Después de numerosas ocupaciones y varios miles de euros gastados en su piso de la calle Retir, en pleno corazón del barrio de sa Penya, la italiana Valentina Assorbi ha decidido tirar la toalla y vender una propiedad que adquirió en el año 2001.

A principios del mes de febrero, una sentencia judicial le permitió desalojar su casa después de siete años luchando en los tribunales. Sin embargo, la alegría por recuperar la vivienda le duró poco. En ese momento, decidió tapiar la puerta de acceso para evitar nuevas ocupaciones pero solo dos semanas después le avisaron que habían intentado entrar de nuevo a la vivienda abriendo un boquete en el muro.

Harta de tantos intentos de ocupaciones y con la esperanza de recuperar la inversión realizada y los gastos ocasionados en abogados, facturas de la luz y el agua por valor de 8.000 euros y diferentes reparaciones en la casa, Valentina ha decidido deshacerse de su propiedad y venderla en lugar de alquilarla como había pensado en un primer momento.

Ayer acudió junto a dos obreros, un cerrajero y un instalador de alarmas con el objetivo de derribar el muro construido un mes antes, cambiar la cerradura e instalar una alarma con detector de movimientos, ruidos y una cámara que permita identificar a cualquier persona que intente entrar en la vivienda.

La sorpresa llegó cuando los obreros derribaron la puerta y pudo entrar en la casa para comprobar que había enseres que no eran suyos en su interior como una televisión, colchas, cojines e incluso un pequeño televisor. Tras inspeccionar su interior, Valentina comprobó que, pese a estar la puerta tapiada, entraban por la ventana del cuarto de baño, desde donde también salían unas tuberías que habían instalado para conectarlas a las canalizaciones que pasan por la calle. Del mismo modo, y a través de un empalme casero, los ‘okupas' se habían enganchado al alumbrado público para poder tener electricidad sin pagar. En un arranque de rabia, Valentina tiró todos los enseres a la calle mientras era observada por otros vecinos del barrio con los que mantuvo más de un enfrentamiento dialéctico a lo largo de la mañana.

Una alarma sin luz

La propietaria de la vivienda optó por instalar una alarma sin conexión de electricidad para no tener que darse de alta en GESA y evitar así que otros vecinos de sa Penya se enganchen a su contador. Además, la presencia de la alarma le permite tener vigilada la casa sin la necesidad de tapiar la puerta y poder enseñarla así a futuros compradores interesados en verla.

Assorbi teme que, con la inminente llegada de personas del barrio que viven en la península para hacer la temporada, aumenten todavía más los casos de ocupaciones. «Siempre ha venido gente por estas fechas pero antes había muchas casas vacías y ahora ya solo quedan unas pocas», explicó.

La italiana explicaba con pena su decisión de vender la casa: «Hace un mes tenía mucha ilusión por seguir luchando por esto pero ahora me he dado cuenta de que los pequeños propietarios como yo que hemos aguantado varios años han vendido casi todos».

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Según señaló, en estos momentos hay inversores extranjeros que «compran calles enteras» para reformarlas y venderlas después a precios elevados, sobre todo en zonas más rehabilitadas de sa Penya como las calles próximas a la Casa Broner. «Yo no puedo competir con esa gente. Ellos pueden esperar diez años más, yo no», añadió.

Críticas al Ayuntamiento

Valentina Assorbi criticó además la inacción del Ayuntamiento de Eivissa en los últimos años. «He estado mucho tiempo esperando a que la situación se normalizara. En el año 2011 el Ayuntamiento me prometió que harían los desalojos de las casas ocupadas y al final tuve que ir a juicio yo. No puedo confiar en el Consistorio aunque me digan que lo van a cambiar todo en un mes», afirmó.

La italiana lamentó la metamorfosis del barrio en las dos últimas décadas. «En 2001 sa Penya era un barrio bohemio con gente de todas las nacionalidades. Había muy buena energía pero ahora es imposible alquilar las casas durante todo el año», señaló.

En su opinión, todo lo que está pasando ahora acabará convirtiendo el barrio en una zona exclusiva, «más lujosa que Dalt Vila», para propietarios millonarios.

Al final de la mañana, Valentina se derrumba y no puede evitar que le salten las lágrimas: «Yo habría seguido luchando pero cuando te encuentras sola no puedes. Es como David contra Goliat. Ellos son demasiado grandes, quieren todo para ellos y nosotros nos quedamos al margen».

EL APUNTE

Sin fecha para empezar la reforma de la UA-27

El Ayuntamiento de Eivissa todavía no ha puesto una fecha para poner en marcha el proyecto de reforma de la UA-27, el bloque de viviendas más degradado de sa Penya, que fue desalojado y tapiado hace ahora dos años para convertirlo en viviendas de alquiler social. «Es un proyecto grande, importante y los técnicos municipales continúan trabajando en el proyecto ejecutivo que ya ha entregado el Govern balear», explicaron desde el Consistorio. Fuentes municipales aseguraron ayer que están en «constante contacto» con los vecinos y propietarios de sa Penya para evitar los intentos de ocupación de las últimas semanas.