El alcalde de Santa Eulària y el subteniente militar destinado en Ibiza acompañaron a los estudiantes durante la videoconferencia. | Daniel Espinosa
«¿Me escucháis?», preguntó el comandante Valentín Beneitez. «¡Noooo!», respondieron al unísono una treintena de estudiantes de Santa Eulària. Con los fallos típicos que puede presentar cualquier conexión a larga distancia, en este caso de 13.000 kilómetros, empezó ayer la videoconferencia entre la Antártida y Santa Eulària. «Menos mal que hablan en nuestro idioma», dijo un niño entre carcajadas. Y es que minutos antes la duda más repetida era cómo iban a poder entenderse.
El lugar elegido para la primera conexión que se hace en las Pitiusas fue el Teatro España de Santa Eulària; a un lado se amontonaron decenas de jóvenes ansiosos por saber cómo se vive en un sitio «tan frío», y al otro, en una pantalla, el comandante Beneitez y el capitán encargado de comunicaciones, Antonio Donís. Los dos llevan desde diciembre en la base que el Ejército de Tierra tiene en la isla Decepción, en la Antártida, y dentro de sus misiones está la de difundir su trabajo. Dicho y hecho. Ellos iban a contar lo que hacían allí y los estudiantes iban a poder despejar sus dudas.
En la Antártida ahora es verano y, según dijeron, las temperaturas son más cálidas. «Hablamos de cinco grados negativos y eso no es extremo cuando en invierno podemos llegar muy por debajo», explicaron. Por lo tanto, cuando las temperaturas empiezan a bajar, a partir de septiembre, la Antártida se cubre de hielo y duplica su extensión.
Como dato curioso dijeron que allí apenas llueve, incluso «hay menos precipitaciones que en el desierto del Sáhara». Las caras de los jóvenes no daban crédito. «¿Cómo puede no llover?», dijo uno. Otro fue más allá y quiso saber si habían sufrido alguna tormenta de condición 1. «¿Y cómo os movéis por allí?», preguntó otro. Normalmente lo hacen con vehículos especializados, pero el acceso a la isla Decepción es complicado.
Para llegar hay que volar hasta Buenos Aires, de allí coger otro vuelo a Ushuaia, conocido como el fin del mundo, y después navegar los 1.000 kilómetros que separan el continente americano de la Antártida. «Es la zona más peligrosa para navegar del planeta por las corrientes y tempestades que se producen», dijeron. La Antártida en invierno se congela, más aún, y se forma la blanquia. Esto hace que solo se pueda acceder al continente mediante medios aéreos.
«¿Qué pasaría si los polos se derritiesen? ¿Los animales tendrían dificultades para sobrevivir?, preguntó una niña. «Los animales y nosotros», dijo una profesora. «Al subir el nivel del mar las ciudades desaparecerían, por ejemplo Ibiza. Por eso se pide concienciación para frenar el calentamiento global y eso no se hace viniendo a la Antártida, se hace desde nuestra casa cada día», dijo Donís.
El mensaje de la videoconferencia fue claro: explicar al futuro de la sociedad los problemas que acarrea el calentamiento global. «¿Se notan sus consecuencias?», preguntó otro alumno. «No se perciben día a día, pero se ven pequeños cambios como, por ejemplo, golpes de lluvia que aquí no son normales», matizaron. «Además, según los científicos, ha habido un descenso en el número de pingüinos al aumentar la temperatura del agua y el hielo que hay debajo del continente ha reducido su espesor», añadieron.
En la Antártida tampoco hay árboles, sólo musgos y líquenes. Sin embargo hay mucha biomasa, pero poca biodiversidad. Para explicarles esto a los asistentes pusieron seis imágenes de animales en la pantalla y les preguntaron cuál no vive allí. Había una foca, un oso polar, pingüinos, una paloma... «¡El pájaro, el pájaro!», gritaron, pero la respuesta fue negativa. En la Antártida no hay ni osos polares ni esquimales, como muchos piensan. De hecho, nadie ha vivido en esa zona del planeta.
Llegados a este punto, aprovecharon que todos los estudiantes estaban con los ojos como platos para hablarles de una campaña en la que están trabajando. Consiste en apadrinar pingüinos de forma gratuita mediante un solo click, siempre y cuando tengas un compromiso con el medio ambiente como reciclar, usar menos el coche o la calefacción, por ejemplo. También se puede hacer una aportación que irá destinada a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).
España en la Antártida
España tiene allí un buque de investigación oceanográfica con una base científica que se llama Juan Carlos I. También tiene la base Gabriel de Castilla, donde están Beneitez y Donís, gestionada por el Ejército de Tierra.
«Estamos en una isla que era un volcán que se inundó por el mar. Ahora es el único volcán navegable del mundo y nuestra isla está cubierta en un 60% de su superficie por hielo», dijeron.
«¿Qué hacéis allí?», preguntaron algunos curiosos. Pues bien, una de las misiones que tiene el Ejército de Tierra es la presencia física en el Área del Tratado Antártico ya que España está dentro de un grupo de países que se denominan miembros consultivos del Tratado, «lo que obliga a tener expediciones anuales en el continente» porque somos una potencia a nivel de investigación». Además, mantienen la base y apoyan a los científicos en sus investigaciones.
La videoconferencia finalizó con una visita virtual por la base y con el aplauso de los niños que no daban crédito a lo que habían visto. «Hemos viajado a la Antártida», decía uno.
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