La playa de Cala Sant Vicent se encuentra sin apenas gente a principios de julio y esto afecta directamente a negocios y restaurantes que están al pie de la playa. | Arguiñe Escandón

A estas alturas de julio Cala Sant Vicent estaría lleno, su preciosa playa repleta de familias de turistas llegados desde distintas partes de Europa y de España y sus comercios y restaurantes recogiendo beneficios. Sin embargo, hace más de cuatro meses apareció el coronavirus, el confinamiento, el estado de alarma y todo cambió por completo. Ahora, y a pesar de la nueva normalidad, el panorama es bastante complicado en esta zona del norte de la isla.

Por ello, la palabra más repetida entre los que tienen un comercio en Cala Sant Vicent son «difícil», «duro», «complicado» y, sobre todo, «fatal». La mayoría intenta ser optimista con la llegada de los primeros turistas a Ibiza y la apertura de los hoteles – hoy abre el Cala Sant Vicent Hotel con solo dos plantas – y sobre todo porque ven que durante los fines de semana muchos residentes se acercan al lugar y algo, al menos, consumen. «No hay nadie en la playa entre semana y los residentes que vienen no tienen mucho dinero para gastar y eso ha hecho que no haya entrado ninguna persona en la tienda desde el lunes», lamentó ayer Miguel Ángel, propietario de Ibiza Dreams.

Por ello, la situación de este veterano vendedor de moda y complementos es, según explicó ayer a Periódico de Ibiza y Formentera «muy complicada y casi desesperada». En su caso tiene tres créditos a los que hacer frente, uno de ellos precisamente pedido para mantener la tienda en un período tan complicado y en el que, además, no llegan ninguna de las ayudas que se piden al Govern ni al Ayuntamiento de Sant Joan».

No en tan mala situación pero sí muy preocupados se encuentran otros dueños de comercios y restaurantes de la zona. Jesús Cardona del restaurante Ca La Calma aseguró a este periódico que durante la semana el negocio apenas existe y que todo sube el sábado y sobre todo el domingo. «Es increíble cómo ha cambiado todo en apenas un año, porque hemos pasado de tener a la gente haciendo cola para desayunar tostadas recién hechas a las nueve de la mañana a no tener casi ningún cliente de lunes a viernes».

De hecho, Cardona asegura que «de febrero, cuando trabajamos bastante bien para la época del año en la que era, hemos pasado a hacer de lunes a viernes unos 200 euros de caja en los días más optimistas». Algo que también se debe, según explicó Laura, trabajadora en el restaurante desde hace seis años, «a que la gente no tiene tanto dinero en el bolsillo para gastar y al final vienen cargados de neveras como yo nunca había visto en una playa esta».

Muy cerca de Ca La Calma, a apenas unos metros y separados por la tienda Ibiza Dreams de Miguel Ángel, se encuentra el supermercado y tienda de souvernirs y productos de playa Supermarket Ferrer. Es un negocio familiar y allí atiende desde hace mucho tiempo María, acompañada durante algunos meses por su hija. «Estamos vendiendo muy poco, sobre todo entre semana cuando apenas hay nadie, y luego los fines de semana se nota que la mayoría de los que vienen a la playa son residentes, sin mucho dinero por la mala situación económica que ha generado el coronavirus, y con neveras y comida traídas de casa», comentó María. De hecho, en los diez minutos que pasamos hablando con la familia, tienen tiempo para atendernos amablemente porque apenas entró en el establecimiento un turista a comprar dos latas de cerveza fría, «algo totalmente inconcebible en el mes de julio del año pasado».

Algunos optimistas
El más optimista de todos los comercios de la zona es el restaurante Can Gat, uno de los lugares más emblemáticos de Cala Sant Vicent.

Allí, Pedro, encargado e hijo de los dueños, aseguró estar «con muchas ganas por intentar tirar para adelante viendo que todo va repuntando poco a poco y que cada vez se va viendo más movimiento, sobre todo con turistas llegados de Malloca, Madrid o Bilbao, destinos con vuelo directo».

Además, se mostró contento por el hecho de que haya una gran afluencia los fines de semana a la playa. «Es cierto que entre semana la cosa está mucho más tranquila que otros años pero es bueno que los domingos haya unas mil personas en el pueblo y que lo hagan de forma pacífica y manteniendo las medidas de seguridad e higiene que piden las autoridades para evitar más contagios por coronavirus».