta distancia respecto al turismo europeo. El inglés o el alemán irán antes a los países del Mediterráneo y no se plantearán ir a Tailandia o el Caribe. Diez horas en un avión con mascarilla no es agradable. Si hay una solución contra el virus se restablecerá la situación a nivel mundial y tendremos que batirnos el cobre con muchos destinos que vendrán sedientos de turistas.

—Ustedes han lanzado este año un nuevo proyecto, Twiins, ¿qué les lleva a arriesgar así?
—Twiins tiene un componente tecnológico y experiencial tan grande que necesitábamos obtener un feedback cuanto antes. Nos han quedado tantas cosas en el tintero, tantas ideas. Es un riesgo pero hemos intentado hacer algo diferente cuando todo el mundo hace lo mismo. Entramos en un campo nuevo. Se busca traer la esencia de Ibiza a través de la última tecnología. No hemos inventado nada, pero sí que le hemos dado una utilización diferente. Podrás estárte tomando un combinado en el lounge bar de uno de los edificios de Twiins y estar viendo en una pantalla curva de altísima definición la puesta de sol en vivo en Sant Antoni sobre sa Conillera.

—¿De dónde sale este concepto?
—Nace como consecuencia de la observación de lo que está pasando en la isla. Hace tres años se empieza a reformar el producto. Nosotros vemos que a nivel de mercado todo el mundo está yendo en la misma dirección, a solo adultos, al lujo y la exclusividad que lleva al canibalismo de unos sobre otros, a generar marcas de renombre internacional. No es una crítica, pero son marcas que dejan de estar ligadas a la isla y nosotros buscábamos un concepto ligado a Ibiza. El motivo de Twiins es la isla al completo. Hemos pensado en un producto que refuerce la conexión entre el huésped y la isla.

—¿Deme algunas pinceladas?
Tenemos en la recepción ‘the compass', con más de 300 puntos de interés y nuestra intención es llegar a mil. La pandemia no nos lo ha permitido porque todo es material propio que requiere grabar o elaborar información. El cliente busca estos lugares sobre el mapa interactivo y la experiencia llena la recepción. Son puntos con mucho sabor entre los que no sale lo típico. Están las playas, por supuesto, pero por ejemplo en el apartado de ‘shopping in Ibiza' te sale la sombrerería Bonet, Can Vinyes… Buscamos la sorpresa. Otro elemento es la media pool. Es una tecnología creada para generar sensaciones y desde las habitaciones es espectacular. Tienes 140 metros de pantalla más la piscina que son 52 metros, una de las piscinas de hotel más grandes. Yo lo que estoy consiguiendo con esto es convertir la piscina en una pradera de posidonia, un campo de almendros o viajar al pasado de ibiza y el efecto es espectacular.

—¿Podéis ser tendencia?
—No lo sé, lo que sé es que vienen tiempos diferentes y que nos tenemos que adaptar. Este parón y cambio de rumbo ya está en la sociedad, hay que repensar todo esto. Para empezar porque la sociedad tendrá otros valores y nuestros turistas tendrán otros valores. El sector turístico está dentro de esa sociedad y esa sociedad reclama responsabilidad.

—¿Este cambio tendrá un impacto en Ibiza?
—Cuando se da una situación como la actual el acento se pone siempre en recuperar la economía. No podemos hablar frívolamente de esto, hay mucha gente que lo está pasando y lo va a pasar mal. Primero que la gente recupere sus trabajos. Pero la tendencia va hacia la sostenibilidad. Cuando esto vuelva a la normalidad, ¿volveremos a lo que teníamos antes? Pues mucho de lo que teníamos antes lo vamos a recuperar, pero hay otras cosas que habrá que valorar si vale la pena recuperarlas o poner un poco de orden aprovechando este momento.