En esta edición del curso que imparte la profesora andaluza Pepa López en el Ajuntament Vell de Sant Antoni participan 14 personas, de perfiles y edades muy diversas. | Daniel Espinosa

El mundo de las manualidades es la mejor de las terapias ocupacionales». Así de clara y contundente se muestra Pepa López, una lebrijana que desde hace 19 años imparte un curso de restauración y reciclaje de muebles que organiza el Ayuntamiento de Sant Antoni en la sede del Ajuntament Vell. Se celebra los lunes y los martes, de 16.00 a 19.00 horas, y en esta edición participan 14 personas de perfiles y edades muy diversas. Y viendo sus caras de satisfacción y la pasión con la que explica cada cosa la propia Pepa, es fácil entender que a su afirmación no le falta ni un ápice de razón.

Lo primero que deja claro la profesora cuando le preguntas sobre el curso y sobre lo que en él se desarrolla es que «es simplemente una alternativa de ocio» no un curso «enfocado al mundo laboral». Consta de 60 horas, tres por sesión, y «cada jornada se pasa volando». No usan ninguna máquina y si herramientas «fáciles de comprar en cualquier tienda especializada para poder tener en casa», como una sierra de calar, un martillo, un mazo, un juego de destornilladores o productos de droguería. Algo que según López «ayuda a que la gente se sienta más identificada con el curso porque luego puede seguir trabajando tranquilamente con las piezas en su vivienda».

En esta edición los participantes están partiendo de cero y dividen su tarea en dos partes que se diferencian bastante. Una es la restauración de muebles antiguos y la segunda abarca el reciclaje de cualquier objeto. En el primero de los casos, según Pepa López, «se trata más de recuperar un objeto que tiene un valor simbólico o sentimental ya que suelen ser heredados» y por eso los participantes normalmente traen una mesita de noche, un canterano, un penjador o un catret. Mientras, en el segundo entra en juego la imaginación «sin que está tenga ningún tipo de límite». En este caso se suelen reciclar, arreglar y pintar piezas como cajones pequeños, que pueden convertirse en muebles muy útiles, o cajas viejas de vino que se pueden transformar, por ejemplo, en costureros.

Los dos trabajos son muy distintos pero según la profesora tienen una cosa que las une: «Las dos son un mundo abierto de posibilidades».