Alfonso Rojo es el presidente de la Pimeef desde 2015. | Daniel Espinosa
Alfonso Rojo es, desde 2015, presidente de la Petita i Mitjana Empresa d'Eivissa i Formentera (Pimeef) que, a día de hoy, engloba a alrededor de 1.400 empresas y a más de 12.000 empleados al año. Rojo pide a las administraciones que se pongan las pilas para luchar contra el intrusismo, así como a los empresarios les pide que hagan autocrítica en algunos casos.
Hace unos días hicieron pública la encuesta de actividad de 2018, ¿cuáles son las principales conclusiones?
—Lo que se ha visto es que le ha ido mal a poco menos que al 30 % de la gente, con lo cual entendemos que prácticamente el 70 % de los empresarios dice que han igualado ventas o que han superado las del año pasado. Esto nos hace pensar que hay un clima de relativa normalidad. Los empresarios ya dijeron que se creía que se había ‘tocado techo', con lo cual no se esperaba una temporada superior. Por eso, los resultados de este año ya los dábamos por buenos.
¿Este 30 % es más alto que el porcentaje del año anterior?
—El que habla de la disminución de ventas, sí. Lo que pasa es que son datos que tampoco dicen porcentajes exactos, están entre un 0 y un 10 %, por lo que no los consideramos malos porque medimos los que suben ventas y los que las mantienen y entendemos que es un dato en positivo. También hay que tener en cuenta que depende de cada sector; en la restauración o en el comercio se sufre más y han aumentado bastante en relación al año pasado. Si hablamos de comercio, no tiene que ver con el turismo sino con toda la oferta que hay de venta online. Si hablamos de restauración, los propios restauradores se quejan de que ya empieza a haber una sobreoferta en temporada alta en el sector.
Y en este sentido, ¿qué se puede hacer respecto a esta sobreoferta?
—Es muy complicado al haber libre mercado. Lo que pedimos es que se regule y que la oferta que se dé esté totalmente reglada; que se compruebe que el personal esté asegurado y que cumplen con la normativa sanitaria y de uso de vía pública, entre otras. Si eso no se controla hay una competencia desleal hacia los otros, los que sí que cumplen. Hay muchos comercios que están puestos ahí como inversión ni siquiera lo están como negocio, me refiero al que un año es una pizzería, al siguiente una hamburguesería y luego un kebab. Son locales que no tienen arraigo, que vienen a aprovechar una temporada, pero aportan poco. Si encima ahí se detectan infracciones, nos da una mala imagen.
¿Se puede decir que el intrusismo es el mayor problema para los pequeños empresarios?
—Prácticamente sí, junto con el de la vivienda. El mayor problema es la poca fluidez en la actuación de la Administración a la hora de sancionar. La percepción que tienen los empresarios es que la Administración no sanciona con dureza y con efectividad en el tiempo a los infractores. Se quejan de que cualquiera de nuestros locales están inspeccionados y somos muy fáciles de ‘atarnos en corto' porque estamos aquí 12 meses al año. Sin embargo, las sanciones a los negocios de temporada llegan cuando se acaba y en abril vuelven a abrir; con lo cual, las sanciones caen en empresas con arraigo y que tienen que cumplir. Este es el desánimo en el que solemos caer los empresarios.
Y, ¿qué os dicen desde la Administración?
—Nos reconocen las carencias que suelen tener, normalmente por personal o en competencias propias. El tema del intrusismo es muy perverso porque cuando hay mucha actividad se nota menos, pero lo hay. Sin embargo, cuando hay poca actividad se nota mucho más, pero no hay menos; el intrusismo se mantiene.
¿Desde la Pimeef se han denunciado casos de intrusismo?
