Dos jóvenes de la Colla de Santa Gertrudis hacen una demostración de ball pagès ante la atenta mirada de parte de los mayores homenajeados. | Arguiñe Escandón
Recuerdos, anhelos, sonrisas, vida y sabiduría. Santa Gertrudis brilló ayer bajo la intensidad de los rayos de sol para celebrar a lo grande el Día de los Mayores, esos que viven su tercera juventud aristotélica y dinámica montados en la carroza de la vida. Ser mayor no va de edades sino de ganas por seguir pedaleando en la carrera de la vida y no aquejarse como cual trasto viejo en una tarde binguera. Ya lo dijo Azorín: «La vejez es la pérdida de la curiosidad». Los añejos de la localidad de Santa Gertrudis no entienden de conceptos rancios. Los mayores se engalanaron con la mejor vestimenta que encontraron en sus armarios. Si los varoniles acudieron con traje y corbata, las señoras lo hicieron con vestidos de colores primarios y taconcillos para los domingos. No faltó un solo ingrediente. Ni la paella, que más de uno sólo fue para eso, a inflar la barriga.
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