Hoy se cumple una semana desde que el Gobierno anunciase el estado de alarma para combatir la propagación del coronavirus. Un decreto que ha dejado las calles de las Pitiusas vacías y las grandes avenidas sumidas en un silencio insólito.
Uno de los pocos lugares donde se registra algo de actividad es en el puerto de Ibiza. Alrededor de 10 personas estuvieron ayer esperando más de tres horas su barco dirección Formentera. Todas con un formulario en la mano miraban la hora con cierta impaciencia y desesperación.
No es para menos. Deseaban regresar a casa cuanto antes. El motivo de esta espera es que, desde ayer, el transporte marítimo regular de pasajeros en la ruta Ibiza-Formentera se ha reducido a tres conexiones diarias, que se realizarán entre las tres compañías que operan en las islas y sólo para los servicios especiales: viajes obligados al trabajo o por motivos sanitarios.
Trayectos
En total, tres trayectos de ida y tres de vuelta durante toda la jornada. Unos desplazamientos que, a partir de ayer, deberán pasar un control de la Guardia Civil para comprobar que el viaje está justificado.
Estas son las medidas de prevención, decretadas por el Gobierno, para minimizar el riesgo de contagio por coronavirus a la hora de desplazarnos en barco entre las islas.
Son las 12.55. Faltan cinco minutos para que la embarcación reciba la autorización que le permita abandonar el puerto de Ibiza. Casi es la hora de salida y las pasajeras Angélica, junto a su madre, y Alicia se dirigen al buque. Ambas, además de portar un formulario con sus datos personales, domicilio y el motivo del viaje, llevan un folleto informativo con medidas que deben adoptar para prevenir contagios. En la entrada del barco dos agentes de la Guardia Civil comprueban si los viajes de estas dos residentes en Formentera están justificados. Lo están.
Angélica muestra el parte médico que las autoriza a viajar a Ibiza. Su madre tiene que ir todas las mañanas al hospital Can Misses por prescripción médica. Un caso similar vive Alicia. Su seguimiento sanitario en Ibiza le obliga a viajar entre las Pitiusas. Ambas pasan el control de los agentes y suben a la embarcación.
Es el turno de Nathan. Este joven trabaja en una empresa de mantenimiento en la isla. Antes de subir su moto a la bodega de la naviera, habla con los dos guardias civiles.
Los agentes realizan el mismo protocolo: evaluar la documentación de Nathan con el objetivo de garantizar la seguridad sanitaria, tanto para los trabajadores de la naviera como para los propios viajeros.
Una obligación social que se convierte en el mejor antídoto para desplazarse. Con esta premisa, los patronos del barco desinfectan el interior de la nave cada vez que finaliza un trayecto, especialmente aquellos elementos que entran en contacto directo con la gente que sube como las barandillas o la manillas de las puertas.
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