En ocasiones, con empeño y esfuerzo, la vida da segundas oportunidades; y muy valiosas. Hay auténticos pozos de los que se puede salir y el caso de Marek y Francisco es muy buen ejemplo de ello.
Ellos dos son miembros de la agrupación de Alcohólicos Anónimos de Ibiza y acuden diariamente a su sede desde hace tiempo. Un periodo irrelevante según su parecer, pues opinan que lo importante no es el transcurso sino los resultados.
«El tiempo no informa, no importa en la recuperación, porque al fin y al cabo esto se convierte en una enfermedad incurable», considera Francisco. Tal y como admite, «lo importante es despertar cada día con la mente muy abierta para no tener un desliz y volver a ese infierno del que tanto nos costó salir».
Formar parte de Alcohólicos Anónimos les cambió la vida en un momento de desamparo. Pero su motivación fue vital, pues solo existe una condición para formar parte de esta agrupación: sentir el deseo de dejar la bebida.
El alcoholismo, pero también la drogadicción –en Alcohólicos Anónimos también tienen cabida personas que han sido drogadictas- pueden pasar a formar parte del pasado con la ayuda de común de gente que ha sufrido adicciones.
De hecho, este es el leitmotiv de este tipo de agrupaciones. Su principal función es crear una comunidad de gente con historias similares que, a modo de terapia, luchan por pasar página. «En nuestras juntas hablamos cada uno de nuestra vida», explica Marek Adam, el responsable de la sede en Ibiza.
«En mi caso, a base de hablar de cómo vivía y hacía las cosas, me di cuenta de cómo mi vida se había desviado», expone. «Ahora –asegura– soy plenamente consciente de lo que es bueno y de lo que es malo».
El caso de Francisco tiene un punto de partida similar: «Cuando bebía o me drogaba no podía parar. Había algo dentro de mí que me impedía dejar de consumir». En Elche, su ciudad natal, encontró la luz al final del túnel. «Llegué a Alcohólicos Anónimos una madrugada y me acogieron. Desde entonces hasta el día de hoy todo es mucho mejor», cuenta con satisfacción.
La entrada de ambos al colectivo, como en todos los casos, ayudó en gran parte a devolverles parte de la vida que habían perdido. El testimonio de Francisco no deja lugar a dudas: «Todos los lazos los tenía rotos, incluso con mi hija». Según asegura, «esa niña que cuando veía a su padre se escondía por las condiciones que traía, ahora me llama, nos vemos y me dice ‘te quiero'».
Marek, por su parte, se siente feliz, porque gracias a su entrada en el colectivo su vida «ha cambiado mucho». «Vuelvo a tener una vida extraordinaria, un trabajo fabuloso y todo esto lo comparto con mi pareja», exterioriza. Según él, con el alcohol buscaba esa felicidad que realmente se encuentra en otro tipo de detalles.
Tanto Marek como Francisco están trabajando en Ibiza. En su día el alcoholismo les hizo perder muchísimas oportunidades, pero tras su paso por Alcohólicos Anónimos, ambos han podido retomar su vida laboral. «Nunca trabajé de la manera en la que trabajo hoy», valora Francisco.
En su sede en Cala de Bou (calle Burgos, 13), este colectivo lucha diariamente para combatir los estragos del alcoholismo y la drogadicción, de manera totalmente altruista y con sus propias contribuciones. Así lo confirma Marek: «Con nuestro dinero contribuimos para que esto funcione y esté abierto siempre, 24 horas los 365 días del año». «Cuando una persona decide dar el paso de dejar de beber y necesita ayuda, aquí la puerta está siempre abierta», asegura.
Además, no entiende de nacionalidades, géneros o estatus social. Conscientes de que cualquiera puede necesitar sus servicios, todo aquél que lo necesite es bienvenido.
De hecho, el trato con otros colectivos del resto de España y del mundo es constante. Adam lo deja claro: «Aparte de estar aquí visitamos otros grupos de España o de México, Perú o Ecuador».
«Aquí se crea una auténtica amistad, una familia, pero además me ha ayudado a unirme de nuevo con mi propia familia», atestigua Francisco.
Su percepción es clave para entender su importancia: «Gracias a Alcohólicos Anónimos vuelvo a tener una familia y vuelvo a formar parte de la sociedad de la que un día me alejé».
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