—Con casi 50 jóvenes de todas partes del mundo, ¿qué se ha encontrado?
—Chicos con un gran potencial y unas ganas enormes de trabajar y aprender. Ten en cuenta que estamos en Cas Serres de 09.30 a 19.00 horas y casi no descansamos para sacar adelante un repertorio de piezas de Beethoven, Haydn, Brahms o Copland.
—¿Se esperaba el alto nivel?
—Algo me habían comentado. Todos son muy buenos pero hay casos espectaculares por su talento, como el del fagotista Adriá, María una gran clarinetista o Ana, que toca el oboe. Todos son el reflejo del gran futuro que tiene la música de la isla.
—¿Entonces hay cantera en Ibiza?
—Sin duda. Todos tienen mucho futuro por delante.
—¿Cómo termina alguien con su curriculum y su agenda con jóvenes en Ibiza?
—Porque todo ha cuadrado antes de irme tras el verano a dirigir la Minnesota Orchestra en Estados Unidos. Eso sí, algunos amigos no se lo creían. Cuando les decía que venía a dirigir una joven orquesta en Ibiza pensaban que era una excusa para pasar unos días de playa.
—¿Qué le convenció? A priori aquí no se habla mucho de música clásica...
—Un poco de todo. La ilusión de trabajar con jóvenes y las ganas de las escuelas de música de los ayuntamientos. Además, tenía referencias muy buenas como la de Roland Cardona, profesor de clarinete en Ibiza y con quien ya trabajé. Todo me convenció. Y no me arrepiento, está siendo una experiencia maravillosa y me estoy divirtiendo muchísimo.
—¿Qué les aporta a los jóvenes?
—Muchísimas cosas a nivel musical y personal. Lo se por propia experiencia porque yo también forme parte de una joven orquesta en Valencia.
—Muchos hacen amigos para toda la vida.
—Es cierto. Ten en cuenta que aunque son muy pocos días pasamos muchas horas juntos y eso se nota. Además está el reto de tener que sacar adelante un repertorio con piezas de gran nivel y aprender a funcionar como una gran orquesta, en la que del primer al último músico son importantes. Aquí todos tenemos que trabajar como uno solo para que todo funcione a la perfección.
—Musicalmente ¿qué es lo mejor?
—Es difícil destacar algo en concreto. Tal vez el aprender a escucharse cuando tocan y el aprender a tocar con otros músicos. Aprenden que el trabajo en equipo es básico. Por eso siempre les repito una frase en alemán que traducida al castellano vendría a ser como «hay que disfrutar de hacer música juntos». Desgraciadamente en nuestra tradición latina esto no es tan común porque se prima más el individualismo. Y no digo que sea malo, simplemente que es diferente.
—¿A día de hoy es difícil dedicarse profesionalmente a la música?
—En España sólo hay 29 orquestas profesionales que ofrecen contratos indefinidos y estables y acceder a ellas es muy difícil. Por eso, entre los músicos cada vez está mejor visto dedicarse a la docencia.
—¿Tan mal está el tema en España?
—No es que esté mal. Es simplemente un tema de números. 29 orquestas con un número limitado de músicos. Haga cuentas. Por eso cada vez hay más españoles que se animan a probar suerte en Oriente o Sudamérica. Pero no sólo es un tema de crisis sino de oportunidades, globalización y perseguir nuestros sueños.
—¿Eso les dice a sus jóvenes?
—Eso y que con la edad que tienen algunos su prioridad es ser felices. Cuando se tiene 14 o 15 años no tenemos el derecho de hacerles sentir el peso de decidir por ellos a que van a dedicar su vida. Otra cosa son los que tienen 20 o 21. Esos ya han hecho una elección y por eso les digo que sin esfuerzo y constancia no se llega a ningún lado. A esa edad, con la competitividad que hay, la exigencia es máxima.
—¿Al final el esfuerzo merece la pena?
—Sin duda. Al final la música siempre compensa los sacrificios que uno hace por ella.
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