—Sí, nosotros tenemos contacto directo con todas las administraciones; bien sea la central, como el Govern balear, las diferentes consellerias, Hacienda y ayuntamientos. Hacemos muchas denuncias, incluso con nombres y apellidos y presentando informes y somos conscientes de que se tramitan, pero muchas se quedan en ‘agua de borrajas'. El problema que tenemos, y desde Pimeef lo estamos pidiendo, es que deberíamos tener una ventanilla única para reclamar denuncias y que fuese la propia Administración quien las gestionase. Tuvimos una reunión hace tres años en el Consell en la que solicitamos eso para que la propia Administración derivase las denuncias donde corresponde. En Pimeef sabemos dónde tenemos que derivarlas, pero una cosa es eso y otra que se diluyan por el camino.
¿Se ha hecho algo sobre esto?
—Hacerse se hace. Una de las mayores inspecciones que tenemos es la Laboral. La Conselleria de Trabajo del Govern funciona de maravilla e incluso se ha demostrado que dotando a la Inspección de refuerzos se consigue mucho; incluso esta labor que ha hecho la Conselleria la querían exportar a nivel nacional porque ha destapado mucha contratación alegal, lo que ha demostrado que la Inspección es rentable para la propia Administración.
Pero se escudan la famosa ‘Ley Montoro', ¿no?
—Exacto. Por eso necesitamos dirigentes valientes. Los técnicos de la Administración son técnicos y ellos van a seguir el reglamento y hasta donde puedan hacer. Necesitamos que busquen alternativas, siempre dentro de la ley, para atajar el problema porque es un problema real. Es una actividad que se está cargando una parte de la actividad legal y, luego, estamos hablando de que son muchos millones de euros que la propia Administración deja de ingresar en impuestos.
¿En qué sector abunda más el intrusismo?
—Es muy variopinto. Durante la crisis en la construcción y todas las profesiones que van asociadas como carpinteros, electricistas, etc. hubo mucha gente que se quedó sin trabajo y entonces empezaron a trabajar en ‘B'. Ahora todo lo relacionado con la venta ambulante de todo tipo: marroquinería, vestidos, fruta, bebida y en restauración.
De cara a este año, ¿qué previsiones hay en cuanto a ventas?
—Los encuestados hablan de que van a ser similares a las de 2018 y no hay un excesivo pesimismo. No se van a repetir los números de 2016 y 2017 porque eran cifras récord. Hay un dato, que para nosotros siempre es muy esclarecedor, que es que a la hora de la contratación -ya que estamos hablando de empresas pequeñas que lo tienen difícil para prescindir de personal si quieren dar un buen servicio- se suele pensar en mantener la plantilla; incluso hay un porcentaje pequeño que supera a los que dicen que piensan en disminuirla. Entonces nos deja clara la apuesta del empresario de mantener el empleo y la actividad. Es un síntoma de valentía que siempre hemos apreciado en los empresarios.
¿Una valentía poco reconocida?
—Sí. En el caso de las pymes somos empresas con una capacidad de trabajo brutal. Incluso los propios empresarios de la Pimeef somos competencia entre nosotros, por eso tenemos que tener plantillas muy heterogéneas; nosotros no dependemos de refuerzos y, si lo hacemos, solo podemos contar con estudiantes.
Ahí está otro de los grandes problemas: encontrar personal y que esté cualificado
—Por eso lo que intentamos es mantener al personal, por lo menos, seis meses. Además, los problemas de personal llevan asociadas muchas cosas como que las empresas nos toquemos los trabajadores entre nosotros. Para que no pase tienes que dar estabilidad en el tiempo y un sueldo digno. Yo el día 1 de abril tengo que tener la plantilla muy perfilada. El volumen de trabajo en abril es del 40 %, en mayo del 60 % , en junio del 80 % y sucesivamente; con lo cual yo necesitaría en abril 15 empleados, en mayo 20 y a partir de julio 25. El problema es que yo no puedo esperar a julio para contratar a personas porque no las voy a tener. Por eso tengo que tenerlas desde abril y haces el esfuerzo, un esfuerzo que nadie de la Administración te reconoce. Por eso creo que las pymes nos merecemos un respeto que no se nos tiene muchas veces.
