Los orígenes de su familia serían un buen guión para una película: el abuelo paterno era un funcionario de Correos represaliado por actividad sindical que fue destinado a Ceuta y después a Tetuán. Por parte de madre, su bisabuelo formaba parte de la migración valenciana del s. XIX que fueron a la zona de Argelia y Oran y su abuelo materno fue asesinado en un disturbio durante los movimientos independentistas. «Mis padres se conocieron en Casablanca», recuerda Rodolfo Moreno. La familia se trasladó a Francia y a los siete años se fueron a vivir a Málaga, donde estudió la carrera. «Me siento malagueño. Toda la familia de mi padre es de allí», comenta. Sin embargo, toda su carrera profesional se ha desarrollado hasta ahora en Balears.
¿Cómo decidió venir a Balears?
—Vi donde había más partos con menos proporción de residentes y me hablaron bien de Son Dureta, porque tenía compañeros que habían estado allí. Después fui a Son Llàtzer que se abrió en el año 2000. Fue un periodo chulo y muy interesante porque fue la puesta en marcha de un hospital nuevo con todo lo que conllevaba, con el concepto de historia clínica electrónica, que en aquella época no se llevaba mucho. Fue uno de los centros pioneros en España. En 2010 me vine a Can Misses.
En Can Misses vivió el cambio del Servicio de Ginecología porque empezó en el antiguo hospital y montó el actual en el nuevo, tal y como se conoce ahora.
—El servicio había vivido vicisitudes, funcionaba y trabajaba bien. El antiguo jefe se había jubilado y vivía un periodo de transición con otro profesional, Juan Méndez, que estaba pendiente de jubilarse. Había un periodo de vacío, faltaba a lo mejor un poco de proyecto, había buenos profesionales y llegué yo. Fue un periodo de trabajar y poner en marcha, de hacer un planteamiento. No se trata de funcionar con directrices, sino de hacer una puesta en común, tratar de transmitir que tienes que trabajar en equipo.
¿Pasó momentos difíciles durante esa etapa de cambio?
—Hubo momentos difíciles para hacer comprender ese nuevo planteamiento, en el que se pasaba de una medicina paternalista y dirigida, en la que yo me había formado y se que cuesta trabajo hacer cambios, a que las directrices de la época con los planes de estrategias al parto daban un protagonismo a la mujer, se cuenta su opinión, no todo es blanco o negro sino hay muchos matices de grises, donde ella puede elegir alternativas a muchas cosas. En un paritorio no tienes por qué parir en perneras, en una mesa especial, sino que puedes hacerlo en bañera o en la postura que más te convenga. En los equipos no todo el mundo tiene los mismos intereses, hay que buscar qué interés tiene cada uno y adaptarse lo más posible, teniendo en cuenta que si alguien trabaja en un hospital lo que quiere es hacerlo en equipo. Lo que hace progresar la profesión es que tu haces tus cosas, aprendes y estas sometido a la crítica constructiva de tus compañeros y de eso no hay que tener miedo, te puedes equivocar porque puede haber más expertos que tu, pero nos complementamos. Si alguien no quiere trabajar de esa forma probablemente no elija un hospital para trabajar con sus compañeros.
¿El equipo es bastante joven?
—Sí, hay cuatro o cinco personas en edad media y el resto esta por debajo de los 40 años, porque la renovación del equipo ha ido así. Las matronas, uno de los grandes puntales del servicio, son muy jóvenes. En el antiguo hospital había 13 o 14 y hemos pasado a 26.
¿Se trabaja bien con gente más joven?
—Muy bien, es gente que quiere progresar y acaban de terminar su formación. Nosotros nos formamos toda la vida pero los años posteriores a la residencia estas en periodo de aprendizaje, subespecializándote. Este Área de Salud tiene una población y un tamaño considerable para que cualquier médico pueda tener una estupenda carrera profesional. A lo mejor, un profesional joven llega a un gran hospital y es el último de una larga fila. Aquí tienen nombres y apellidos, se subespecializan y tienen oportunidades de seguir formándose. Con los graves problemas que tenemos de atracción de profesionales por la carestía de la vida y la vivienda, es fundamental el desarrollo de este aspecto, que la gente pueda hacer carrera profesional. Este hospital de 200 y poco y camas no es el equivalente a uno de la península. Manacor e Inca son como nosotros pero no hacen todo lo que hacemos aquí. Todo eso debe ser un foco de atracción para que vengan aquí los profesionales.
