El cargo formal de Antonio Sanz Igual es el de subdirector de Gestión del Hospital de Formentera aunque en la práctica ejerce las funciones de director. De hecho, es el único directivo adscrito al centro. Sanz habla con naturalidad y sinceridad de su vida personal, de su trabajo y de la isla.
¿Cómo llegó a Formentera?
—Por amor. Conocí al que ahora es mi marido, empezó la relación, me apunté a la bolsa y me llamaron para trabajar en 2007. Mi ahora marido, que es auxiliar administrativo, trabajaba en el centro de salud y es más, el primer día que pisé Formentera fue cuando se hacía el traslado al hospital. Estoy muy vinculado a él de forma muy paralela.
Vamos, que casi abre usted el Hospital de Formentera.
—No lo abrí porque no llegué a la apertura, pero sí para montar el departamento de facturación en Formentera, que fue mi primera labor.
¿Cómo se maneja un ingeniero en el mundo sanitario?
—(Risas) Pues aportando esa parte de buscar soluciones ingeniosas, nunca mejor dicho, a este mundo que es a veces tan estructurado y jerarquizado como el de la medicina.
¿Cuando habla de soluciones ingeniosas se refiere a tener mucha imaginación cuando hay poco dinero?
—No es sólo eso, con lo mismo se pueden hacer muchas más cosas, se trata de pensar de otra manera, con otro punto de vista.
¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de sus inicios en Formentera?
—Venía de la empresa privada, de un centro formativo, y veía que en la pública estaban las funciones mucho más establecidas. En la privada todo el mundo hacía de todo y en la pública está más definido cada uno de los puestos de trabajo.
Vaya, un cambio radical pero después de doce años, ahí sigue.
—Pues mira, yo me vine a Formentera con un novio con el que llevaba poco tiempo y ahora tengo un marido, un hijo y soy cargo directivo, con lo cual la evolución ha sido positiva.
¿Cuál ha sido su mejor experiencia en el mundo sanitario?
—Tengo varios, pero uno muy chulo fue la celebración del décimo aniversario, de lo que significa el Hospital de Formentera, cómo la gente pudo ver el trabajo que se ha hecho, la evolución del hospital y poder explicarlo de primera mano. Fue muy bonito. No le voy a mentir, también fue la llegada del TAC de Formentera que se estaba demandando desde 2007, estar allí en el proyecto de implantación y saber lo que ha significado para la gente de la isla. Como casos particulares me impactó mucho el caso de un traslado de un niño a Palma pero no se podía, se había tragado un caracol y lo tenía en el tracto respiratorio, no se sabía si en los pulmones o en el intestino. Estaban los médicos un poco apurados porque el aparato no llegaba. Finalmente llegó el helicóptero y el caracol salió solo cuando el niño subió al aparato. En el tema de personal fue la llegada de mi hijo, cuando pudimos adoptar fue un antes y un después.
También habrá tenido experiencias negativas. ¿Recuerda alguna?
—Cuando estaba en facturación hubo un accidente de barco con varias víctimas mortales en es Caló y me impactó bastante. Todos los casos en los que ha habido niños, como el de un padre que atropelló sin querer a su hijo y falleció. Me dejó tal huella que no dejo que mi hijo pase detrás del coche; cuando lo llevo a alguna actividad extraescolar siempre le digo que vaya por delante.
¿Qué le aporta el mundo sanitario?
—Los ingenieros trabajamos en despachos, proyectos y ver que no se quedan en planos ni diseños de ordenador, sino que llegan a la vida real y, además, el impacto que tienen en las personas. En Formentera, el impacto es muy cercano. Te aporta mucho en positivo.
¿Qué ha aprendido en estos años del mundo de la sanidad con el que se relaciona habitualmente?
—Del mundo de la sanidad he aprendido que hay unos equipos de trabajo enormes, muy buenos, y que tenemos que darle las gracias cada día por la implicación que tienen. De los equipos de Urgencias oyes a veces comentarios de que estan tomando café pero realmente no sabes detrás lo que han pasado o lo que le está por llegar. Yo lo veo de forma transversal, teniendo que coordinar lo que necesitan te cuentan experiencias que te fascinan, de cómo les pone la adrenalina.
¿Se han planteado trasladarse a otro sitio?
—No, no sé dónde la vida me llevará pero a Formentera más que una zona de paso lo veo como un destino. Ojalá que la vida me permita seguir allí.
Le ha dado mucho Formentera.
—Sí, terminar mis estudios, marido, hijo, profesión.
Antes de que se construyera el hospital, ¿sabe que la gente de Formentera decía que se podía morir pero no nacer en la isla?
—Sí, ese es el eslogan que la gente tiene del hospital, el poder nacer y morir dignamente en la isla. Se podía nacer en una casa o algunos en la lancha o en la ambulancia, pero no eran las condiciones adecuadas. La primera niña que nació en el Hospital de Formentera es compañera de clase de mi hijo. Es peculiar.
Son como una gran familia.
—Sí, una familia, pero como en todas está la suegra y el cuñado. Estamos todos.
¿Se imaginó alguna vez cuando estaba estudiando Ingeniería en Valencia que acabaría trabajando en el Hospital de Formentera en el mundo sanitario?
—Vamos, ni por asomo. Formentera es uno de esos lugares a los que te lleva la vida.
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