En el caso de la gente que viene de fuera a hacer temporada, ¿cree que les compensa?
—Afortunadamente en Ibiza hay trabajo porque es cierto que en otros sitios de la península no lo hay. Hay gente que trabaja conmigo, por ejemplo, ocho meses y los cuatro que se vuelven a casa no consiguen trabajar porque no encuentran un empleo digno, no porque tengan paro o no quieran. Pero yo tengo muy claro que si quiero dar un buen servicio no voy a poder pagar a alguien por debajo de los 1.700 euros en Ibiza porque si no, no va a poder vivir.
¿A qué se debe el cierre de muchos pequeños comercios de toda la vida? ¿Es una tendencia al alza?
—No hay un solo problema. Hay gente a la que le suben el alquiler, lo que baja el ritmo de ingresos. Además, no son precios reales. El precio real sería el que mi actividad me deje pagar, pero al final se meten aquí grandes marcas a las que sí les salen los números. Cuando a eso se junta que ese propio negocio puede tener un problema de cambio generacional en el que los hijos no quieren llevar el negocio o que, simplemente, ven que alquilando el local van a ganar más que ejerciendo actividad… no hace falta haber estudiado Matemáticas. También está la venta online que ha disminuido la actividad del pequeño comercio.
Julio y agosto ya no son lo que eran, ¿se puede hablar de desestacionalización?
—Nos encontramos con dos situaciones. Antes la gente venía 15 días o un mes y se concentraba en julio y agosto y ahora suben los precios y en temporada baja tenemos precios más aceptables con la misma oferta; los vuelos también son más asequibles y la gente diversifica la temporada. Hay gente que nos dice que tiene clientes que vienen de dos a tres veces, son casi los mismos días, pero en varias veces. Por eso hay un aumento de pasajeros, porque es un doble movimiento, pero disminuyen las pernoctaciones. También hay que tener en cuenta la transformación de la planta hotelera en la isla y se ha aprovechado para recuperar el dinero invertido en las mejoras. Sí que es verdad que mayo y junio mejoran y julio y agosto se estancan.
Si hablamos de turismo, unos dicen que cada vez llegan más turistas y otros que menos. ¿Cuál es la realidad?
—Los datos del aeropuerto están ahí, pero los hábitos de turismo han cambiado y está claro que el turista no viene a Ibiza a comprar. Antes sí, pero desde que las compañías low cost nos rebajan el equipaje que podemos llevar… se crea la tormenta perfecta. Ya nadie quiere pagar una maleta.
¿Tiene algo que ver el alto precio que tiene la vida en la isla? Me refiero al hecho de tomar una copa, comer una paella…
—La etiqueta de que en Ibiza somos caros no es del todo así si lo comparamos con otras capitales del mundo. Está muy claro que las barbaridades son barbaridades y el sector de la restauración lo denuncia. Si yo voy a un sitio a por un mojito, pero me han servido un mojito con el mejor producto que hay, con la mejor presentación y con un profesional como la copa de un pino y encima a la hora de darme el mojito me hace sonreír y tengo un escenario espectacular, vale. Ahora, si me vas a me vas a cobrar 20 euros por un mojito en una esquina al lado un altavoz y viene el camarero y no sabe si me va a dar el mojito a mí o a mi hijo... ese es el problema. El problema está cuando no me estás dando la calidad a lo que me la estás cobrando. Tú puedes ir a París a tomar un café y te van a cobrar seis euros. Ibiza no es ‘más caro que', el tema es que la calidad que demos sea acorde a lo que estamos cobrando. En este sentido tenemos que ser muy egoístas y muy críticos.
¿Esto pasa mucho aquí? Lo de no ofrecer un servicio acorde al precio…
—No suele pasar, son casos muy puntuales. Al final perdemos el concepto, cuando hablo de profesionales, de que cualquiera es un barman, cualquiera es un coctelero, etc, pero tienen que ser profesionales. Esa es la etiqueta que nosotros tenemos que dar. Hay una crítica que siempre doy a los empresarios en la que digo que cuando hay un mal trabajador no es culpa del trabajador, que puede ser malo por varias cosas, pero la responsabilidad de que esa persona esté en la empresa es del propio empresario.