En el calendario de la Unidad de Seguridad del Paciente sale una imagen suya practicando yoga. ¿Le costó mucho la postura?
—No tenía experiencia. Hago deporte, corro y hago bici pero yoga, no, fue por el calendario.
Su mujer es ginecóloga de Can Misses, Victoria Bonet, y su cuñado, Bartolo Bonet, es jefe de Servicio de Pediatría. ¿Cómo se lleva trabajar con la familia?
—La mayoría de las veces tenemos muy poco contacto en el trabajo. Cada uno está en su área especializada, yo me dedico al trabajo administrativo, oncología y suelo pélvico, ella hace reproducción. Nos vemos en los cambios de guardia, coincidimos en el quirófano alguna vez. Con los pediatras igual, alguna sesión que tenemos, pero poco más.
¿Porqué decidió venir a Can Misses? ¿Por motivos familiares?
—Estaba en Son Llàtzer donde habíamos montado el servicio. No fue por motivos familiares, porque Victoria coordinaba la Unidad de Reproducción de Son Llàtzer, con la que seguimos colaborando y nuestra casa sigue estando allí. Salió este proyecto, se iba a convocar la jefatura de servicio, y vi que era un área de desarrollo profesional, podía ser apetecible con todo el trabajo, incluso con épocas difíciles en las que te puedes llegar a arrepentir incluso, y me presenté. Lo vi como una etapa más en mi vida profesional, que podía ser atractiva y no me lo pensé. Es verdad que Bartolo Bonet había dado el salto, el es de aquí y era más lógico porque es su isla. Podía haber salido de otra forma.
Pero el proyecto salió bien.
—Estoy contento. No hemos tenido problemas para contratar gente pero ahora sí, hay una profesional que se ha trasladado, y en Formentera se ha jubilado el ginecólogo y también lo cubrimos. Ahora hemos contratado a una ginecóloga, que estará entre Formentera y Can Misses.
¿Cuál ha sido su mejor experiencia profesional?
—La etapa de la residencia fue un periodo muy intenso, es un mundo nuevo, confirmas lo que realmente quieres hacer. Son Dureta era en aquella época el hospital de referencia y tenía un equipo de docencia con el que se aprendió mucho. En Son Llàtzer también fue muy interesante, coincidió con el nacimiento de mis dos primeras hijas, que están estudiando Medicina. También aquí en Can Misses. Después de tantos años me sigo sintiendo bien viniendo trabajar, no he perdido el entusiasmo y me siguen apasionando las mismas cosas que cuando era residente. Afortunadamente no me he quemado, aunque sé las dificultades que se pasa en esta profesión porque faltan hacer muchos cambios. Me asustaba que me pudiera pasar pero no me ha pasado.
¿Y el momento más difícil?
—Los inicios en Can Misses, los dos primeros años. Tratar de mostrar que venía a ayudar y a estar a gusto con los compañeros. Eso al principio me costó trabajo y lo pasamos mal. Todos los cambios son difíciles de pasar. Esta isla cuesta al principio. Venir a un sitio donde todo el mundo está a la expectativa, a veces puede ser hostil, fue difícil.
¿Piensa jubilarse en Can Misses?
—No lo sé, estoy contento. Mi plaza está en Son Llátzer. El proyecto en Can Misses sigue adelante, hay muchas cosas en marcha. No tengo una idea determinada sobre eso.
¿Le influyó que su padre fuera protésico dental para estudiar Medicina?
—Sí. Mi padre quería que fuera dentista. Me atraían las Ciencias Biológicas. Somos cuatro hermanos, yo soy el mayor, una es matrona, otro protésico dental y la más pequeña, odontóloga.
Su mujer es ginecóloga y dos de sus hijos estudian Medicina, muy endogámico.
—Sí, sí, endogámico total.
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