La charla, incluida en las Jornadas teólogales que organiza el Obispado de Ibiza y Formentera, llevará por nombre Del odio al perdón y en ella, tal y como aseguró ayer por la mañana la propia Pascual Rodríguez a este periódico, intentará explicar «la potencia que puede llegar a tener el perdón».
Lo hará a través de su propia experiencia como especialista en mediación penal y penitenciaria. No en vano, ella está siguiendo en primera persona el proceso que comenzó en 2011 cuando cuatro presos arrepentidos de ETA recluidos en la prisión alavesa de Nanclares de Oca mandaron una carta anónima a la Oficina de Víctimas del Gobierno Vasco para ponerse cara a cara con sus víctimas y pedirles perdón. «Ha sido un proceso muy positivo para todas las partes implicadas y por eso, a pesar de que desde el año 2012 ya no cuenta ya con el apoyo del Gobierno, se ha seguido haciendo de forma regular», resumió Pascual Rodríguez.
De hecho, actualmente ya han sido unos treinta los exmiembros de ETA que se han reunido con sus víctimas. «Es muy emocionante porque nos hemos dado cuenta que a través del diálogo y la mediación entre personas conseguimos sacar lo mejor del ser humano, y mientras unos asumen su culpa y reconocen que nunca tenían que haber sido terroristas los que han sufrido pueden poner fin a un proceso de duelo que se hace demasiado largo».
Emotivos encuentros
No en vano, según se recoge en una crónica de 2011 de la periodista Mónica Ceberio Belaza para El País, aquellos primeros encuentros fueron emocionantes y beneficiosos para todos. «El 25 de mayo de 2011 sucedió algo insólito en Vitoria. Tras medio siglo de violencia terrorista, de 829 asesinatos perpetrados por ETA, de varias generaciones que han crecido en Euskadi entre el miedo y la falta de libertad, dos desconocidos se sentaban cara a cara. Uno era una víctima del terrorismo cuyo padre fue asesinado en 1980 y que aún no conoce quiénes fueron los culpables, y el otro, un preso condenado por pertenecer a la banda con delitos de sangre, que ha llegado a la conclusión de que la violencia no tiene sentido y se ha apartado de la organización. El primero quería saber el porqué de muchas cosas, por qué la persona que tenía enfrente había sido un terrorista, por qué había matado, cómo podía vivir con ello y qué le condujo a la organización que destrozó la vida de su madre y sus seis hermanos... El segundo quería, sobre todo, pedir perdón. Finalmente, tras pasar una hora o dos juntos, ambos se estrecharon la mano o se dieron un abrazo. Se intercambiaron sus correos electrónicos con la sensación de que el encuentro había sido terapéutico y de que habían dado un paso para una convivencia normalizada en Euskadi».
Sin beneficios penitenciarios
A pesar de todo esto Pascual Rodríguez quiere dejar claro que desde el primer momento se dijo a los presos de ETA que es un proceso anónimo, confidencial y voluntario y sin beneficio penitenciario alguno. «Aquellos pioneros lo asumieron sin dudar porque entendieron que ese encuentro era la mejor manera de seguir hacia delante y poder arreglar el sufrimiento que generaron sus actos». Y es que, según Pascual, también «les ha servido para liberar un poco su dolor por el daño causado y servir de ejemplo para conseguir lo que al final todo el mundo quiere, la paz y la concordia definitiva en Euskadi».
EL PROCESO
Todo comenzó en la cárcel de Nanclares de Oca. Todo comenzó en 2011 cuando algunos presos de ETA que habían abandonado la violencia y pedido por escrito perdón a las víctimas plantearon en la cárcel de Nanclares de Oca la posibilidad de organizar un encuentro con ellas. Hacer algo más que un simple modelo de carta de perdón. Entonces, Instituciones Penitenciarias, con experiencia en programas de mediación, pidió a unos expertos que se encargaran de una experiencia piloto contactando con víctimas interesadas y dar la posibilidad a los presos que ya habían dado un paso adelante rechazando la violencia.
La Oficina de Víctimas del Gobierno Vasco eligió a seis exterroristas que quizá querrían probar la experiencia y se llevó a cabo una primera reunión en la que se dejó claro que el preso no recibiría nada por su participación. Cuando se planteó la idea cuatro lo tuvieron claro mientras que otros lo rechazaron porque temían represalias hacia sus familiares si sus nombres salían a la luz en el futuro y otros mantenían un discurso aún demasiado autojustificativo sobre su participación en actos terroristas. También los hubo que prefirieron esperar para ver cómo resultaban los primeros encuentros.
Finalmente, visto lo visto, fue un éxito y ya unos treinta presos han pedido perdón en persona a sus víctimas.
LA CITA
Esther Pascual Rodríguez
Jornadas sobre las virtudes teologales
Día: Sábado 2 de diciembre
Hora: 10.30 horas
Lugar: Museo Monográfico Puig des Molins
3 comentarios
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Por sus palabras deduzco que no tuvieron la suerte de escuchar la conferencia,.
Me parece muy bien que aquel que daña al prójimo recapacite y sea finalmente capaz de ver el dolor que ha causado. Es un primer paso. Pero seamos realistas, ni los muertos saldrán de los cementerios ni a los amputados les volverán a crecer la carne que les arrebataron. Han asesinado, torturado y desmembrado a hombres, mujeres y niños, sin ninguna piedad. Destrozando familias. Mejor detenerse antes de hacer el mal, así luego no se tendrá que pedir perdón. Que cumplan sus condenas íntegras, que poco precio es para todo lo que han hecho. Si luego quieren limpiar sus almas, conciencias o corazones, me parece bien, pero que cumplan.
A ver Esther, si a tu marido GC, le explota el coche cuando lleva a tus hijos al colegio, y los mata, ¿ perdonarías ??.. Pues yo NO, y conozco a muchos GC y CNP, que han sufrido atentados.. Yo de ti,, me pasaría por los Cuarteles del País Vasco.., Si te das cuenta los que piden perdón, son los que están en la cárcel