Son, las mencionadas, visiones reduccionistas de nuestra Isla que ha pasado de ser una sociedad rural sencilla, cabal y muy peculiar, a entrar de hoz y coz en un cosmopolitismo turístico. A unos la Ibiza de antaño les parecía detenida en el tiempo (como a la marquesa de Quintanar o al amigo de Unamuno) y a otros ese impás secular les pareció una maravilla tanto antropológica como estética: fue el caso de Walter Benjamin o de personajes como el pintor-jardinero Winthuysen de cuyo pasó por Ibiza en la década de los cuarenta dimos cuenta en estas páginas o del austriaco Raoul Hausmann que, huyendo de los nazis, entre 1933 y 1936 anduvo por las Pitiusas, vivió en San José desde donde escribió varias cartas y postales en las que describe su peripecia vital ibicenca. Veamos.
Cartas pitiusas de un dadaísta
Sobre la estancia en Ibiza de Raoul Hausmann (Viena, 1886-Limoges, 1971) se ha publicado en abundancia y ahí tenemos los estudios de Yves Michaud, Jean-Paul Midant, Bartomeu Marí y Aitor Acilu más la novela (Hyle, ser sueño en España) que mezclando ficción y realidad escribió el propio Hausmann. Entre 1933 y 1936 nuestro dadaísta recorrió Ibiza palmo a palmo, sobre todo estudió la casa rural y la cultura material que envolvía al campesino ibicenco, hizo infinidad de dibujos, fotografías y tomo muchas notas. Cuando llegó a las Pitiusas, Hausmann ya tenía una importante trayectoria artísticas, sus fotomontajes y collages formaron parte de lo mejor del grupo Dada en la Berlín de 1920 y algunos de ellos se pueden ver actualmente en los más importantes museos de arte contemporáneo del mundo.
Alucinando en es Vedrà
No hace mucho, y creo que el asunto ha pasado desapercibido, la Berlinische Galerie-Museum für Moderne Kunst, digitalizó las cartas y postales que Hausmann envió desde San José a Hannah Höch a quien había conocido en 1915 y que se convertiría en su extraña amante y a la vez compañera de numerosas performances artísticas. El 1 de agosto de 1933 le escribe a Hannah desde Can Mestre (San José) y le cuenta que vive «en una casa a media hora del siguiente lugar (…) las cosas son bastante difíciles, hay ratones, hormigas, todo tipo de moscas en la casa. Bueno, es bastante primitivo, pero pagamos un total de 75 marcos al mes». Añade que se irá de Ibiza cuando tenga dinero aunque es muy difícil ganar algún dinero en Alemania desde la isla. Lo de trabajar artísticamente y hacer fotografías lo ve complicado, aunque finalmente sí fundió Hausmann su veta artística con el mundo pitiuso.
Por una carta enviada a Hannah el 28 de junio de 1934 sabemos que al artista austriaco le resultaba muy difícil pintar o hacer collages y que tenía demasiado estudiada la fotografía, de modo que andaba devanándose los sesos sobre por dónde iban a fluir sus inquietudes estéticas añadiendo que come carne dos veces al mes. Una de las cosas que sorprende de esta carta a Hannah es que el paisaje ibicenco no le interesa especialmente a Hausmann: «lo importante aquí son las personas y sus obras», aunque indica una excepción: Es Vedrà, que define como «un tronco de dolomita escarpado. Fue la cosa más hermosa que hemos visto aquí. Por la noche dormimos en la playa pedregosa, o no dormimos, y vimos la bahía a la luz de una luna fantásticamente roja». Lo de escribir en plural es porque en Ibiza estaba con su mujer Edwig Mankiewitz.
Postales desde Ibiza y Palma
El 21 de julio de 1935 le remite una postal a Hannah en la que comenta que vive nuevamente en San José, que ha encontrado allí trabajo y que al tener algo de dinero invita a su amiga a que vaya a visitarle. Hay en la Berlinische Galerie una segunda postal, dirigida también a Hannah en 1934, y que tiene que ver con Baleares porque el matasellos es de Palma de Mallorca.
Hausmann se tuvo que ir a Ibiza porque los nazis consiguieron el poder y a los dadaístas los veían como degenerados, y finalmente tuvo que largarse de Ibiza porque el ambiente se enrareció en España y comenzó lo que fue la penosa y cainita Guerra Civil. Una vez fuera de las Pitiusas se encargó de propagar por esos mundos las esencias de Ibiza, lo que prendió bastante entre algunos miembros de la burguesía europea que decidieron conocer aquel paraíso que describió Hausmann, paraíso no paisajístico en este caso, sino etnológico y antropológico.
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