Plaza del Parque, el sábado por la noche. | Tomás Sánchez Venzalá

De la ‘fiebre del sábado noche' se ha pasado al ‘coronavirus del sábado noche' en Ibiza. La ‘nueva normalidad' ha obligado a residentes y turistas a adaptarse a la nueva oferta de ocio nocturno, enormemente limitada por la crisis de la COVID-19.

Ya nada es como antes. Escenarios en los que no cabía un alfiler veranos atrás, tales como Platja d'en Bossa o el Passeig Joan Carles I, en Vila, y el famoso West, en Sant Antoni, se muestran ahora desérticos; por no hablar, obviamente, de las macrodiscotecas, cerradas a cal y canto.

Así se veía la zona de Ushuaïa el sábado por la noche.

Choca sobremanera la imagen que se percibe entre Ushuaïa y Hï, en Platja d'en Bossa. Luz tenue y cero personas, nada que ver con el periodo estival anterior, donde hasta altas horas se concentraban multitud de amantes de la fiesta y turistas extranjeros para disfrutar de las fiestas. Ahora, parece más bien una escena de Soy Leyenda, vacía y muerta. Eso sí, algunos locales permanecen abiertos por la zona como el clásico Top 21. La sala se ha adaptado a la normativa actual, sin pista de baile, pero con mesas y taburetes en su lugar.

El Passeig Joan Carles I también presentaba una estampa distinta, vacía como hucha recién abierta. Con todas sus salas de fiestas cerradas anteayer, era raro encontrar un alma por la zona. Algunos metros a la espalda, la discoteca Pacha también permanecía cerrada y sus alrededores, desolados. Quién se lo iba a imaginar en el mes de marzo.

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Una imagen inusual a esta altura de la temporada.

Lo mismo ocurre en Sant Antoni. En el pueblo portmanyí, el ocio nocturno no pasa por su mejor momento. El que alguna vez haya paseado por el West End un sábado de julio nunca diría que se trata de la misma zona. El West está cerrado porque el Govern balear así lo ha decidido. El carrer de Santa Agnès parecía el Sahara. A las 23.00 horas el silencio era absoluto con todos sus locales cerrados. Tampoco el carrer de Cristòfol Colom, donde se suelen juntar los jóvenes del pueblo, tenía mejor aspecto.

Misma imagen ofrece el passeig de Ponent. Allí algunas terrazas aún respiran algo de ambiente, pero este paseo en el que se encuentran los emblemáticos Café del Mar y Café Mambo también ofrece una imagen desoladora en la noche. Donde tendría que haber cientos de personas, apenas pasaba gente.

Contraste
Esta cruz de la noche contrasta con el otro lado de la moneda, la cara, que se puede encontrar en zonas como la Plaza del Parque y el puerto de Vila. Los locales estaban animados y con un buen abanico de clientes que han tenido que reorganizar sus salidas para disfrutar de la noche. Eso de salir, como mínimo, a la medianoche ha pasado a mejor vida dado que los bares de ocio nocturno están obligados a cerrar a las 02.00 horas.

Una hora por la que Ocio de Ibiza pelea. La asociación ha solicitado al Govern, que de momento no hará cambios, una ampliación en el horario. Muchos jóvenes lo agradecerían porque cuando llega el ‘toque de queda' y los locales empiezan a bajar sus persianas las calles se llenan de personas que buscan, sin éxito, un lugar donde poder alargar la noche. Si bien es cierto que algún negocio no cumple con la norma alarga su oferta por encima de lo debido.

Con este panorama, no era de extrañar encontrar la Plaza del Parque abarrotada a las 22.45 horas. La masificación de personas era total, disfrutando de la bebida en unas terrazas hasta la bandera. Por el puerto, donde se alternan locales abiertos con otros cerrados, también se dejaba ver la gente, si bien no en la medida de años atrás. Es la factura que está pasando la dichosa COVID-19.