Manu San Félix, minutos antes de la entrevista con Periódico de Ibiza y Formentera en la pitiusa menor.

El biológo marino Manu San Felix recibió el premio a la mejor iniciativa de turismo sostenible en la última edición de la Nit del Turisme del Govern por su proyecto Posidonia Maps. Posidonia Maps es una aplicación móvil y una página web en la que se muestra a los barcos si están o no encima de alguna pradera de posidonia. San Félix reconoce que, además de las anclas de los barcos, lo que más afecta a la posidonia son los vertidos de aguas residuales insuficientemente depuradas o sin depurar.

—Recibió recientemente el premio a la mejor iniciativa de turismo sostenible en la III Nit del Turisme por la app Posidonia Maps. ¿Cómo valora este reconocimiento?
—Es un reconocimiento que he recibido con alegría y agradecimiento, aunque intento no dar mucha importancia en general a los premios. Sé que había muchas otras opciones muy buenas, por eso agradezco al Consell de Formentera por haber elevado la propuesta y al jurado por refrendarla y concederme el premio. Supone una inyección de energía para seguir trabajando en proyectos que, como este, no tienen un fin lucrativo sino que sirven para mejorar.

—¿La función de esta App es muy necesaria ante la desaparición de posidonia. ¿Ha ido muy a peor su situación en las Pitiusas durante los últimos años?
—Sí, aunque como en muchas cosas, se puede ver el vaso medio vacío o medio lleno. Hace 30 años, cuando llegué aquí, nadie conocía bien la posidonia, no se tenía en cuenta. Ahora está en boca de todos. ¿Lo negativo? Que de entonces a ahora se ha perdido muchísimo, tanto en superficie como en calidad. Las praderas no están tan sanas ni tan fuertes como estaban antes.

— ¿Cuánto se ha podido reducir la posidonia en las últimas décadas?
—En un estudio que hice con una consultora establecimos una comparativa entre lo que había en 2008 y 2012 mediante una cartografía precisa de tres amplias zonas dentro del Parque Natural de Ses Salines. En esos cuatro años por fondeo se perdió entre el 18 y el 44 por ciento de posidonia. Unas cifras bestiales, demoledoras y mucho más altas de lo que yo mismo temía. En los últimos 40 años hemos perdido un tercio de la posidonia que teníamos en el mediterráneo occidental, una cifra muy preocupante.

—La visibilidad de figuras como la suya, con ambición en la lucha por preservar el medio ambiente, cada vez es más fuerte. ¿Es esto síntoma de que algo está cambiando?
—Es cierto que hay más visibilidad. Creo que el tipo de mensaje que lanzamos o su contenido importa y eso prueba que la sociedad está más preocupada. Cuando llegué a Formentera predicaba en el desierto, pese a no haber variado nada en mi discurso desde entonces. Algo ha cambiado, seguro.

—Acciones institucionales como el Decreto de Posidonia intentan frenar los daños. ¿Son suficientes los esfuerzos?
—No me gusta criticar a las instituciones. Soy una persona de instituciones y me gusta apoyarlas, independientemente de quién esté en ellas. Creo que están haciendo mucho, pero como siempre, todos, podemos hacer más. Vivimos en un momento en el que tendemos a criticar a las instituciones por absolutamente todo, pero nos olvidamos de mirar qué podemos hacer cada uno de nosotros. El Decreto de Posidonia hacía falta. Conlleva bastante convulsión porque a la gente le cuesta acostumbrarse a los cambios, pero hacía falta. La posidonia es tan importante que tiene que tener una protección integral y todos tenemos que estar de acuerdo en que no hay que dañarla.

— Entonces, ¿cómo se podría mejorar más allá de ‘la mano' de las instituciones?
—La respuesta es clarísima. Los seres humanos somos protestones y rebeldes. Somos cómodos y cada vez lo somos más. Vivimos en el confort y eso nos está haciendo muy débiles y, como decía, protestones. Para cambiar eso hace falta mejorar educando. Si a los niños de ahora los educamos de forma impecable en asuntos medioambientales, en veinte años o menos no existirían todos estos problemas de los que estamos hablando. Todo, todo se soluciona con educación.

—Los daños del fondeo son los más visibles, pero ¿qué más afecta a la posidonia?
—El impacto de las anclas es muy grave, pero por otra parte es tan definido y concreto que solo daña tramos muy concretos de posidonia. Lo que más daño provoca es el vertido de aguas residuales insuficientemente depuradas o sin depurar y eso ocurre del 1 de enero al 31 de diciembre de forma ininterrumpida. Es un problema que hay que cambiar entre todos y ya. Es la única manera de que nuestros fondos marinos respiren y desaparezcan muchos de sus problemas de salud.

—Y más allá de la posidonia, ¿a qué problemas se enfrentan nuestros mares por culpa de la acción humana?
—La sobrepesca es uno de los problemas más graves. Tenemos que pescar de una forma inteligente y no agotar. Ante una cantidad de peces y una capacidad de reproducción hay que ser más listos y saber administrar. Ahora mismo el 80 por ciento del pescado que se consume en España viene de fuera, en un país que tiene más de 8.000 quilómetros de costas, porque estas están peladas. Aparte está el tema de los plásticos, los mares se están llenando. La sociedad se está enterando ahora de este nuevo caballo de batalla contra el que en los próximos años va a haber una dura lucha.

—Todos estos asuntos son muy conocidos, pero parece que hay que insistir en ellos.
—Sí, porque luchar contra ellos implica un cambio de hábitos esencial. Tenemos que quitarnos esa pereza que tenemos y buscar soluciones ya.

—En septiembre pudo observar cómo de la boca del emisario de la Savina no salía ni gota. ¿Qué implica esta situación?
—De vez en cuando echo un vistazo al emisario y, por lo menos, desde enero de 2018 por la boca no sale nada. Está semienterrada de arena. Pierde todas las aguas residuales por el camino, por roturas y por agujeros que se han hecho a propósito, perfectamente circulares y a muy poca profundidad. El objetivo del emisario es obvio: alejar el foco del vertido, lo más lejos y lo más profundo posible, para que se disperse. Ahora el emisario no cumple su objetivo. Es increíble que en el año 2018, en una joya del turismo que es patrimonio de la humanidad, tengamos las aguas de esa manera. A mí me da vergüenza. Tienen que cambiar muchas cosas. Ese emisario es ilegal, nunca ha estado legalizado. No entiendo cómo puede seguir en funcionamiento una instalación ilegal de los años 60 o 70.

—Turismo en exceso y naturaleza, ¿son compatibles?
—Todo tiene un límite, pero para mí el turismo y la conservación son completamente compatibles. Si un barco no echa el ancla y no tira aguas residuales el impacto es prácticamente cero. Puede haber mucho turismo y sea responsable o a la inversa. Es una cuestión de ordenación.

—¿Cómo se puede educar medioambientalmente un modelo de turismo internacional tan variado?
—En estas islas somos unos privilegiados y tenemos la suerte de que nos visita gente de todo el mundo. Así, tenemos una oportunidad increíble para educar y enseñar, pero primero es necesario estar bien educados nosotros mismos. Si el visitante llega y lo ve todo impecable es mucho más fácil que aprenda y que le sirva de ejemplo e inspiración. Tenemos una responsabilidad muy importante y una oportunidad buenísima.