Comenzó su andadura haciendo bikinis tanga, primero de tela y posteriormente de piel. Los fabricaba en su casa ubicada en la calle del Obispo Carrasco y los vendía por la playa hasta que su vecina le propuso un apartamento que vendían unos familiares y que le podía interesar para usar como taller.
Desde ese momento Christine alquiló el apartamento porque no lo podía comprar, pagando 20.000 pesetas al mes, lo reformó y comenzó a trabajar en él y amplió la variedad de fabricación de prendas, incluyendo vestidos, faldas, pantalones, cinturones, abrigos y cazadoras, entre otras. Todas elaboradas con piel de cordero y de cabra.
Pasados unos años quiso comprar el inmueble pero una serie de coincidencias acompañadas del fallecimiento de los dueños hizo que la propiedad pasase a manos de la hija de unos familiares hacia el año 2000. Desde ese momento le empezaron a subir el alquiler cada año, un apartamento que ni siquiera tiene baño ni agua corriente pero que la propietaria actual quiere recuperar para poderle sacar más rentabilidad por la zona en la que se encuentra.
Añade que ella vino a la isla por una filosofía de vida, una manera de vivir libre que, hoy en día, se ha perdido por completo y se ha convertido en una isla superficial y «sin gusto por lo auténtico».
Resignada afirma que las grandes franquicias quieren echar a los pequeños comerciantes, y que varios negocios han cerrado en los últimos años.
Exclusividad
Todas las piezas que esta artesana y modista hace son prendas exclusivas, únicas y para «gente con personalidad». Con diseños basados en la estética india norteamericana, prendas con flecos y pintadas a mano poseen un carácter propio y particular, creadas para desprender singularidad por quién las lleva.
Su clientela siempre ha sido la clase media alta, al principio españoles y luego la mayoría, desde que empezó la crisis en España, turistas.
Ahora se ve en la necesidad de cerrar el negocio, esta será la última temporada que estará abierta, con descuentos en todos los diseños.
No sabe que hará después, si se quedará en Ibiza o buscará otro lugar en el que pueda encontrar su nuevo hogar, ya que por el motivo por el que eligió vivir en Ibiza «ya no existe», sentenció.
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Es mejor cerrar, no tener nada a tu nombre e irte a las playas. Pareos, latas, mojitos... Ahí no pagarás tantos gastos.