La vuelta a la normalidad es despertarse una mañana sin papel higiénico. Abrir la despensa y descubrir que no te queda leche de almendras para templar el café y que solo atesoras una triste botella de agua embotellada. Recuperar la normalidad es sentir esa quemazón de hambre a media mañana y abrir la nevera sintiendo dentro un eco aterrador, es prepararte la cena a base de medio tomate lacio que descansaba tiritando en la soledad del cajón de las hortalizas y una lata de mejillones en escabeche que guardabas desde el confinamiento. La nueva normalidad es idéntica a la de hace cuatro meses, pero con mascarilla. Mis costumbres se han vestido siempre de compras diarias, rápidas y con poco gusto en el supermercado de la esquina a las tres de la tarde, cuando el hambre aprieta y el cerebro está tan necesitado de azúcar que se olvida de la mitad de las cosas. Como los de quienes se conforman con un revolcón de madrugada para aplacar sus instintos más primarios en un callejón cualquiera, con rostros que no serían capaces de dibujar al día siguiente.
Bitácora de una distopía
Papel higiénico
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2 comentarios
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Es verdad Montse, volver a la normalidad seria que el de atrás despotricara de alguien , pero no, extrañamente hoy nos ha sorprendido con una sonrisa,,¿ algo está cambiando ? pufff, me imagino que NO..
... (smiley)...