Ayer por la mañana tocó la playa del Port de Sant Miquel, situada en el municipio de Sant Joan. Aunque está considerada una de las playas más protegidas de toda la isla no fue una excepción y los cerca de treinta participantes de todas las edades encontraron todo tipo de basura. Tanta que, como aseguró ayer a Periódico de Ibiza y Formentera Gustavo Sánchez, uno de los impulsores de las actividades junto a la bióloga Agnès Torres, «cuando nos marchamos nos quedamos con la sensación de que aún queda mucho por hacer».
En esta ocasión en la orilla de la playa se encontraron con numerosos fragmentos de vidrio de todos los tamaños «y que desgraciadamente ya forman parte de la arena». Tampoco faltaron clásicos como los envases de plástico, un colchón, cartuchos de caza, preservativos, hierros, anzuelos, algunas vigas de hierro, material de construcción y más material de textil de lo normal. Y la mayoría, según Agnès Torres, de un tamaño mucho más grande que en otras ocasiones.
Así mismo, los voluntarios se toparon con dos grandes montones de arena acumulada y repleta micro plásticos y con una gran cantidad de porquería en el torrente que hay junto a la playa. Por último, también fue sorprendente el hecho de que no estén colocadas las papeleras dentro de las estructuras de madera. Algo que provoca, según Torres «que la gente que va a disfrutar de la playa deje su basura dentro de las estructuras con el peligro de que se vuele todo por el viento».
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Estaría bien que los ayuntamientos abrieran los baños para esta iniciativa. Los voluntarios no se pueden lavar las manos y el parque lleno de niños sin poder ir al baño a hacer “pipí”.