Catalina Marí solo toma una pastilla al día, para el reuma, y en sus desayunos nunca faltan las aceitunas. De hecho, los que la conocen saben que podría comerlas a cualquier hora del día. Quizás ese sea su secreto para vivir cien años o quizás lo sea que nunca pierde la sonrisa. «También ayuda que ha llevado siempre una alimentación muy sana y con productos de temporada», añade María, que sabe que su madre se derrite por los platos de cuchara.

Le encanta bailar y no duda en marcarse algún paso en el salón de su casa porque aunque sea habitual verla acompañada de su andador, su hija María confiesa que «solo lo usa cuando estamos nosotros cerca, para que no la riñamos por si se cae». Sin duda su espíritu es joven y su cabeza le permite seguir soñando. «Está hecha de otra pasta», dice María mientras ve cómo su madre ojea fotos del pasado.

Catalina ha trabajado toda la vida en el campo, en Morna, donde nació, hasta que se mudó a Santa Eulària, donde reside actualmente. «Mi marido también trabajaba en el campo, pero fue concejal dos años en Santa Eulària y decía que se iba a arreglar el pueblo y me dejaba a mí sola recogiendo almendras y algarrobas», cuenta con una sonrisa. Ahora él ya no está, pero Catalina vive de sus recuerdos.

Esta ibicenca no ha tenido una vida fácil. Perdió a su hijo hace años y no hay día que no le recuerde. «Cuando piensa en él siente tristeza», cuenta María quien, como hermana, también sufre su pérdida.

Es difícil pasar un rato con Catalina y no tener dibujada una sonrisa en la cara. Tiene una energía incombustible que le permite estar horas y horas hablando, hasta que enciende la televisión y pone el telediario; en ese momento las cosas cambian. Y es que a sus cien años ha vivido y visto muchas cosas que, ahora, ya no son como recuerda. «Le preocupa mucho saber si el gobierno se entiende o no y no logra comprender que quieran mandar tantos a la vez», dice María. «Trump, bueno, ella le llama ‘Stup', no le gusta porque ve que él quiere mandar en todo».

Ahora tiene a una señora interna en casa que le facilita su día a día, pero no ha sido siempre así. Antes solo dormían con ella y el resto del día lo pasaba sola, excepto algunos ratos que su hija podía acompañarla. «Parece que tiene miedo de estar sola, no sabemos qué le ha pasado. Será por las cosas que ve en la televisión».

Su vida está llena de anécdotas que cuenta con ese brillo en los ojos de quien mira al pasado deseando que se repita. «Cuando mi hermano se fue a la mili, vinieron varios jóvenes a mi casa que querían hacer una fiesta y verme, pero mi padre salió y les dijo que su hijo estaba de servicio militar y que no estaban para fiestas. De repente escuché ruido y eran esos chicos que se acercaban con mi hermano al hombro. Le plantaron en la puerta de mi casa y dijeron: ‘Tu hijo está aquí, así que ya podemos hacer la fiesta», recuerda Catalina mientras no puede contener las carcajadas.

Se puede decir que recuerda muchas cosas de aquella época, de los años militares en los que se vieron involucrados miembros de su familia. «Su marido durante la Guerra Civil estuvo preso en el castillo de aquí y lo tenían en lista para fusilarlo», relata María que cuenta cómo consiguió esconderse detrás de las puertas del baño mientras escuchaba cómo mataban al resto. «Consiguió escaparse al tirarse por el barranco y así se salvó».

Catalina es ejemplo de fortaleza y de sabiduría. Tiene una personalidad magnética que hechiza a quien le rodea. «Cuando se queja le digo que se fije en lo bien que está y con eso vale», explica María mientras cuenta algún susto que han tenido. «Hace poco se le cayó la manzanilla hirviendo en el pecho y se le infectó la quemadura. Yo lo veía fatal, pensaba que no se le iba a regenerar la piel, pero nada, no sé de qué manera es esta mujer», dice su hija. También ha sufrido alguna caída, la última el mismo día de su cumpleaños, el 25 de septiembre, pero esta ibicenca es fuerte y todavía tiene cuerda para rato.

A sus cien años no solo tiene historias que contar, sino también mucho amor que dar. «Tiene solo una nieta, que es como su hija, le adora. Cuando viene a casa la estruja y no la suelta», cuenta María.

Catalina sigue enhebrando las agujas ella sola, leyendo los subtítulos de la televisión sin gafas y contando todo aquello que se le pasa por la cabeza. Si cumplir cien años supone vivir así, ¿quién no quiere ser centenario?

LA NOTA

Catalina Marí celebró sus cien años de vida rodeada de sus seres queridos

Todos los días no se cumplen 100 años de vida y, por ello, el alcalde de Santa Eulària, Vicent Marí, y la regidora Carmen Ferrer, visitaron el pasado 25 de septiembre a Catalina Marí con motivo de la celebración. Junto a sus seres más cercanos, esta centenaria ibicenca compartió anécdotas en el día de su cumpleaños; día en el que el alcalde del municipio donde reside actualmente Catalina le hizo entrega de unos pendientes en nombre de toda la Corporación.