¿Nos olvidamos un poco de que trabajamos de cara al público?
—A veces sí. Al final parece que los empresarios siempre tenemos excusas, que no dejan de ser realidades. Yo trabajo con muchos hoteles y restaurantes y en el sector de la restauración la formación del personal deja mucho que desear. Si hablamos de gente joven de fuera que viene a hacer la temporada a Ibiza, trabajan pero les gusta salir de fiesta y, a veces, tenemos un porcentaje de absentismo elevado.
En esta línea, ¿la futura escuela de Hostelería sofocará un poco este problema? El de la falta de preparación.
—Eso debería de ser un salvavidas importantísimo para nosotros como empresarios y como sociedad. Necesitamos camareros, cocineros, jefes de sala… y cuando tengamos ese personal formado vamos a ganar una ventaja espectacular porque ya no va a haber que esperar a ver quién va a venir. Luego está el tema de que, en Balears, tenemos unos índices de abandono escolar de los más altos a nivel nacional y con esto podemos hacer ver a nuestra juventud que van a aprender un oficio digno y sobre todo en progresión. Tenemos los clientes, tenemos los locales y cantidad de chefs muy buenos que no tienen estrella Michelin, pero que son auténticas estrellas que encima trabajan con producto local. Ese es el potencial de formación que tenemos que proyectar en los jóvenes.
Sin embargo lleva años de retraso y no será una realidad hasta 2021.
—Si hay un espacio que es válido para hacer un circuito de motocross, la depuradora, un centro de emergencias... ¡Háganlo señores! No me digan lo que va a valer. Sean justos porque están trabajando con el dinero de los ciudadanos y gestionadlo de la mejor manera posible, pero háganlo. No puede estar una cosa 10 años sin hacerse.
¿Considera que se destina tiempo y dinero a cosas que no son tan prioritarias?
—Yo no me pondría en el lugar de la Administración porque es muy amplia y hay muchas cosas que son imprescindibles y que poco conocemos. El problema es cuando nos damos palos entre unos y otros. Mira, uno de los datos muy claros de la encuesta es el suspenso a las administraciones; aprueba la gestión política del Consell de Formentera, la del Ayuntamiento de Sant Joan y la gestión de Santa Eulària. Los demás, incluido Govern balear y Gobierno central, suspenden. Suspenden porque el empresario ve que si entre ellos se pelean y las cosas no se llevan a cabo, algo no funciona. Nosotros, como empresarios, tenemos que preocuparnos por trabajar para el día 31 poder pagar unos sueldos, pero nadie nos garantiza que al mes siguiente vaya a tener trabajo y por eso cada vez lo tengo que hacer mejor. Por eso, cuando veo que quienes me tienen que dirigir se están pegando entre ellos, hay imputaciones y el ‘tú más'… Los ayuntamientos sí que suelen ser los que se llevan todos los palos de las críticas de los empresarios, pero hay que tener en cuenta que los pitiusos tenemos cinco administraciones; tenemos un ayuntamiento, un consell, un Govern, el Gobierno y Europa. El empresario no ve todo esto y va directamente al ayuntamiento y no siempre es así.
2 comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
Lamentablemente los trabajadores temporeros que llegaban a la isla hace unos años lo hacían con la familia al completo , trabajaban seis meses duro , dando en general calidad y seriedad en el puesto de trabajo . terminada la temporada regresaban a la península con sus ahorros. Hoy con tanto local VIP lo único que contratan son jovenzuelo/las supercalifragilisticos/cas que no saben ni servir un café la gran mayoría y con más fantasía mental que una tienda de Bisuteria. Por no decir que ni hablan Español ... Volvamos al modelo anterior!!!
Y cada vez más ibicencos con buen nivel profesional están trabajando en la península por falta de vivienda como es mi caso....