La llegada del coronavirus a nuestras vidas ha cambiado muchas cosas provocando que nuestras vidas ya nunca vuelvan a ser iguales que hace unos meses. Las distancias de seguridad, la higiene y el uso ahora si ahora no de las mascarillas ha provocado una realidad completamente nueva que pasa factura a muchos comercios. Y entre ellos, los que se dedican al sector de la moda parece que, según los expertos, serán de los más afectados.
De hecho, muchos responsables de pequeñas tiendas de la ciudad de Ibiza han notado seriamente el descenso en las ventas y ahora se plantean cómo dar salida a una gran cantidad de material que, en muchos casos, estaba pensado para ser vendido durante una época del año en la que aún llevábamos una chaquetilla, jersey y pañuelo al cuello.
Darles salida no será nada fácil por varios motivos. Primero porque muchos se temen un descenso importante en el número de clientes que acudan a las tiendas ante la falta de efectivo en sus cuentas corrientes y, segundo, porque hay un gran desconocimiento sobre cómo ir a comprar ropa. En este sentido, los pequeños comerciantes se han esmerado todo lo posible colocando cartelería informativa muy variada en la puerta de sus tiendas para que el usuario lo tenga claro.
Una nueva realidad
A pesar de todo, la llegada del coronavirus ha marcado un antes y un después en la realidad de las tiendas de ropa. El Ministerio de Sanidad ha exigido una serie de medidas que hay que cumplir obligatoriamente si se quiere abrir y que para muchos comercios pequeños se convierten en toda una aventura.
Es el caso de Encarna Planells, propietaria desde hace 25 años de la tienda Gatzara en la calle Bisbe Abad i Lasierra de Ibiza. Lo primero que se encuentra un cliente al llegar a una de sus puertas es una indicación amarilla y negra en el suelo que marca que hay que mantener la distancia de seguridad obligatoria de dos metros. Después, a la izquierda, justo al lado de la puerta en una pequeña mesilla hay guantes, mascarillas y gel desinfectante para todos los clientes. Afortunadamente, una vez cumplido con el protocolo, en su tienda se puede circular libremente porque es lo suficientemente grande para no haber tenido que establecer una especie de circuito que marcaría un recorrido pensado para evitar al máximo el riesgo de contagio por coronavirus pero no para que el cliente pueda mirar tranquilamente saltando a la prenda que más le interese.
Sin embargo, lo más complicado viene cuando alguien quiere probarse algo. Es entonces cuando Encarna, ataviada en todo el momento con mascarilla y guantes, se tiene que multiplicar. Para mantener la distancia de seguridad en su local ella ha tenido que cerrar uno de sus tres probadores y además, tras ser utilizado, lo tiene que desinfectar con sanytol de arriba a abajo y sin dejar ni un rincón libre.
Después, cada blusa, camisa, camiseta o jersey que el cliente se haya puesto encima se tiene que dejar en cuarentena durante al menos 48 horas. Tiene que estar guardado en el probador que ha quedado inutilizado sin que se pueda poner a la venta. Además, se tiene que desinfectar con una máquina de vapor y esperar al menos un día. Una medida que según explicó Encarna a Periódico de Ibiza y Formentera «originará grandes contratiempos a tiendas pequeñas que apenas tienen uno o dos productos iguales ya que son prendas de ropa artesanas y sin apenas réplicas en el mercado».
Por último, y por si todo eso fuera poco, dos veces al día la tienda entera se tiene que desinfectar. En este caso Gatzara emplea una máquina de ozono que ellos mismos han tenido que comprar haciendo una inversión sin ayudas de unos 150 euros y que se deja funcionando al mediodía y durante toda la noche hasta el día siguiente.
Problemas para los pequeños
Esta situación se hace aún más complicada si la trasladamos a una tienda de apenas 19 metros cuadrados en el corazón del céntrico barrio de la Marina de la ciudad de Ibiza.
Este es el caso de Rituality, gestionada en el número 2 de la calle Josep Verdera por la holandesa criada en Argentina Carina Hoorn. Es una de las tiendas de ropa más conocidas de la zona por la variedad y originalidad que ofrece en sus prendas y tal vez por ello, el tener que dejarlas en cuarentena supone un importante contratiempo para ella.
Aún así, según explicó a Periódico de Ibiza y Formentera, se las apaña como puede para cumplir con todas las medidas obligatorias. En su caso, también se ofrecen guantes, mascarillas y geles desinfectantes a la entrada y una vez que alguien se prueba una prenda, Carina pacientemente la desinfecta colgada en su percha. En su caso emplea una máquina especial que expulsa vapor a una temperatura de unos 100ºC «para desinfectar con mucha más eficacia». Después, deja la ropa en cuarentena 48 horas en un pequeño almacén que tiene junto a los probadores.
Además, en su tienda también se ofrece joyería, en su caso de oro, y por supuesto, ésta también tiene que ser desinfectada cada vez que alguien la toca. Para ello emplea una bayeta especial con una lejía pensada especialmente para ello. Y finalmente, además de limpiar a fondo el mostrador cada vez que alguien lo toca o se apoya y las instalaciones de la tienda dos veces al día, ha tomado otra serie de medidas para mejorar la seguridad como, por ejemplo, dejar de repartir tarjetas de visita y hacer que todas sus bolsas sean de tela lavable.
Y es que, como asegura Carina con una gran sonrisa, «en las tiendas de ropa ya nada será igual tras la llegada del coronavirus».
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